Fue durante uno de los paseos que realizo por Alcoy, cuando me vino la inspiración para el título de este artículo. Inspirado ya, me di cuenta de que no tenía papel y bolígrafo a mano para anotarlo (esos instrumentos que algunos tildan de «arcaicos»). Por ello utilicé mi teléfono móvil para teclear el título «Las huellas de nuestro pasado» y al darle al buscador con ese término me encontré con el libro (que todavía no he leído) del escritor vienés Kurt Benesch (1926-2008) Tras las huellas de nuestro pasado, la aventura arqueológica.

Resulta obvio que hay que vivir con intensidad el tiempo presente, pensar siempre en el futuro, y conocer el pasado. El desconocimiento del pasado es una peligrosa amenaza que se cierne sobre nuestra sociedad. Sin datos sobre el pasado es imposible poseer la perspectiva necesaria para enjuiciar atinadamente el tiempo presente€ y para encarar el futuro con garantías de mejora social.

El pasado de Alcoy fue inequívocamente obrero e industrial, esas son las trazas de la personalidad de un pueblo que busca y mira hacia el futuro, y que tiene el riesgo de perder su propia identidad. En todas las ciudades se ha hecho patente la imperiosa necesidad de cuidar su patrimonio arqueológico, arquitectónico e industrial. La Carta Europea del Patrimonio Arquitectónico, redactada el 26 de septiembre de 1975, en su apartado octavo ya establecía, como sabio criterio, que en todo crecimiento urbano era esencial que las inversiones realizadas por los poderes públicos, por hectárea, en los centros históricos de las ciudades, deberían ser, al menos, iguales a las inversiones en los extrarradios.

Esa regla de oro ha sido incumplida reiteradamente por las distintas administraciones, más proclives a la rentabilidad política inmediata de inversiones en obras vistosas y «faraónicas», en ocasiones de dudosa utilidad; que, en obras discretas con una auténtica rentabilidad social, persistente en el tiempo. El urbanismo expansivo, imperante en las décadas desarrollistas de finales del siglo XX, ha dejado en el paisaje urbano su inconfundible y preocupante sello: periferias equipadas y centros degradados. Antiguamente las bolsas de pobreza, indigencia y marginalidad se producían en los alrededores de los núcleos urbanos, en los arrabales y suburbios de las poblaciones; de ahí los adjetivos calificativos despectivos que se utilizaban de arrabalero o arrabalera, como sinónimos de modales maleducados, vulgares o violentos. Actualmente tenemos unas situaciones sociales, en gran medida, invertidas; existen bolsas importantes de esas lacras sociales en el mismo centro de las ciudades. A los términos urbanísticos idílicos de ciudad-jardín, ciudad-lineal, ciudad-satélite y otros conceptos acuñados en el debate urbanístico € habría que añadir un término ajustado a la realidad de nuestros días: la «ciudad-donut». Esto es, densidades de población considerables en la periferia, con abundantes equipamientos; y centros urbanos degradados, abandonados y despoblados, como si de un gran agujero se tratara. Este fenómeno no se ha producido únicamente en Alcoy, también se ha originado en distintas ciudades norteamericanas como Los Ángeles, Denver o Houston.

También, en el apartado citado de la Carta Europea se explicaba con total claridad y se ponía el dedo en la llaga sobre uno de los principales problemas que tenemos en las rehabilitaciones y restauraciones urbanas, veámoslo:

Los arquitectos, los técnicos de todo tipo, las empresas especializadas, los artesanos cualificados susceptibles de conducir a buen término las restauraciones, constituyen un número insuficiente. Interesa desarrollar la formación y el empleo de los cuadros y de la mano de obra, invitar a las industrias de la construcción a adaptarse a estas necesidades y favorecer el desarrollo de un artesanado amenazado de desaparición.

La escasez de técnicos especialistas en restauración y rehabilitación urbana, junto con la desaparición de los oficios artesanales, acechan como uno de los principales peligros sobre nuestro patrimonio. La Carta Europea del Patrimonio Arquitectónico fue redactada hace 44 años. ¿Ha adoptado la Administración alguna iniciativa para potenciar la existencia y pervivencia de esos necesarios e imprescindibles profesionales?

Cada día adquiere mayor vigencia la necesidad de potenciar el turismo cultural frente al turismo exclusivo de «sol y playa». Pero para ello es vital proteger todo nuestro extenso patrimonio, y además hacerlo visible y visitable. El listado de inmuebles y lugares de interés a cuidar es largo: fábricas, chimeneas, lavaderos públicos, palacetes, casas burguesas, casas obreras, museos arqueológicos, museos etnográficos, archivos históricos, puentes, refugios antiaéreos, cementerios, castillos, iglesias, catedrales, estaciones de ferrocarril, mercados, teatros, infraestructuras históricas €

En una ciudad obrera e industrial como es Alcoy, es imprescindible el mantenimiento de las fábricas, las casas burguesas y las casas obreras. Esas edificaciones están intrínsecamente unidas a nuestra propia historia e identidad colectiva y sería imperdonable dejarlas caer.

Recordamos que la primera licencia de obras para construir casas específicamente para obreros en Alcoy se concedió el 20 de febrero de 1865. Anteriormente a esa fecha, durante el proceso de industrialización, los obreros en Alcoy se hospedaban donde podían: en cellers, en porxis, en cases de dos claus comunales, con un hacinamiento extremo. Por fortuna la primera casa diseñada para albergar obreros en Alcoy sigue en pie.

Cuando paso por delante de ella percibo su silenciosa protesta, mezcla de humildad y altivez. Como si estuviera desafiando el paso del tiempo y, también, el desinterés, la incultura o el desconocimiento general de nuestro pasado reciente. Se trata del edificio de viviendas situado en la esquina de las calles La Sardina-Sant Mateu. Su promotor fue Enrique Vitoria y el autor del proyecto el maestro de obras Francisco Gisbert Payá. Este edificio junto con les cases de dos claus que todavía no han sido demolidas son, sin ninguna duda, dos vestigios históricos que los alcoyanos estamos obligados a mantener. El ingeniero Enrique Vilaplana Juliá y el profesor Teodoro Balaciart Tormo en la página 147 de la memoria del Plan de Ensanche y Rectificación de Alcoy de 1875, decían después de sucesivas inspecciones oculares realizadas en los habitáculos obreros y refiriéndose a la escasa superficie que ocupaba cada persona: «Mentira parece que puedan respirar tantos individuos en tan reducido espacio, y que especialmente en tiempo de epidemias no desaparezcan a miles, de una tierra que les da para vivir poco más terreno del que ocuparían el día de su muerte». Refiriéndose a la exigua superficie de los nichos del cementerio. A Vilaplana y Balaciart, en sus cálculos, les salía que cada obrero tenía para malvivir en aquellos tugurios una superficie que se aproximaba a los 2 m2. El Plan de Ensanche y Rectificación de Alcoy de 1875 se encuentra en el Archivo Municipal de Alcoy y constituye un importante y fidedigno documento repleto de datos de sumo interés urbanístico, arquitectónico, histórico y social en referencia al último tercio del siglo XIX.

Otra cita histórica en relación a las viviendas obreras alcoyanas la protagonizó el arquitecto humanista Vicente Pascual Pastor (1865-1941) en el texto de la Memoria Inaugural de la Escuela de Artes y Oficios de Alcoy del curso académico 1899-1900. Vicente Pascual tenía una manera de ser muy educada, dialogante, moderada y liberal. Después de referirse a las condiciones de los habitáculos obreros dijo con rotundidad: «es preciso que la piqueta entre sin contemplación de ninguna clase, y reduzca a polvo esos inmundos edificios, que, más que viviendas de hombres, semejan pocilgas€».

Hay una tercera referencia histórica a la situación de los obreros en Alcoy, se refiere al período de la posguerra. En aquellos difíciles años de la autarquía hubo frecuentes quejas, protestas y peticiones urgentes de mejora de los recintos, espacios y viviendas obreras. Esas peticiones partieron de dos colectivos profesionales singulares: los médicos y los sacerdotes. Esos profesionales después de visitar a los obreros enfermos en los lugares donde habitaban y comprobar sus penosas condiciones de vida, salían de aquellos espacios con el ánimo consternado e inmediatamente se dirigían al Ayuntamiento de Alcoy para solicitar soluciones urgentes ante ese grave problema social, (ver. Estatuto del Patronato Municipal de la Vivienda, Ayuntamiento de Alcoy, Imprenta de Teobaldo Jordá, Alcoy, 1947, pp. 3-5).

Me viene a la memoria un párrafo del ingeniero, arquitecto y urbanista César Cort Botí, primer catedrático de Urbanismo de España y presidente de la Federación Internacional de Urbanismo, en su libro Campos urbanizados y ciudades rurizadas, Madrid, (1941) (ver p. 79), en relación a la ejemplaridad de Alcoy:

Hemos traído aquí este ejemplo de ciudad, porque ejemplar es el caso -y quizá único en España- de poderío industrial, fruto del ingenio y de la laboriosidad de sus tenaces vecinos, por el contraste que ofrece con un deplorable concepto urbanista, cuyos perjuicios no serían capaces de percibir con claridad otras poblaciones vegetativas o decadentes sometidas a parecidos procesos de urbanización desordenada y torpe.

Precisamente, eso es lo que reivindico: la vigencia y permanencia en el tiempo de la percepción que tenía Cesar Cort Botí sobre Alcoy y sobre sus habitantes. Recientemente el premio Hispania Nostra 2018, en la categoría de Conservación del Patrimonio como factor de desarrollo económico y social, ha sido concedido a los antiguos edificios industriales alcoyanos de Ferrándiz y Carbonell rehabilitados y reconvertidos, hoy, en Escuela Politécnica Superior. Dicha transformación ha logrado revitalizar una importante zona del centro histórico del Alcoy, al mismo tiempo que dar una significativa función social a unos edificios vacíos. Ese es el camino a seguir.

Termino este pequeño trabajo con una pregunta: ¿permitiremos que desaparezcan todas las huellas de nuestro pasado arqueológico, arquitectónico e industrial? concluyo manifestando mi agradecimiento a dos entidades cívicas que están realizando un incesante esfuerzo altruista de concienciación en favor de la conservación y el mantenimiento de nuestro patrimonio local: el Centre Alcoià d'Estudis Històrics i Arqueològics, y Alcoy Industrial. Gracias.