Cocentaina ha cerrado este lunes unos Moros y Cristianos que han significado el reencuentro con la Fiesta después de dos años en blanco debido a la pandemia de coronavirus. Y, al igual que ha ocurrido en las demás localidades que ya han podido llevar a cabo sus correspondientes celebraciones patronales, la respuesta ha sido masiva por parte de los propios festeros y del público. Este 15 de agosto, la multitud ha llenado la Plaça del Pla, frente al Palau Comtal, el escenario donde se han desarrollado los principales actos, algunos de ellos tan esperados por los integrantes de las filaes como el Alardo, el momento de hacer que el estruendo de la pólvora se adueñe del ambiente.

La jornada ha comenzado al amanecer con la escenificación de la guerrilla entre los dos bandos en las faldas de la sierra de Mariola, unos "trons" que simbolizaban la batalla entre las huestes de la cruz y las de la media luna. Estas últimas, siguiendo lo previsto, acabarían acorralando a las cristianas ante el castillo, forzando la entrada de la Estafeta Mora, quien daría paso a la Embajada, ya a media mañana. Un parlamento que, como siempre, acabaría en fracaso, dando lugar a una nueva guerrilla y a que la bandera de la media luna terminara ondeando en lo alto de la fortaleza. Eso sí, sería una victoria efímera, más incluso que en otras localidades de la zona, en cuyas Fiestas de Moros y Cristianos la enseña mora llega a estar presidiendo el castillo una noche. En Cocentaina no llega a darse siquiera esa posibilidad.

Por la tarde, la escena se repetiría, pero esta vez con los cristianos acorralando a los moros ante el castillo, y dando pie a la llegada de la Estafeta, en este caso del bando de la cruz, y a la Embajada cristiana. El mismo ritual de cada año, pero con el aliciente de producirse después de dos años de ausencia, y ser por tanto muy esperado. Y nuevamente, un parlamento que no daría ningún fruto, y un nuevo Alardo atronador, para que al final la bandera de la cruz volviera a ondear sobre el castillo. Un ciclo que no por más repetido se hace menos emocionante para los festeros y para el público.

Entre medias de estos actos, a las dos del mediodía, había tenido lugar una de las citas más singulares de las Fiestas de Moros y Cristianos de Cocentaina, también con un punto surrealista: la "Ambaixada de les Tomaques", que cada año protagonizan las filaes de Bequeteros y Cavalleria Ministerial. El solar contigo a la avenida Miralbò fue el lugar escogido para esta singular batalla, en la que los arcabuces dejan paso a tomates maduros que hacen las veces de munición.

La Fiesta concluyó, por otra parte, con la solemnidad propia de esta cita: la Acción de Gracias en el monasterio de la Virgen del Milagro y el posterior traslado de la imagen del patrón San Hipólito hasta la iglesia del Salvador, donde permanece de manera habitual; la noche anterior, el santo había salido también en procesión por las principales calles de la villa. Culminaban así unos Moros y Cristianos muy ansiados y muy participativos, y en los que también, de manera inesperada, se ha colado a última hora el pesar por las consecuencias del grave incendio originado en la Vall d'Ebo en la noche del sábado y que afecta a varias localidades de la comarca de El Comtat.