El 14 de noviembre del año 1969 Alicante clausuraba su línea 2 del tranvía. Era la única superviviente, junto a la línea 4, de la red de tranvías que por aquel entonces recorría la ciudad.

En 1893 se inauguró la primera línea, «que unía Benalúa con el Paseíto de Ramiro», explica Alfredo Campello, presidente de la Asociación Alicante Vivo. Unos primeros tranvías «de sangre», es decir, movidos por animales que tenían sus cocheras «en la entonces denominada calle Íllice, hoy Capitán Dema». A estos tranvías siguieron otros impulsados por vapor hasta que en el año 1924 «se inaugura la electrificación de las vías».

Como en otras muchas ciudades españolas y europeas, los avances modernos dejaron en la cuneta a este medio de transporte en Alicante.

«Entonces se pensaba que el coche resolvería los problemas de movilidad de las ciudades», señala Armando Ortuño, profesor de Urbanismo de la UA y colaborador del Instituto de Estudios Económicos de la provincia de Alicante. Las predicciones fallaron, «ya que en aquellos años nadie podía pensar que habría dos y tres coches por hogar», y el asfalto se adueñó de las ciudades. Casi medio siglo después, en 1999, Alicante volvió a apostar por el tranvía.