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HISTORIA DE VIDA Elisa Verdú Médica alcoyana y misionera en Mozanbique

«El confinamiento, con todos en las chozas, puede traer una explosión de sida y tuberculosis en Mozambique»

Sor Elisa muestra imágenes de la situación en Mozambique.

Sor Elisa Verdú nació en Alcoy hace 79 años, «casi 80», apunta sonriendo. Inició sus estudios de Medicina en la Universidad de Valencia en 1959 y tres años después ingresó en la Congregación de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Tras finalizar la carrera, obtuvo la plaza de Medicina Interna vía MIR en el antiguo Hospital La Fe de Valencia, donde ejerció hasta 1972, cuando fue nombrada superiora de una nueva orden para atender enfermos en el psiquiátrico de Bétera. Tres años después su vida dio un giro de 360 grados y partió al continente africano.

La misionera alcoyana recordando anécdotas de una vida dedicada a los más necesitados. | JUANI RUZ

¿Cómo llegó a Mozambique?

Yo fui a Mozambique porque necesitaban un médico. Estaban en plena guerra. Allí teníamos un centro de salud en medio de la nada y los enfermos de tuberculosis sabían que hacíamos un buen trabajo y venían allí, lejos de donde vivían.

¿De ahí surgió la idea del hospital?

Bueno, cuando terminó la guerra devolvieron un antiguo convento en la ciudad de Chokwe para la diócesis. No sabían qué hacer con aquel edificio y pensamos que lo mejor era crear allí un hospital para que los enfermos no se desplazasen 60 kilómetros. Y así empezó la aventura de El Carmelo [nombre del centro ].

¿Qué tipo de pacientes atienden?

Primero empezamos solo con enfermos de tuberculosis. Pero luego, a mí me habían dado en La Fe para hacer pruebas de sida, empezamos a hacerles análisis de y vimos que un 35% de aquellos enfermos estaban contagiados, cuando el país decía que no había sida. Entonces empezamos a tratar las dos enfermedades. Al principio teníamos unas 30 camas y ahora estamos en 135.

¿Cuántos enfermos de sida han pasado por El Carmelo?

En total habremos tratado unos 24.000. Actualmente en tratamiento tenemos 9.000, los demás han desaparecido, bien porque han sido transferidos a otros centros o han muerto.

¿Cómo se atiende a estos pacientes? ¿Qué recursos tienen?

Hasta 2002 tuvimos enfermos de sida sin poderlos tratar, porque no había tratamiento en el país, no estaba organizado. A partir de ese año empezamos a tratarlos gracias a una ONG italiana que se propuso demostrar al mundo que el sida en África se podía tratar.

¿Cuál era el problema?

El dinero. Son tratamientos muy caros y para toda la vida, entonces los costes son altísimos. Para curar a un enfermos de tuberculosis tienes un año de tratamiento, pero el sida es para siempre. En 2005 estos tratamientos los absorbió el Gobierno de Mozambique.

Pero El Carmelo es mucho más...

Ahora también tenemos enfermos crónicos, con diabetes, cardiopatías... Nos lo pidió el Gobierno, porque los crónicos tienen mucho tiempo de ocupación de cama. Entonces ahora tenemos los 9.000 de sida, unos 2.000 tuberculosos y unos 3.000 ó 4.000 crónicos. También creamos un laboratorio dentro del hospital para hacer los diagnósticos in situ, un centro de niños que o están enfermos de sida o tuberculosis , o son huérfanos, que ayudamos a crecer hasta que son autónomos para automedicarse. También tenemos niños apadrinados por gente de aquí de Alcoy, a través de la Asociación Kanimambo, de España, de Italia, de Venezuela...

¿Cómo empezó el programa de apadrinamiento?

En una visita de mi amiga de Alcoy Pili Jordá vio a una niña que se había quedado huérfana. Una vecina dijo que se hacía cargo de ella si la ayudaban, y entonces Pili dijo que ella asumía los gastos. Así surgió el programa y a día de hoya tenemos más de 230 niños apadrinados. Fue Pili la que creó la asociación Kanimambo.

¿Destaca algún proyecto que han realizado en estos años?

Todos son importantes..., pero un señor de Barcelona nos hizo una panadería y tenemos tres camiones para repartir pan por todo el pueblo. De esta forma obtenemos fondos para mantener el hospital. Ahora hemos ampliado y tenemos pastelería. Pero también hemos conseguido con proyectos una clínica móvil, que es un camión grande para ir a los pueblos y evitar que la gente venga a por medicamentos. Ahora queremos montar una farmacia 24 horas. No paramos...

Y a nivel formativo, ¿cómo colaboran?

Escolarizamos a todos los niños y ya hemos conseguido formar a más de 50 universitarios y profesionales de todo tipo, como electricistas, mecánicos o fontaneros. Los médicos que están con nosotras han estudiado allí.

Cumplen una función social...

Claro, es necesario. Tuvimos a un niño enfermo de tuberculosis que llegó muy mal nutrido. Lo tratamos y engordó por lo menos 8 kilos. Volvió a casa y al mes había perdido 7 kilos. Así que estaba el niño llorando y diciendo que quería volver al hospital. Fuimos a hablar con la madre, y fijaos qué situación, para sobrevivir se pasa el día trabajando fuera de 6 a 19 horas, y todo ese tiempo el niño está solo, sin control de comidas ni de medicación. Entonces el niño volvió al centro. El primer día que llegó le di un trozo de pan y tenía una sonrisa...

¿Cómo ha afectado el coronavirus en Mozambique?

El covid lo desmontó todo. No podíamos ingresar a gente, no podíamos meter un covid con enfermos de sida, que tienen la inmunidad comprometida. Todo el que se contagiada de covid era derivado a centros del estado, pero no tenían oxígeno, no tenían medicación..., los mandabas a Maputo, con cuatro horas de camino y de mala manera... ¡Un desastre!

¿Y el confinamiento?

Eso nos preocupa. Porque imagina, todos metidos en chozas de paja, sin agua corriente... Pensamos que habrá una explosión de sida y de tuberculosis...

¿Qué medidas se aplica? ¿Hay mascarillas?

Al principio no había mascarillas. Yo misma confeccioné más de 300. Ahora ya empiezan a haber [año y medio después]. Pero imaginad, allí al transporte público se le llama «My love», porque son camiones abiertos, sin asientos ni barandillas, y la gente se abraza para no caer..., pues ahora llevan mascarilla, pero siguen abrazándose y sin respetar ningún tipo de distancia.

¿Hay PCR suficientes? ¿Y vacunas?

Las PCR llegaron a principios de este año. Y las vacunas han empezado a llegar ahora de China, pero solo para sanitarios y fuerzas de seguridad.

Usted pasó el covid...

Yo he sobrevivido a una guerra, dos inundaciones y al covid. Me contagié en febrero. Fue pesado. Me diagnostiqué y me traté porque Dios quiso, porque no había oxígeno, ni medicamentos..., por teléfono llamaba a mi hermano, a los amigos médicos para preguntar qué hacer. El oxígeno había llegado poco tiempo antes, yo fui la primera en usarlo. Estuve mes y medio bastante mal.

Mantiene el contacto con familiares y amigos, vuelve a Alcoy cada vez que puede... ¿Qué es lo que más le sorprende?

Me quedo mirando los escaparates [explica entre risas]. Allí no hay nada, hay mucha suciedad, venden en el suelo... y llego aquí y lo veo todo bonito, todo limpio...

¿Qué proyecto están trabajando ahora?

Con Manos Unidas estamos construyendo un pequeño edificio para poder aislar a los enfermos de covid y que luego nos servirá para meningitis, enfermos de tuberculosis... Queremos poner oxígeno, camas articuladas..., pero para equiparlo necesitamos hacer otros proyectos. De hecho vamos a presentarlos al Colegio de Médicos de Alicante.

¿Han trabajado en otras ocasiones con el Colegio de Médicos de Alicante?

Sí, ellos nos han visitado y han hecho una cosa muy buena, han traído a dos profesionales formados por mí. Aquí terminan de formarse y vuelven a trabajar a El Carmelo. Ahora quiero enviarles a otro.

Las soluciones surgen en función a las necesidades...

Así es. Tenemos que ir adaptándonos a las circunstancias. Siempre estamos innovando, pensando nuevos proyectos..., no podemos parar. Hay mucho que hacer allí.

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