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Alcoy acorrala a la procesionaria antes de su expansión

La empresa encargada del control de plagas instala trampas en distintos puntos para capturar a los machos

Un especialista colocando trampas en la Glorieta. INFORMACIÓN

¿Quién no ha visto alguna vez una fila de orugas descendiendo de un pino o campando a sus anchas por la acera? Se trata de la procesionaria del pino, una especie cubierta de pelo urticante que se desprende y flota en el aire y puede provocar irritación en oídos, nariz y garganta, e intensas reacciones alérgicas.

El ciclo biológico de la procesionaria es siempre el mismo. Empieza en verano, cuando copulan y ponen los huevos, y en otoño salen las larvas que comen las hojas de los pinos y se refugian en bolsas. Después las orugas descienden de los árboles por el tronco y en fila van buscando un lugar donde enterrarse para transformarse en crisálidas en el subsuelo y posteriormente en mariposa.

La empresa adjudicataria del control de plagas en Alcoy, LOKIMICA S.A, ha puesto en marcha ya una campaña preventiva que, en esta época del año, ha consistido en la colocación de trampas en distintos puntos de la ciudad que contienen feromonas sintéticas para atraer a las orugas macho en su fase de mariposa y reducir la posibilidad de reproducción.

En total han colocado 26 trampas: una en el parque de la Zona Norte, dos en el de Cantagallet, dos en el recinto ferial y la pista de BMX, dos en la Glorieta, dos en el cementerio, cuatro en el polideportivo Francisco Laporta, una en el Romeral, dos en el polideportivo de Caramanxel, dos en la zona ajardinada de Caramanxel, dos en el depósito de detenidos de la calle Casablanca, una en Gormaget, tres en la piscina municipal y dos en los alrededores de la Font Dolça.

Desde el Ayuntamiento explican que para llevar a cabo un correcto control se debe colocar una trampa por hectárea, preferentemente en zonas de borde del pinar y antes del inicio del vuelo, que es entre julio y septiembre, dependiendo del clima.

Asimismo, por cada macho que muere se evita la aparición de entre 500 y 1.000 orugas. Teniendo en cuenta estas cifras, el consistorio calcula que con las actuaciones preventivas realizadas en 2019 consiguieron que hubieran 200.000 gusanos menos.

Los buenos resultados están llevando a la empresa de control de plagas a repetir este tipo de campañas. De hecho, está comprobado que «si se realizan durante años, baja mucho el nivel, aunque la eliminación total no se puede conseguir», según insiste el concejal de Obras y Servicios, Jordi Martínez.

El edil también destaca la importancia de que la ciudadanía «sepa que contra la procesionaria empezamos a actuar en verano de forma preventiva», y que «no esperamos a invierno, cuando las orugas bajan de los árboles».

Todas las áreas en la que la empresa adjudicataria del servicio ha actuado «son espacios municipales que incluyen puntos de gran afluencia de gente», dado que «a la hora de considerar los puntos se han atendido las peticiones de la ciudadanía», recalca Martínez.

Otras opciones

Según explican desde el departamento municipal encargado de estas cuestiones, también es posible atacar la plaga en otoño, cuando la oruga es pequeña, en lugares como jardines y montes, donde la compatibilidad de la procesionaria con la actividad humana es complicada. En esta época no pueden enterrarse con facilidad y acaban perdiéndose y se pasean por aceras y portales.

En el mes de febrero la empresa suele intensificar las acciones contra la procesionaria pulverizando las copas de los pinos con un tratamiento a base de insecticidas biológicos de baja toxicidad para personas, pájaros y mamíferos, pero efectivo para este tipo de orugas. También se realiza endoterapia, que consiste en inyectar en el tronco materia activa insecticida para que trasloque a las hojas y cuando la oruga las coma muera.

El futuro del control de plagas

Una vez dada a conocer la campaña preventiva de la procesionaria que sigue la ciudad, desde el Ayuntamiento explican que el futuro del control de plagas, tanto en salud ambiental como en agricultura, «tiende a una estrategia racional del control compatible con el desarrollo sostenible».

La utilización indiscriminada de plaguicida en medios urbanos o agrícolas supone numerosos riesgos para el ecosistema y las personas. Por ello, la utilización de feromonas sintéticas «constituye un verdadero paradigma», ya que «su gran especificidad y su nula toxicidad no alteran en absoluto el equilibrio del ecosistema», según la información facilitada.

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