Han vivido durante toda su vida para trabajar y para servir a los demás. Empezaron en el mundo laboral tan pronto que no tuvieron tiempo de ser niños y hacer las cosas que hacen los niños, jugar, y aprender a leer y escribir. Así que ahora se han resarcido. En la Escuela Permanente de Adultos (EPA) de San Vicente del Raspeig hay varios grupos de Alfabetización y Neolectores que cariñosamente llaman Alfa y Neo que aprenden, se divierten y se resarcen de algo que se quedó pendiente durante años. Acuden dos días por semana para conocer algo que no sabía y también, y todos los alumnos lo recalcan, para convivir.

«Siento ilusión y alegría al ver que puedo escribir. Me hace ilusión aprender cosas. Te abre camino. Aprendemos y levantamos nuestra autoestima», cuenta Dolores, orgullosa de sus progresos, y recalca que «no hacemos exámenes, no venimos a sacarnos ningún título».

Se trata de unas clases flexibles, se hacen para personas que tienen que conocer lo básico, por lo que no hay presiones y sí mucho cariño. Hay distintos grados porque hay personas que saben leer y escribir y necesitan algunas reglas de ortografía, personas que aprenden a sumar y restar y otras que directamente están multiplicando. Los conocimientos se adaptan a lo que saben para hacer que su aprendizaje sea paulatino y placentero.

«Por su puesto, no hacemos exámenes. No se les exige nada y la escuela es gratuita con profesionales cualificados, personal de la Conselleria de Educación», explica la directora, Mercedes Molina, que recalca que sus alumnos acuden por el placer de aprender y no tienen ningún tipo de presión para sacarse un título, porque ni lo quieren ni lo necesitan, están jubilados.

Las clases tienen turno de mañana y de tarde y cada cual se apunta al que más le interesa. Hay entre 15 y 18 personas en cada uno. Y de hecho, no hay un periodo de matrícula como el de las personas que se sacan el título en ESO, por lo que a lo largo del curso se van apuntando nuevos alumnos. De hecho, «al colegio» como llaman cariñosamente a sus clases, han comenzado a acudir las personas que iban a los cursos de alfabetización que ofrecía años atrás el Ayuntamiento y que este año se ha suprimido al considerar que se duplicaba el servicio.

«Venimos a aprender, a juntar las letras y a convivir... a estas alturas de la vida», cuenta Águeda, que acude a las clases de mañana y que se ha convertido en una ávida lectora de los libros que le recomienda Anna, la profesora.

«No aprendí porque estaba en el campo, había que segar, ir al huerto. Es mi hija la que me ha animado a venir», cuenta Ascensión que con 78 años es la persona más mayor que acude a las clases. Dolores tiene diez años menos y durante toda su vida ha trabajado como cocinera y reconoce que «ahora que tengo tiempo busco lo que no he tenido y por eso vengo al colegio».

No se cansan de leer y elogian, sobre todo, el disfrute que supone conocer a otras personas.