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Análisis

La Xylella: un drama para las zonas rurales

El plan de erradicación de la plaga con el arranque de hasta 72.000 almendros compromete el futuro de los pequeños pueblos del norte de la provincia

Una excavadora arrancando almendros en campos de Balones. juani ruz

Todo empezó con un simple positivo en una plantación de almendros de la Vall de Guadalest, pero la plaga de la Xylella fastidiosa se ha ido extendiendo de forma imparable por las comarcas del norte de la provincia de Alicante hasta convertirse en un problema de primera magnitud a nivel ecológico y sobre todo económico, hasta el punto que está comprometiendo seriamente el futuro de las zonas rurales, ya de por sí castigadas por la despoblación y la falta de servicios.

Fue en junio de 2017 cuando los técnicos de la Conselleria de Agricultura confirmaban ese primer positivo de lo que se iba a convertir en una plaga de efectos devastadores. A partir de ahí esta bacteria que mata los almendros se ha ido localizando cada vez en más campos de la provincia, pasando de la Marina Baixa a El Comtat, l'Alcoià y la Marina Alta. En la actualidad son más de 60 los municipios de estas comarcas que se encuentran afectados, en una onda expansiva que parece no tener fin.

La decisión de la Conselleria, teniendo en cuenta la voracidad de la plaga y las exigencias de la Unión Europea en este sentido, fue la de aplicar un plan de erradicación que todavía continúa vigente en la actualidad, y que no solo contempla el arranque de los árboles afectados, sino también de aquellos situados en un radio de cien metros alrededor. ¿El resultado? 72.000 árboles que o bien ya han sido destruidos o se encuentran en proceso, según los datos manejados por la organización agraria Asaja. Esta cifra supone, en la práctica, una reducción de la cosecha de almendra en la provincia de 350 toneladas, lo que supone alrededor del 16% de la producción.

Siendo un problema de primera magnitud en cualquier contexto, lo es todavía más si se tiene en cuenta que las zonas afectadas se encuentran situadas en las comarcas de montaña, precisamente donde se ubican los municipios más pequeños, para los cuáles este plan está suponiendo todo un drama.

Esta semana, en este mismo diario, se ofrecía el ejemplo de Fageca y Famorca, dos poblaciones de El Comtat donde justo en estos momentos se está procediendo al arranque de almendros ante la desesperación de los vecinos, que ven cómo se les está hurtando su medio de vida. Se trata de localidades cuyos habitantes son en su mayor parte jubilados, y los pocos jóvenes que han apostado por continuar allí sin marcharse a las ciudades lo han hecho dedicándose a la agricultura y heredando en la mayoría de los casos los campos de sus padres y abuelos.

Para el incipiente turismo de las zonas rurales, las actuaciones para erradicar la Xylella también van a suponer un golpe, teniendo en cuenta que la floración de los almendros se había convertido en un atractivo.

En resumidas cuentas, el plan que se desarrolla para combatir la plaga, según denuncian los vecinos, está contribuyendo a la despoblación de estos pueblos, hurgando en una herida que ya se encontraba abierta desde antes de la llegada de esta bacteria.

Los afectados, en esta situación, demandan a la Conselleria que pase del plan de erradicación a un plan de contención, que evite la eliminación de los árboles sanos, lo cual, evidentemente, reduciría mucho el impacto.

Desde la Conselleria de Agricultura, sin embargo, se argumenta que la Unión Europea se está mostrando absolutamente inflexible a la hora de exigir las medidas que se están aplicando en estos momentos. Tampoco hay consenso entre las organizaciones agrarias, toda vez que mientras Asaja también demanda un plan de contención semejante al que se ha autorizado para las Islas Baleares, La Unió es más partidaria de continuar con las medidas de erradicación.

Llegados a este punto, lo lógico sería centrarse en las compensaciones que se les ofrecen a los agricultores por la pérdida de los almendros, totalmente irrisorias en estos momentos. Según denuncian los propios afectados, están percibiendo alrededor de 20 euros por árbol arrancado, lo que no deja de ser una simple limosna, teniendo en cuenta que se les priva de volver a tener producción durante años y años. Se argumenta que la normativa impide a la Generalitat complementar las ayudas procedentes de la UE, y que por ello se ha optado por promover un plan de repoblación de las zonas afectadas con variedades resistentes a la bacteria que todavía está por concretar.

Es de justicia reconocer que el actual Consell ha promovido durante la presente legislatura diferentes iniciativas para respaldar las áreas rurales, como son diversos planes de empleo o la aplicación de políticas para recuperar servicios que iban desapareciendo como los cajeros automáticos. Pero la Xylella fastidiosa está atacando directamente el sustento de los vecinos, y ante una situación excepcional se imponen también medidas excepcionales y sobre todo urgentes para evitar una plaga todavía peor, como es el abandono de los pueblos y sus campos.

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