¿Saben que el cerebro de los músicos es distinto al del resto de los mortales? El suyo es más robusto y trabaja más rápido debido a que, la práctica de un instrumento, les obliga a desarrollar la capacidad cerebral para tomar decisiones y mandar órdenes al resto del cuerpo en milésimas de segundo. Igualmente, la música en los niños entrena los circuitos del lenguaje, de forma que la práctica de algún instrumento o el simple hecho de escuchar música, mejoran las habilidades lingüísticas. Así se evidenció ayer en la mesa redonda celebrada en el Club INFORMACIÓN con la que el Instituto de Neurociencias ha abierto su XIII Semana del Cerebro, un acto en el que participaron Miguel Valdeolmillos, catedrático de Fisiología y miembro del Instituto de Neurociencias, y Octavio de Juan Ayala, profesor de viola del Conservatorio.

Valdeolmillos centró su intervención en la relación entre la música y el lenguaje resaltando que "la música es un estímulo muy rico incluso para el que escucha. Escuchar es un acto activo para el cerebro que estimula zonas sensoriales, motoras, emotivas, así como la memoria y la predicción", de forma, que la neurociencia pretende, a través de ese estímulo, entender cómo funciona el cerebro. El especialista, además, resaltó los mecanismos comunes entre la música y el lenguaje. "Cuando alguien escucha música o toca un instrumento, entrena circuitos que sirven para el lenguaje, lo que es muy importante para los niños. Los padres tienen que tener claro que, incentivando la educación musical en sus hijos, están potenciando otros mecanismos muy importantes en su cerebro, y que tiene una trascendencia mayor que el mero placer por la música". Esta relación entre música y lenguaje es la que, según Miguel Valdeolmillos, posibilita que se mejoren las habilidades lingüísticas y que, con la música, se obtengan buenos resultados ante alteraciones del lenguaje como la dislexia.

Por su parte, Octavio de Juan de Ayala resaltó en su intervención las ventajas neuronales del aprendizaje musical especialmente en los niños, así como el carácter terapéutico de la práctica de un instrumento en la prevención de enfermedades neurodegenerativas y en la prevención y tratamiento del alzhéimer, el autismo o el síndrome de down. En el caso del alzhéimer, por ejemplo, Juan de Ayala destacó que "el componente de memoria de la música y sus propiedades antes de la adolescencia, tiene una capacidad de evocación mucho más potente que cualquier otro recuerdo". De los mecanismos neuronales que se ponen en marcha con la práctica musical, sobre todo, según el experto, en los instrumentos de cuerda frotada, da fe el hecho de que "la actividad humana más compleja que existe es tocar el cuarteto de cuerda Opus 131 de Beethoven" según resaltó el músico, ya que implica simultanear todas las actividades cerebrales en microsegundos. "Estudiar los mecanismos cerebrales que se producen en una interpretación tan compleja nos puede ayudar a conocer cómo funciona el cerebro".

La Semana del Cerebro se complementará con tres días de puertas abiertas del Instituto de Neurociencias por el que pasarán unos 600 escolares para participar en demostraciones y exposiciones sobre el cerebro, tal como resaltó ayer el director del centro, Juan Lerma, en el acto de apertura que contó además con la presencia del rector de la Universidad Miguel Hernández, Jesús Pastor, y del director del Club INFORMACIÓN, Francisco Sánchez.