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Los residentes en las 39 casas tuteladas de San Vicente claman contra el vandalismo

Reclaman al Ayuntamiento el vallado de un tramo de cuatro metros del jardín público que hay frente a sus viviendas para evitar que se concentren jóvenes - El alcalde asegura que acudirá con los técnicos para adoptar medidas

Una mujer echa agua con lejía en el jardín para paliar los malos olores de los orines que sufren en la pared anexa a sus viviendas, ante la mirada de sus vecinos. | JOSE NAVARRO

Deberían vivir su jubilación dorada. Pero ahora mismo no pueden hacerlo. Los residentes en las 39 casas tuteladas de San Vicente del Raspeig, en la calle Petrer, quisieran disfrutar de la plaza-jardín que tienen frente a sus viviendas, pero su particular paraíso se ha convertido en un infierno. A diario se ven asaltados por grupos de jóvenes que aprovechan este espacio verde para divertirse. Sin tener en cuenta si es la hora de la siesta o si son las tres de la mañana. El último episodio, un grupo que se dedicó a hacer «caballitos» con las bicis usando las rejas de su porche. «Tenemos un parque público debajo de nosotros y en un tramo de unos 4 metros de ancho se ponen jóvenes y menos jóvenes fumando porros y alguno intentando saltar como pasó ayer por la tarde. Tuve que llamar a la Guardia Civil. Vinieron pero ya se habían ido», relata Enrique Martínez, el representante de los vecinos. Y una vecina corrobora: «Estoy viendo la tele y los veo orinar. Y si viene viento, nos tragamos el humo de la marihuana», indica explícitamente».

Los trasteros y garajes ya no son accesibles y hasta hace unos meses estaban «okupados». | JOSE NAVARRO

Las casas están gestionadas por la Generalitat, las viviendas de 40 metros cuadrados cobijan a parejas o personas solas sin vivienda propia y desfavorecidas que se pueden valer. Tienen dos pequeñas terrazas y disponen de trastero y garaje. El residente más joven tiene 68 años, y hay vecinos que superan los 80.

Tienen achaques propios de la edad y reclaman la tranquilidad que les hurtan a diario. Y tienen miedo, porque aseguran que asaltar sus viviendas es muy fácil. Cuando protestan, han recibido insultos e improperios. Aseguran que les han hurtado muebles y objetos que dejan en el pequeño porche de acceso a las casas. Y temen represalias por sus quejas.

Se sienten fuertes después de ganar una batalla, al lograr «blindar» el acceso a sus trasteros y los garajes, en la parte trasera del edificio, a los que era muy fácil entrar. De hecho, durante mucho tiempo han sido objeto de robos, incluso alguno ha estado ocupado. Campaba a sus anchas la suciedad, las pintadas y los colchones tirados en el suelo detrás de alguna puerta reventada.

Hace menos de medio año uno de estos trasteros ardió. El representante de los residentes asegura que fue intencionado, y está convencido de que fue la represalia de quienes habían utilizado uno para guardar objetos robados que la Policía logró incautar. Después de ese episodio consiguieron que se instalara una puerta de acceso a los garajes y una valla, que persuade contra el acceso. «Porque si viene la Policía les pilla por alguna puerta», explica el vecino.

Ahora su batalla es lograr también que el Ayuntamiento valore un vallado frente a sus viviendas. Y para ello, acudieron hace un par de semanas a hablar con el alcalde, Jesús Villar. Pero están decepcionados porque nadie les ha visitado como les aseguraron. Ayer, el primer edil señaló que está pendiente de una visita para valorar qué se puede hacer. «Le dijimos que lo mejor es ir allí con los técnicos y ver in situ una valoración de qué es lo que se puede hacer». Se ha pedido a la Policía que refuerce la vigilancia en la zona.

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