Alicante despierta al Viernes Santo, día de la procesión oficial del Santo Entierro, tras la madrugada del Silencio. El que impuso el Cristo de la Buena Muerte en su salida desde la Concatedral de San Nicolás en una noche de respeto y recogimiento alrededor de la imagen más venerada de Alicante, la talla del escultor Nicolás De Bussy, del siglo XVII, un Cristo en la cruz que recorrió el Casco Antiguo portado por una treintena de cargadores. Trombones de varas y timbales como único acompañamiento musical anunciaban la llegada del paso, apenas adornado por cuatro velones rojos, y seguido por varios miles de penitentes anónimos que rezaban, muchos de ellos descalzos, por un trabajo, por la salud, por su familia. Desde horas antes esperaban la salida de su Cristo, lo mismo que los cofrades y damas de mantilla que tenían cita en el claustro para recoger los cirios y enseres que portaron durante la estación de penitencia.

Tras la Buena Muerte, desfilaba Nuestra Señora de las Angustias, la única imagen de Salzillo que hay en Alicante, y que pertenece a una hermandad que fue fundada en 1927, año en que un grupo de jóvenes solicitó al cabildo de San Nicolás autorización para sacar en procesión al Cristo.

Anoche participó en la procesión Pedro Antonio Moreno, sacerdote alicantino juez-auditor del Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica de España, que pronunciará el Viernes Santo el Sermón de las Siete Palabras a las 12.30 en la Concatedral.

Los cofrades de vesta y capirote negros por la muerte de Jesús, con el único toque de color en su indumentaria de las capas de paño rojo, fueron los últimos en salir a la calle el Jueves Santo, justo tras la hermandad de El Perdón, asimismo sobria y austera. Iniciaron su estación de penitencia también en San Nicolás, con la plaza de Abad Penalva a oscuras para conseguir un ambiente de recogimiento acorde con una procesión de corte medieval en la que sus cofrades desfilaban al ritmo de los tambores que rompían el silencio de la noche, en un nuevo recorrido por el Casco Antiguo.

Los penitentes rezaban el rosario en parejas en un rito que contagió al público. En esta procesión todos los participantes, incluidos los numerosos niños que desfilan, van con la cara tapada y portando cruces de madera. Todos, excepto la Policía Nacional, hermana mayor desde 1956, y escolta de los pasos: Jesús Crucificado entre los dos ladrones, restaurado hace cuatro años, y María Medianera de Todas las Gracias, luciendo en el rostro una puntilla regalo del indumentarista José Espadero. En esta ocasión, en los tronos solo había un ramo de flores regalo de una penitente ya que la hermandad ha destinado a Cáritas el dinero del arreglo floral.

Cuando estas dos procesiones daban sus primeros pasos, llegaba al final de la Rambla, anoche a rebosar de público, la numerosa comitiva de la Santa Cena. Entraron en la Carrera Oficial, donde la alcaldesa presidía la tribuna, con algo de retraso por el incidente que sufrió el trono del Cristo de la Caída, que fue retirado de la marcha cuando comenzó a crujir y estaba a punto de partirse. Encabezaba el trono de la Última Cena, el más grande de España de su hermandad, con más de 3.000 kilos de peso, y con una mesa llena de viandas que arreglaron, con todo esmero, los hermanos Fernando y Luis Cánovas, actuales priostes. Portaba frutas y un cordero donados por los Mercados Municipales. Estos alimentos se llevarán al Cottolengo, excepto las fresas, que se regalan a los sacerdotes de la comunidad salesiana. También son para los más necesitados los panes y toñas que había en la mesa.

La Santa Cena llevaba al final 225 costaleros, "gracias al trabajo y a la campaña que ha hecho el capataz, Ramón Quereda", dijo el hermano mayor, Alberto Guijarro. Al retirarse el trono de la Caída, desfiló en segundo lugar el Cristo "Esperanza de los Jóvenes", con margaritas amarillas y adornos de palma blanca. Lo anunciaban niños portando estandartes con los nombres de los apóstoles. Cerrando iba el paso de María Auxiliadora, con palio azul, que estrenaba el plateado del trono, faroles de cola, apóstoles y parihuela, en aluminio. En los parones de la marcha, los costaleros aprovechaban para subir al palio de la Virgen y encender las velas apagadas por el viento con mecheros de cocina. Tras el disgusto de los cofrades, la procesión se dirigió hacia Luceros y Alfonso El Sabio, donde cientos de personas esperaban, impacientes, su llegada.

El primer paso en tomar las calles el Jueves Santo, atardeciendo, fue la Redención, a hombros de costaleras, que lo portan desde hace ya 20 años. Es muy reconocible porque representa una cruz con un sudario, que desfiló desde la parroquia franciscana entre liliums rojos, iris azules, calas blancas, y una nebulosa de incienso. El paso estrenó los atributos de la Pasión: una calavera, la corona de espinas y los clavos. Después salió la Virgen del Mayor Dolor, del sevillano Castillo Lastrucci, sobre un lecho de claveles blancos. Iba con manto azul, pañuelo de tul en las manos, corona dorada en la cabeza y de espinas en las manos.

La procesión se fue abriendo paso por las calles de Alicante con llamativa percusión tras la cruz de guía. La agrupación La Nova de Banyeres iba detrás de la Virgen, que protagonizó un encuentro que ya se ha convertido en una tradición, a la altura de la calle del Teatro, con el Cristo de la Paz de la hermandad de Benalúa. Esta imagen encabezaba la procesión más larga de Alicante, que cambió en parte su recorrido. Tras la formación de sus dos tronos en la plaza de Navarro Rodrigo, el Cristo, de los imagineros Hermanos Blanco, decorado con claveles, echó a andar a hombros de vecinos y comerciantes, y luego salió Nuestra Señora de la Piedad y Caridad, entre orquídeas llegadas de Holanda, con sus nuevos faroles que arden con cera líquida. Con ellos dan por terminado el nuevo trono, tallado en varias fases en Lucena (Córdoba). La Policía Local, que antaño portaba las imágenes, fue esta vez escoltándolas. Los 80 costaleros volvieron del centro con los pasos a cuestas y disfrutaron de una chocolatada en plena madrugada del Viernes Santo, en el que procesionarán cuatro hermandades con otros tantos tronos.