Tribuna

Las organizaciones necesitan talento con Inteligencia Ejecutiva y Emocional

La IA impulsa la inteligencia humana.

La IA impulsa la inteligencia humana. / Placidplace en Pixabay.

Manuel Bonilla

Manuel Bonilla

Esta semana me he reunido con varios presidentes, CEOs y personal directivo de distintas empresas, de manera individual, en días y en poblaciones diferentes. Y, casualmente, o no, me he encontrado con un denominador común en todas mis conversaciones, una problemática compartida.

Cada una de las personas lo hacía con sus propias palabras, pero todas venían a decir los mismo. A manifestar la siguiente preocupación: “tenemos un problema de innovación, no cambiamos y no mejoramos. Hemos contratado a las mejores consultoras en estrategia y en transformación, han diseñado el plan de acción, hemos impuesto sesiones de formación, han dejado todo escrito en los manuales, los procedimientos están claramente definidos y, sin embargo, en la organización todo sigue igual. Nada cambia dentro. Y nos asusta que fuera sí, y muy deprisa.”

La preocupación está más que justificada. Que una organización pierda la ola, no sepa cogerla, cuando el resto sí lo hace, es un mal indicador. Que los equipos de tu competencia aprendan a surfearla, aprovechen la tracción y cojan el impulso de la ola, eso sí supone un riesgo, que no es baladí. Que tu organización sufra de “elefantosis” (rigidez y lentitud) y que el resto sea capaz de innovar, transformarse y adaptarse, ante el devenir, es de claro diagnóstico. Tu inmovilidad precipita que tu competencia genere más eficiencia, más productividad, aporte más valor al cliente y al usuario, sea más sostenible e incluso retenga y atraiga mejor el talento que tú. Y ello, supone entrar en desventaja competitiva. Aunque sea gradual y en el corto no se perciba, mantener esta situación, en el largo plazo es letal. Nadie vive de rentas, torres más altas hemos visto caer.

Me lo pidieron, y fui muy sincero. A cada uno, manifesté que su verdadero problema no es de innovación, sino que tienen un problema de ejecución. De no hacer que las cosas pasen. Les hablé de la importancia del talento con Inteligencia Ejecutiva, condición necesaria pero no suficiente si no le acompaña la Inteligencia Emocional.

Durante los últimos años he analizado la forma de actuar, a nivel mundial, de líderes y directivos, en sectores muy diferentes, cuyo elemento en común es haber sido un claro caso de éxito de esto: implementación y ejecución con foco en lo emocional; cuyo impacto ha derivado en la obtención de resultados tangibles, medibles y monetizables. En España tenemos ejemplos tanto en grandes organizaciones como Amancio Ortega, en Inditex, Juan Roig en Mercadona o Ana Botín en Banco Santander como en startups emergentes, donde encontramos a Alicia Asín del Libelium o Yaiza Canosa de GOI. Que además se han preocupado por atraer, a sus entidades, personas con dichas habilidades. E incluso han ayudado a las personas de sus equipos a desarrollarlas.

La Inteligencia Ejecutiva es un patrón de conducta directiva muy definido. Un know-how basado en la combinación de tres habilidades: la creatividad y claridad en la ejecución de ideas y tareas, el trabajo con y a través de las personas y la adaptación de uno mismo a los cambios.

Como hemos enfatizado al inicio del artículo esta habilidad ejecutiva es necesaria, pero no es suficiente para hacer que las cosas pasen, y además de manera excelente. Las organizaciones deben hibridar la Inteligencia Ejecutiva con la Inteligencia Emocional. No vale solo lo que hacemos, sino cómo lo hacemos.

Hablamos de empatizar y conectar con otras personas, de comunicar de manera efectiva, de resolver conflictos interpersonales y de expresar nuestros sentimientos. Si para el éxito hacen falta toneladas de talento, todavía más de talante. La Inteligencia Emocional en las organizaciones se refiere a la capacidad de empleados y líderes para identificar, comprender y manejar sus propias emociones y las de los demás.

Si bien es necesario que impere un liderazgo con estas aptitudes, el reto de las organizaciones es formar a todas las personas de esta para que las desarrollen y las potencien. En este nuevo entorno en el que vivimos - turbulento, dinámico, cambiante, extremadamente competitivo y, especialmente, digital - la clave radica en la escalabilidad de ambas inteligencias Ejecutiva y Emocional a lo largo de toda la cadena de valor de la organización.

Es un fenómeno que debe ser viral, transversal y extenderse en toda la organización; desde arriba hacia abajo. Los empleados con talento en Inteligencia Ejecutiva y Emocional no sólo serán seducidos por la competencia, sino que desearán trabajar en estructuras dotadas de tal ambiente y “saber hacer”; es pura coherencia profesional.

Trabajar en un ambiente laboral saludable y fomentar la colaboración multiplica exponencialmente la productividad, el rendimiento y la capacidad de implementar y de ejecutar de las personas. Si tu competencia cataliza mayor Inteligencia Ejecutiva e Inteligencia Emocional que tú desaparecerás como los dinosaurios. Es la selección natural: sobrevive el que mejor se adapta, mejor se relaciona y ejecuta.