La Feria Modernista de Alcoy se ha convertido en sus escasos cinco años de vida en un referente lúdico y turístico, pero al mismo tiempo resulta un escaparate comercial, en el sentido más literal. Para los establecimientos del centro de la ciudad es una ocasión muy oportuna para mostrarse, y al mismo tiempo un modo de implicarse de manera muy directa en esta actividad. La forma de hacerlo es decorando los comercios con artículos de época modernista, relacionados con los productos que se venden en la tienda, creando así una ambientación muy atractiva para los viandantes, antes incluso de que comiencen los actos centrales del certamen.

Varios comerciantes de la calle San Lorenzo con los que ha hablado este periódico coinciden en señalar que la feria en sí no supone un punto álgido de ventas, pero sí les da una visibilidad que tiene su repercusión a medio plazo, ya que genera nuevos clientes, que acaban acudiendo a la tienda después. Además, destacan que la imagen que ofrecen los artículos antiguos y la participación que se da en la calle tienen un efecto muy positivo. Además, algunos de los elementos utilizados como decoración guardan detrás grandes historias, por pertenecer a la familia de los propietarios del comercio o bien de alguna colección personal singular.

Rafael Pérez mostrando las bicicletas y el maniquí caracterizado que ha colocado a la entrada de su tienda. JUANI RUZ

Rafael Pérez, dueño de un establecimiento de ropa, ha decorado uno de sus escaparates exteriores con dos bicicletas fabricadas en torno a 1915, "el modo de locomoción más moderno y sostenible de la época", señala. Una de ellas parece ser sostenida por un maniquí femenino con un vestido de época, al que le ha colocado unos prismáticos, con los que parece estar contemplando una prueba deportiva. Unas raquetas y unos bolos aportan más contenido. Y en el otro escaparate, dos muebles de la casa que alberga el comercio, que no es otra que donde nació el escritor Juan Gil-Albert en 1904: dos sillas de 1900, en las que el autor debió sentarse más de una vez.

María José Francés, propietaria de una tienda de ropa interior, ha colocado a la vista de los viandantes también varios maniquíes femeninos con vestidos de época, pero ataviados con llamativos y creativos sombreros, obra de Santiago Egurbide, un vecino de Alcoy entregado a la elaboración de estos complementos. Esta comerciante destaca que "hay muy buenas expectativas, y esto cada vez va a mejor", y a ello contribuyen dueños de negocios como ella, quienes también se visten como hace algo más de un siglo. "Como aquí se vende ropa interior, lo que llevaré será ropa para dormir" de aquella época, comenta.

Ana M. Mateos, terminando de decorar el escaparate de su tienda de recuerdos. JUANI RUZ

Los tenderos ponen objetos de su propia colección personal o familiar para decorar. "El primer año asaltamos la casa de mis abuelos", bromea Ana M. Mateos, que regenta un comercio de recuerdos y productos típicos. "No es una campaña fuerte económicamente, pero sí atractiva. Solo con que la gente pase ya es interesante. Además, estoy contenta de recrear esta época", explica. Entre los objetos que pueden verse en su escaparate, un ejemplar original del Heraldo de Alcoy de 1900.

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Escaparate de la óptica de Paloma Garrido, presidido estos días por una imagen de su abuela. JUANI RUZ

También expone un objeto de gran valor personal Paloma Garrido, dueña de una óptica: una fotografía de su abuela, realizada por un hermano del pintor Francisco Laporta, a quien se dedica esta Feria Modernista. Quien pasa frente a su tienda puede ver cómo eran las gafas hace un siglo, y observar las diferencias entre las de mayor valor y las que llevaba la mayoría de la población, de materiales mucho más sencillos. Y también, curiosísimos objetos, como un maletín de pruebas de lentes y un visor estereoscópico, que se utilizaba para ver fotografías en tres dimensiones. Asegura que ha puesto un gran empeño en la decoración: "Ves algo tan bonito y con tanta ambientación, que te motivas mucho".