- Colegio público Benalúa, una historia que contar". ¿Se queda inacabada por culpa de los barracones que siguen después de nueve años?

Fueron precisamente los barracones lo que me llevó a escribir el libro. Empecé en 2005 con la prisa de acabarlo antes de que se construyera el nuevo centro pero desgraciadamente me ha dado tiempo de sobra. No somos pocos los que pensamos que nunca debió derruirse y cito directamente al ex alcalde Alperi porque hubo mucha impaciencia y precipitación. El informe oficial recomendó el desalojo por "ruina técnica". Pero hubo un primer informe que no se hizo público y que incluyo en el libro, firmado por el ingeniero Florentino Regalado, que valoraba en 6.570.000 pesetas el coste de reforzar el edificio. Dice textualmente que el análisis "no hace pensar que existan riesgos para la estabilidad de la estructura".

- ¿Por qué le duele tanto que se tirara?

Fue una incongruencia porque el año 92 el centro fue objeto de una importante remodelación y en el 2000 ¡al suelo!. La licitación del nuevo centro salió por más de 6 millones, pero de euros. Y ya en 1940 se habían planteado tirarlo porque durante la Guerra Civil fue utilizado como refugio por las fuerzas de Asalto y el deterioro que sufrió fue grande, pero decidieron apuntalarlo.

- Vaya, la historia se repite.

Sí que parece que estemos igual que cien años atrás en ciertos aspectos, por eso siempre digo que los colegios son historias vivas de la ciudad y que los niños necesitan recordar su colegio y no tristes barracones. Pero el tiempo no pasa en balde y no olvido la desolación e impresión de que se nos tomó el pelo porque el colegio tenía grietas, sí, pero no más que muchos otros de la ciudad.

- ¿Hay mucha crítica política en su libro?

Es un libro de investigación histórica, no hay connotación política. Las críticas que se vierten en el libro son públicas, recogidas de los medios de comunicación. Incluyo un capítulo dedicado a los dichosos barracones pero sólo son una etapa más. Si alguien debiera sentirse incómodo por hablar de un colegio actual en esta clase de construcciones no soy yo, sino otros. Cuento que el primer barracón escolar en la ciudad data de 1967 y fue José Beviá Pastor como teniente de alcalde quien los propuso por su fácil instalación y coste reducido ante el grave problema de escolarización que había y para no dejar a más de mil niños en la calle.

- Veo que sigue repitiéndose la historia.

Aquel primer barracón era pura necesidad y a juicio del concejal tenía la ventaja de ser desmontado y reutilizado, pero ahora se han convertido en un negocio. Su abuso desnaturaliza los colegios con barracas de lata impersonales y llegar a extremos como el del colegio Benalúa, una década entera en barracones, es lo que me duele, por mucho que el conseller los alabe diciendo que hasta tienen aire acondicionado.

- Usted ha escrito otro libro sobre el colegio Manjón Cervantes que, por cierto, también ha acabado en el suelo y sus alumnos en barracones desde este curso ¿a qué lo achaca?

Es por dejadez de la Administración porque aparecen deficiencias que no se arreglan en su momento y cinco años después se tiran abajo.También he publicado la historia del colegio Nou d'Octubre y del Campoamor y estoy terminado ahora la del Joaquín Sorolla.

- ¿Por qué colegios?

Tienen alma propia y soy un defensor de la pública porque en su diversidad está el éxito escolar. No reniego de la privada pero los chavales elitistas y con uniforme dicen las mismas palabrotas que el resto.

- ¿Qué aporta con su libro?

Una pequeña parte de lo que ha sido la enseñanza en nuestra ciudad y un homenaje a los maestros de escuela, con testimonios de los que pasaron por las aulas del colegio Benalúa.