Todo indica, según sus propias declaraciones, que será la última película del actor y director Robert Redford, que a sus ochenta años ha confesado que no le reconforta demasiado hacer cine con una mente de 30 años pero con un cuerpo de 80. Sea como fuere, no solo hay que respetar su decisión y elogiarla como se merece un profesional como él que ha interpretado y dirigido películas sino que ha sacado adelante uno de lo más prestigiosos festivales de cine independiente de todo el mundo, el de Sundance.

The old man & the gun se basa en la historia real de Forrest Tucker, desde su audaz huida de San Quintin a los 70 años hasta una serie de atracos sin precedentes que confundió a las autoridades y divirtió a la opinión pública. Envuelto en la búsqueda está el detective John Hunt, quien queda cautivado por el compromiso de Forrest con su oficio, y una mujer que lo ama a pesar de su profesión elegida.

La policía se sorprendió cuando se dieron cuenta de que el hombre que habían detenido no solo tenía 78 años si no que, según el capitán James Chinn, parecía como si todo aquello le divirtiera sobre manera.

Ganador de dos óscars, por mejor director en Gente corriente y el honorario que Hollywood otorga a sus más prestigiosos veteranos, Robert Redford ha interpretado a muchos rebeldes y renegados cargados de carisma en su larga carrera, entre ellos el ladrón de trenes de Dos hombre y un destino o el estafador en el clásico El golpe, y ahora trae la leyenda de Forrest Tucker a la vida en T he Old Man and the Gun.

Tucker solo tuvo una ocupación, pero fue una para la que estaba excepcionalmente dotado y que ejercía con descarada alegría. Solo resultaba que era robar bancos. A principios de la década de los 80, a una edad septuagenaria, Tucker se embarcó en una gran ola final de robos con la «Los Carrozas», una pandilla de bandidos ancianos que emplearon su suave encanto en vez de la agresión para embaucar a miles de personas.

Tucker nunca dejó de desafiar a la edad, las expectativas o las reglas; hizo de su crepúsculo el pináculo de su vida de crimen. Si la única forma de arte que él conocía era el robo, trató de perfeccionarlo, por difícil que fuera el intento. El productor Jeremy Steckler descubrió por primera vez el fascinante perfil de Tucker en el articulo de David Grann escrito en el The New Yorker. Rápidamente se aseguró los derechos del proyecto y se acercó a Robert Redford y David Lowery. Redford sintió una atracción magnética por el papel y se sintió gratificado cuando el escritor y director David Lowery se subió a bordo, ya que se conocían desde Sundance.

«Le dije a David que lo único que tenía que ser esta película era algo divertido. Forrest es un personaje maravilloso, complicado, tan lleno de vida, riesgo y peligro, pero también trata de divertirse», dijo Redford.

Lowery se tomó eso en serio. Extrapolado del periodismo de Grann, Lowery imbuyó la historia con los mitos fascinantes de un occidental moderno. En la década de 1980, esa última década, justo antes de que los dispositivos móviles e internet cambiaran todo.

Fue un momento con menos prisa y más espacio para esconderse, lo que hizo que la persecución que estalló entre Tucker y el representante de la ley que lo intentaba alcanzar se convirtiera en una belleza de lenta quema que ambos hombres saborearon. Y mientras Forrest es perseguido, él también está persiguiendo algo: una última oportunidad de amor y de un legado, incluso si debe ser el de un proscrito.

En el núcleo del guion de Lowery se encontraba un homenaje no solo a un antihéroe complicado, sino también a los profundos placeres de las cuatro décadas de cine de Redford, incluida la fundación del Sundance Institute, que cambió las reglas del juego, lo que a su vez ayudó a impulsar la propia carrera de Lowery, como cineasta indie.