Entre la sierra de Alfaro y la Serrella, ahora teñida de blanco por la nieve de hace unos días, se encuentra enclavado Famorca, un pueblo muy tranquilo y en el que el silencio de sus calles, a última hora de la tarde, se rompe por el ruido de algún tractor, vehículo o con el saludo de dos vecinos que toman sus caminos hacia casa. Allí regresan, después de una jornada en el campo, a buscar el calor de la chimenea. Sin embargo, en esta época del año no se escuchan gritos infantiles, ni tampoco se puede ver a ningún pequeño correr por estas calles o jugar con la pelota. Todo porque en Famorca no hay ningún niño censado.

De las 38 personas que residen en este pueblo -que según el INE es el que menos habitantes tiene de toda la provincia de Alicante- 21 tienen más de 65 años. Es uno de los municipios más envejecidos de la Comunidad. Pero, como en todo, hay alguna excepción, y es que sí hay dos adolescentes. Una de ellas es Ángela, de 14 años, que todas las mañanas se dirige hacia el instituto de Benilloba para estudiar de 3º de ESO. Porque en Famorca hace más de 30 años que no se imparten clases.

Fue en la década de los 70 cuando cerró el colegio y, desde entonces, los jóvenes del pueblo han tenido que ir a otros municipios de la comarca para recibir formación. En la actualidad sólo es Ángela la que participa en la ruta escolar, porque su hermana Andrea, de 16 años -la otra habitante adolescente del municipio-, asiste a clase en el instituto de Cocentaina, localidad donde reside entre semana. En invierno solo están ellas dos, "pero en verano son más los niños y jóvenes que vienen", señala Ángela, que dice que en Famorca "se está bien".

Cuando el sol ya se esconde por la sierra de Alfaro, Bautista Mansanet regresa del campo con su tractor. Está jubilado, pero aprovecha el tiempo para trabajar sus campos. Una agricultura que va a menos, ya que "se están abandondado mucho los bancales", indica el alcalde, Tomás Ortiz. Tanto él como Mansanet coinciden en que si se pagase mejor la aceituna y la almendra sería un incentivo para que la gente joven apostase por este sector y pudiera trasladarse al pueblo para cultivar y recolectar. Sin embargo "no es así", señala Mansanet. Por su parte, el primer edil explica que "hay que ponerle atención a los campos y buscar algún tipo de ayuda".

Empieza a caer la tarde, y Vicente Signes, junto a su perro, se reúne con Mansanet y otro de los vecinos, Ramón Antón. Comentan que este domingo se cierra la caza y que van a celebrarlo con un gazpacho con carne. Y es que la cacería también forma parte de la actividad de este municipio. Aunque tanto ésta como la agricultura son dos actividades que "no dan para vivir" y por eso la juventud "ha tenido que salir a buscar trabajo fuera del pueblo, porque aquí no hay ninguna salida", explica Signes, un jubilado que ha estado trabajando 39 años en Correos en Dénia "y ahora estoy en Famorca. La tranquilidad que hay aquí no se paga con dinero".

Ellos forman parte de los vecinos que están durante los 12 meses. Sin embargo, en verano están más acompañados porque "la gente que está fuera, en julio y agosto viene, por lo que seremos entre 300 o 400" señala el alcalde. Ortiz añade que "Famorca es un paraíso". Una localidad en la que no hay ninguna tienda ni servicio público, tan sólo un bar. Pero no falta de nada. Dos días a la semana, "el pescadero, el verdulero, además del médico y el farmacéutico vienen al pueblo", asegura.

El alcalde asegura que hay 73 habitantes mientras el INE marca 38

El alcalde de Famorca dice que está "cansado" de enviar al INE "un disquete con la lista de los 73 habitantes" de este municipio de la Vall de Seta. "Lo he hecho catorce veces y en ninguna lo han corregido". Tomás Ortiz se refiere de esta forma a la estadística que da el organismo nacional, y que marca que en el pueblo hay 38 habitantes. En cualquier caso, con más o menos personas, el primer edil destaca que está claro que Famorca es "un encanto de pueblo" y que "invito a que vengan a concerlo". Además, señala, "los niños de las ciudades tiene que conocer la naturaleza" que envuelve este municipio al que se llega por una carretera con sinuosas curvas, pero que merece la pena. m. vicedo