Días de reencuentro con los escenarios en Alicante, en prosa o en verso, a través del Festival de Teatro Clásico, que desde hoy y hasta el domingo ha programado tres destacadas producciones.
La cita, organizada por el Ayuntamiento de Alicante y la Diputación, empieza hoy con Medea, en versión libre de Andrés Lima, el texto más directo y honesto de la tragedia hasta la fecha, según aparece en la presentación de este montaje basado en la obra de Séneca.
Medea, en esta propuesta teatral del Aula de Teatro de la Universidad de Alicante, hace reflexionar sobre el amor y su poder destructivo. «Una historia a través de la voz de una mujer, de su incapacidad de decisión. Medea, la extranjera, es condenada a vagar por la tierra por ser inservible para el reino; es repudiada por miedo; es condenada por no ser mujer útil».
Mañana, turno de Antígona, de Sófocles, una producción del Festival de Teatro de Mérida, El Desván y Teatro Español, con Irene Arcos y Fernando Cayo encabezando el reparto. El mexicano David Gaitán firma la versión y dirige esta adaptación contemporáneo que habla de la democracia y el honor. «La dirección de este nuevo montaje va íntimamente ligada con la voluntad de hacer los ajustes necesarios al texto en pro de una comunicación poderosa con quienes asistan a la sala», asegura el director. «La democracia representativa, la transición que las fuerzas políticas de oposición tienen que atravesar una vez que consiguen el objetivo de ocupar el poder, la desinformación como estrategia para incidir en procesos democráticos, la popularidad como disfraz para discursos de odio, son algunos de los temas que con Antígona pueden abordarse en aras de dialogar con la sociedad que asistirá a la representación».
El broche del festival lo pondrá Tito Andrónico , producción también del Festival de Mérida, en este caso junto a Teatro del Noctámbulo. Antonio C. Gijosa dirige esta propuesta sobre el texto de Shakespeare. La obra narra la historia de Tito Andrónico que regresa al fin a Roma, victorioso y con la reina goda Tamora y sus tres vástagos como prisioneros. Después de sacrificar, tal como ordenan los ritos, al mayor de ellos, Tito solo busca tranquilidad.