El Campello pone en marcha el plan para repatriar los restos del jurista alicantino Rafael Altamira desde México. Y el primer paso, tras acordar en abril con la familia llevar a cabo esta iniciativa, ha sido pedir a la Diputación, la Generalitat, el Gobierno central y las autoridades mexicanas su colaboración.

El alcalde Juanjo Berenguer (PP) está firmemente decidido a traer así al humanista y literato desde México DF hasta el cementerio campellero. Sabedor de que se trata de una empresa que requiere un arduo trabajo burocrático y unos gastos cuyo montante se desconoce de momento, el primer edil ha pedido ya oficialmente a instituciones españolas y mexicanas que se impliquen en el proyecto y colaboren para que la iniciativa llegue a buen puerto.

El alcalde y el bisnieto de Altamira tras acordar iniciar el proceso de repatriación

En esa línea de reclamar apoyos, esta semana han salido desde Alcaldía cartas dirigidas al presidente de la Diputación Provincial, Carlos Mazón; el presidente de la Generalitat, Ximo Puig; el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares; el ministro de Cultura, Miquel Iceta; el embajador de España en México, Juan López-Dóriga, y el embajador de México en España, Quirino Ordaz.

En todos los casos Berenguer explica a los destinatarios las razones que le llevan a plantear el proyecto, les pide respaldo institucional y, en el caso de las autoridades españolas -Diputación, Generalitat y Gobierno central-, compartir los gastos del proceso del traslado a El Campello de los restos mortales de Altamira y su mujer, Pilar Redondo. Y es que se trata de un alicantino universal, ya que no solo fue el primer español en formar parte del conocido hoy como Tribunal Internacional de La Haya, sino que fue propuesto para el Premio Nobel de la Paz en dos ocasiones y fue doctor honoris causa por las universidades de Burdeos, París, México, Santiago de Chile, Lima, Columbia y Cambridge.

El primer edil y el bisnieto del humanista, Ignacio Ramos Altamira, acordaron a finales de abril poner en marcha un proceso que se espera largo y complejo, para que Altamira descanse por fin en su tierra. El jurista, nacido en Alicante en 1866, falleció en la capital de México en 1951, donde vivía exiliado y donde reposan sus restos en una sepultura sita en el Pabellón Español del cementerio del Distrito Federal, ciertamente mal conservada y preocupantemente deteriorada por el paso de los años. Tal y como ya informó en mayo este diario, está completamente abandonada, con la lápida partida, una tumba impropia del legado de este alicantino universal, ya que en la capital centroamericana hace años que ya no reside ningún familiar.

La tumba de Altamira en México José M. Portillo

En algunos de sus escritos, y en declaraciones vertidas en la prensa de la época, el humanista siempre tuvo a gala valorar su estrecha vinculación con el municipio de El Campello, donde pasó su niñez y adolescencia y cuyo cementerio acoge a sus progenitores, fallecidos en esta localidad.

En una entrevista concedida al diario “El Día” el 2 de mayo de 1935, el ilustre personaje declaró que “cuando se me aparte de la vida oficial, me retiraré al rincón de mis amores más gratos: a Campello”.

“Ese deseo, compartido por sus herederos y por este Ayuntamiento, nos alienta a iniciar con inmediatez los trámites administrativos, diplomáticos y de toda índole para conseguir precisamente eso: que Rafael Altamira vuelva a la que consideraba su casa (El Campello) y se le reciba con todos los honores”, escribe Berenguer en las cartas remitidas.

“Somos conscientes”, concluye la misiva, “de que las repatriaciones llegarán tras un proceso burocrático largo y farragoso, que implicará a varias instituciones públicas españolas y mejicanas, pero sin duda será muy gratificante si conseguimos el objetivo”.