Un cuarto de siglo parece un mundo, pero para muchos el desgarrador recuerdo de la explosión del 12 de octubre de 1987 durante las Fiestas de El Campello sigue muy presente. Fue un estallido de dolor que sigue en la memoria y cada vez que se acerca el Desembarco de estas celebraciones es inevitable revivir alguno de aquellos durísimos momentos. La tragedia se llevó por delante la vida de seis personas, dejó 35 heridos y familias rotas, y hoy los Moros y Cristianos les rinden un homenaje muy especial. Con motivo de este triste 25 aniversario, a partir de las 12.30 horas la tradicional misa por los difuntos festeros tendrá un recuerdo para estas seis personas en la Iglesia de El Campello, y después se dispararán salvas en su honor en la plaza.

La explosión acabó con la vida de cuatro festeros mutxameleros, un guardia civil campellero y un turista madrileño, y a este acto está previsto que acudan los alcaldes de El Campello y Mutxamel, representantes de las Fiestas actuales y de 1987, familiares y amigos de las víctimas. El viernes se cumplen 25 años de aquella masacre y las Fiestas de Mutxamel ya recordaron el pasado mes esta tragedia durante los Moros y Cristianos.

Hablar con las personas que vivieron aquella tragedia de cerca se hace difícil. A pesar del tiempo transcurrido, las heridas no han cicatrizado y casi todos destacan que es inevitable revivirlo todos los años cuando se acerca el Desembarco. En 1987 se estrenó este acto en las Fiestas de El Campello, y el recuerdo de la masacre para muchos estará siempre ligado a este momento, por lo que año tras año "se revive y vuelve a tu memoria algún momento de lo ocurrido. Fue muy duro", explica uno de los festeros que lo presenciaron en primera persona. Sensaciones que se remontan a un cuarto de siglo antes pero siguen desgraciadamente frescas en la memoria.

Los cuatro mutxameleros fallecidos fueron Rafael Alberola, Juan Carlos Aracil, Rafael Climent Tena y José Vicente Blasco García. En la tragedia también perdieron la vida el guardia civil de El Campello Diego Igual y Manuel Nicanor Rodríguez, turista de Torrejón de Ardoz (Madrid). Los festeros de la localidad vecina eran de la comparsa Templarios, que habían acudido a El Campello ayudar en este acto que se celebraba por primera vez, y habían traído un cañón junto al cual había una caja metálica con 30 kilogramos de pólvora para el cañón y los arcabuceros.

Esta arma ya se había usado sin problemas en las fiestas de Mutxamel celebradas un mes antes y la explosión de la citada caja se registró minutos después de las 8.00 de la mañana durante el intercambio de disparos del Desembarco y tras cambiar de posición el cañón en la Torre de la Illeta. Aquel momento ha quedado grabado a fuego en la memoria colectiva de El Campello. Al mover el cañón, éste quedó muy cerca de la caja de pólvora y acabó explotando, aunque no quedó claro si por una chispa u otra causa, provocando una brutal onda expansiva que destrozó la caja y la vida de seis personas.

Vicent Garcia, actual presidente de la Junta Festera, reconoce que "todos los años recordamos aquello, es inevitable, pero lo que pasó ha permitido tomar las medidas para que no se repita. Cada año cuando nos dirigimos al Desembarco es raro que no te venga a la cabeza un flash de aquello. Es un tema delicado y doloroso y lo que queremos hacer es un homenaje muy respetuoso a aquellas personas que perdieron la vida allí".

Por ello, El Campello y Mutxamel recordarán hoy la tragedia que unió a ambas localidades en un dolor que no se olvida porque todos los años es inevitable revivirla.

Una desgracia que marcó una inflexión en el tratamiento de la pólvora

Aquella tragedia marcó un antes y un después en el tratamiento de la pólvora y todo lo relacionado con este material en las fiestas de El Campello y de la provincia. Hasta este accidente, las medidas de seguridad en torno a la pólvora en las fiestas en general en la provincia eran prácticamente inexistentes, y no se tenía conciencia de que supusieran un peligro para la vida. El actual alcalde de El Campello, Juanjo Berenguer, que dejó el cargo de presidente de la Junta Festera el año anterior a la explosión, recuerda que "siempre íbamos varios festeros a recoger la pólvora en el coche, que lo llevábamos cargado, en los tiroteos también disparábamos, y lo único que pensábamos es que te podías quemar o sufrir alguna pequeña herida, pero aquello lo cambió todo". Berenguer recuerda que "no se puede evitar un accidente al 100%, pero se han puesto todas las medidas posibles desde entonces. Aquello fue muy doloroso y no se puede olvidar".

Ahora por ejemplo hay personas que vigilan que los festeros que participan en el Alardo están en condiciones, y si se ve alguno que no es así es sacado inmediatamente del recinto.