Tiende la mano y se presenta; «Soy Juan Antonio, enfermo alcohólico». Lleva nueve años sin beber. Antes pasó por todo. Lo puede contar libremente ahora, gracias a la terapia que supone para él ir todos los días a la sede de Alcohólicos Anónimos 24 horas de Elche, participar a todas horas en juntas, escuchar y contar sus experiencias a quienes le entienden. Despliega un discurso muy poco ortodoxo, pero habla convencido desde su experiencia.

¿El alcohólico es el primero o el último en advertir que lo es?

Diría que el último. Somos muy dados a tapar, nos apartamos de la gente que más queremos, de la familia, de los amigos, del trabajo... El alcohol se apodera y encima no me doy cuenta porque pienso que no molesto a nadie y que me gasto mi dinero, mientras todos alrededor ven que algo no es normal. Ahora, cuando entro en un bar, veo que el que molesta es el borracho.

¿Qué pueden hacer la familia o los amigos para ayudar?

Sintiéndolo mucho, nada. Hasta que el alcohólico no se da cuenta de que lo es y quiere dejarlo. Pueden darle nuestro teléfono y dirección y cuando detecten que tienen ganas, que les traigan.

¿Solo esperar?

Yo siempre le decía a mi pareja que no iba a volver a beber. De rodillas, llorando, jurándolo por familiares muertos... Pero pasaba por la puerta del bar... y, venga... una «cañica»... Que una cerveza no es nada. Y ya está, ya he caído en la trampa. Vuelve a ocurrir lo mismo una y otra vez, así durante años. Sin olvidar que los alcohólicos nos volvemos agresivos y podemos crear un maltrato. Afortunadamente no tengo esa experiencia pero otros compañeros sí. Y es cierto que no querían hacerlo. El alcohólico destruye todo, también a los de tu entorno. Defiendes tu alcoholismo hasta el filo de la locura, hasta límites que ya solo tú te crees. Y a veces hasta la muerte.

Pero hay cosas que nadie debe aguantarle a nadie, ni a un alcohólico. Acaba de dar un ejemplo.

Cuando bebo hago cosas que no quería hacer, de verdad, y es cierto que al día siguiente no nos acordamos, tenemos lagunas mentales. Yo me he despertado en una celda desnudo sin saber por qué. ¿Qué puede hacer la familia? A mí me echaron de casa, me pusieron mis cosas en una bolsa de deporte y me sirvió. Puede venir bien que nos echen a la calle o que llamen a la Policía. Si mis hijos tienen hoy un padre es gracias a que acabé aquí.

Le habrán preguntado si es que no tenía fuerza de voluntad...

Con fuerza de voluntad hago el Camino de Santiago o voy de Santa pola a Tabarca a nado. Fumaba dos paquetes diarios y lo dejé con fuerza de voluntad. Cada vez que decía «voy a dejar de beber» lo decía de corazón. Pero volvía a pasar.

¿Tiene conciencia de en qué momento perdió el control?

Me gusta explicarlo de este modo: Hay gente alérgica al polvo o al polen, activa algo dentro de ellos; pues yo soy alérgico al alcohol, activa algo químico dentro de mí, me transforma. Alcohólico se nace. Si me remonto me acuerdo hasta de mi primera novia, que me dijo que cuando bebía cambiaba.

¿Qué hacen en el grupo 24 horas para que, según dicen, los médicos y la medicación no les hayan servido y venir aquí sí?

Dicen que una aguja no pincha a otra aguja. Nosotros nos sentimos identificados. Cuando llegué hace nueve años y me dijeron «se ha acabado la guerra» pensé, «¿y cómo saben estos que yo tengo una guerra?». Aquí encuentras ese puente de conexión, alguien que te dice que porque has bebido no pasa nada, que no eres culpable... Yo nací alcohólico, da igual cuándo empecé. La cuestión es que si pego un trago no puedo parar.

¿Esa lucha diaria agota?

(Parece que va a decir que sí pero cambia de opinión) ¡No! para eso están ellos (los compañeros). Esta semana ha venido una persona nueva, sangre renovadora. Después de llevar un tiempo sin beber recuperamos el olfato, vemos colores... Son cosas que ellos entienden y yo también, pero la gente que no tiene este problema no. Hace poco volví a oler el jazmín y me emocioné. Los medicamentos no nos hacen nada, los tomas unos meses y ¿al día siguiente qué? Entre nosotros nos recordamos constantemente que somos alcohólicos, que nacimos y moriremos alcohólicos.

¿La gente viene y se queda?

La gente viene y busca la pastilla mágica. Están dos semanas y ya está, pero no va así. Necesitamos ayuda diaria de por vida. El que no se queda es seguro que va a beber. El alcohólico tiene que estar en sobriedad, de esto no se sale.

¿Coincide en que hay más gente alcohólica por la crisis?

Yo bebía por una separación, porque el trabajo iba bien, porque el trabajo iba mal... Ahora con lo de la crisis... Es la excusa. «Como no tengo trabajo bebo». Son tapaderas, autoengaños inconscientes para justificar ese trago. «¿Ha nacido mi hijo? Bebo». Pero cuando yo nací mi padre no tuvo que emborracharse. El entorno no tiene que ver, el que es alcohólico lo es.

Ven a diario beber a los demás. ¿Les ayudaría en algo que se restringiera su venta o consumo?

En nada. Nunca verá una pancarta nuestra contra el botellón, porque otros pueden tomarse su vaso de vino pero yo no. Cuando paso por el pasillo de las bebidas del supermercado, me llaman. Oigo voces, en serio, ahí me doy cuenta de que soy alcohólico. Hay algo distinto en nosotros.