Julián, de 25 años, vive con su novio desde hace tres años, están registrados como pareja de hecho y no descartan casarse. Una historia más de la normalidad con la que el colectivo gay vive estos tiempos. Pero el sujeto de este reportaje no es Julián, sino Celia, su madre, una generación anterior que ha debido adaptarse, con más o menos dificultades, a la condición sexual de sus hijos e hijas. Todo un cambio para el que nadie, o casi nadie, ha sido preparado.

Celia Juan, de 51 años, señala que lo primero que pensó cuando su hijo le dijo que era gay fue: "Me he quedado sin llevar la peineta". Eso fue hace seis años, antes de que Zapatero igualara en derechos al colectivo gay con la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo. Ella reconoce que la declaración de su hijo, en aquel momento, "fue una ruptura, me rompió los esquemas, y quien diga que no, miente. Una madre tiene intuición y nosotros siempre hemos sido muy cómplices, pero como en el fondo no quieres verlo, obvias el tema, hasta que un día me lo dijo, le obligué a contármelo para que no se quedara a medias".

¿Cuánto duró esa ruptura? "Unas tres horas, aproximadamente", responde con sorna la madre, que añade a renglón seguido: "Es mi hijo y me da igual. Supone un cambio emocional momentáneo, pero nada que vaya a cambiar nuestra forma de vida ni nuestra relación. Yo lo he vivido con normalidad siempre; el padre lo asumió también, aunque de forma distinta porque cada uno tiene su momento. Si mi hijo no tiene problemas, no los voy a tener yo. Lo que no es lógico es que los hijos salgan del armario y que nosotros, los padres, nos metamos dentro. Ya está bien de que la condición sexual de una persona sea importante".

Celia, educadora infantil como su hijo, ha aceptado ser la delegada en Alicante de Ampgyl (Asociación de Madres y Padres de Gays y Lesbianas), creada en Barcelona en 1995 con grupos en otras 14 provincias, tras acudir a un encuentro organizado este verano en Barcelona. Allí, Celia se dio cuenta de que "el hecho de que yo viviera con normalidad la homosexualidad de mi hijo no significaba que el resto lo viviera igual o que no hubiera daños en otras familias. Hay gente a la que hay que apoyar más y estar ahí, porque esto no debería ser un problema para nadie". Recuerda a un padre "normalizado", como dice ella, "que decía que antes de conocer la realidad de su hijo contaba chistes de 'maricones' y decía haber actuado al contrario de como debía" y aún se sorprende al saber del sufrimiento que arrastran muchas familias para aceptar a sus hijos pero se asombra más de comprobar que lo logran con ayuda y conocimiento; otros, por el contrario, lo aceptan pero viven aún con el temor del rechazo social a su hijo.

Julián apunta que la comprensión familiar es fundamental para seguir adelante: "Te pueden dar muchas charlas en el colegio pero el apoyo en casa es el básico y, a partir de ahí, te dará igual que te digan una cosa u otra en la calle", mientras su madre añade que lo importante es "verlo con normalidad, que los padres vean que no pasa nada y que no nos debe dar vergüenza, que tenemos que estar ahí para alisar el camino y que nuestros hijos crezcan emocionalmente fuertes y sanos" tras confesar que queda mucho camino por recorrer aún y muchas madres -y padres- por actuar para evitar mayores sufrimientos a los hijos, "sean gays, lesbianas o transexuales -remarca- que es un tema muy serio que apenas se toca".

El concejal de Bienestar Social de Sax, Manuel Gómez Cano, artífice de la idea y amigo de Celia, animó a ésta a representar a la asociación después de que algunos padres le confesaran "la angustia y los traumas con los que llevaban la condición de sus hijos, y los hijos, sus travesías por el desierto, ya que en muchos casos la familia les da la espalda". Gómez asegura que el sólo hecho de disponer de información mejora la adaptación de los padres "y no te imaginas lo efectivo que es que un padre que se encierra o que lo vive con culpa o vergüenza escuche a otro que haya pasado por ahí y lo lleve con respeto y dignidad. Eso va a ser fundamental para los hijos" y añade que aunque el peso lo llevan las madres, confía en que los padres se sumen.