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«Salvar la vida a un niño ha sido sin duda el mejor servicio de mi vida, y son más de 20 años»

Agentes de San Vicente cuentan la tensión vivida hasta estabilizar a un menor con la ayuda de una enfermera y destacan el tener un desfibrilador

Los agentes Carlos Molines y Ángel Molina con el desfibrilador que salvó la vida del niño.

«Salvarle la vida ha sido sin duda el servicio más gratificante de mi vida», explica el agente Ángel Molina, que advierte que él y su compañero Carlos Molines llevan «más de 20 años en el cuerpo de la Policía Local de San Vicente del Raspeig». Los agentes no van a olvidar fácilmente su intervención del jueves por la tarde. Realizan muchas actuaciones, pero esta es la más reconfortante. Ahora en su hoja de servicio también constará que le han salvado la vida a un niño de 10 años.

Campo de la San Vicente donde el niño cayó desplomado tras una parada cardiorespiratoria. | INFORMACIÓN

El jueves se enfrentaron a un reto poco habitual. La central había recibido una llamada alertando de que un niño había sufrido una parada cardiorespiratoria, se había desplomado en el campo de fútbol de la Ciudad Deportiva de San Vicente. Los policías cuentan que al llegar «un grupo de personas salía con el niño en brazos», desmayado. En un primer momento intentaron reanimar al pequeño la enfermera que hacía los test covid del club Jove Español, la fisioterapeuta y el preparador del club.

Los policías están acostumbrados al trabajo bajo presión y con la adrenalina alta, pero esta ocasión era especial. Tenían delante a un niño pequeño sin sentido, que no respondía a los estímulos y no sabían cuánto tiempo estaba sin respirar. Ángel explica que la adrenalina se mezclaba «con una carga emotiva muy intensa». Mientras hacían las maniobras de reanimación «el padre estaba arrodillado rezando en voz alta y la gente chillando que no se fuera», rememora el agente, «en ese momento no puedes flaquear». Ángel explica que es muy raro que un pequeño tenga un problema de corazón pero en este caso todos los indicadores apuntaban a que era necesaria una maniobra cardiaca. «Hacíamos lo que teníamos que hacer, pero emocionalmente estábamos pensando que había que hacer el masaje cardiaco a un niño». El policía señala que «siempre que hacemos una parada ponemos el desfibrilador, y nuestra sorpresa fue que nos indicaba que había que hacer una fibrilación ventricular. Le salvó tener el desfibrilador», sentencia, y todo gracias «al material que llevamos en el coche y la formación que hemos hecho hace dos meses».

Hubo una primera descarga, pero no hubo reacción, el chaval «tenía las pupilas dilatadas y no reaccionaba». Fue el segundo intento el que le devolvió la respiración al pequeño, que no había vuelto en sí, pero ya tomaba aire.

Fueron momentos de gran tensión en los que los agentes recuerdan que les acompañó la enfermera. «Fuimos un equipo de tres personas, ella estuvo manejando el respirador manual y fue muy importante».

Fue tal el impacto emocional que cuando abrían paso al SAMU que trasladaba al niño al Hospital General rompieron a llorar. Y volverían a hacerlo un día después, «cuando el padre nos dijo que estaba bien, viendo los dibujos».

«Cuando nos hacemos policías lo hacemos pensando en este tipo de servicios. Nuestro objetivo es proteger, salvar vidas y ayudar al ciudadano» destaca Ángel, «nuestra medalla la tenemos en el Hospital ahora mismo».

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