El alcohol es la droga más extendida, la que antes entra en nuestra vida y la que más presente está en los casos de policonsumo. El 77% de la población la consume, según la última Encuesta sobre Alcohol y Drogas en la Población General del Ministerio de Sanidad, el tabaco es la siguiente, con un 40%, los hipnosedantes el 11,4% y el cannabis el 9,6%.

Todas, excepto los barbitúricos, están más extendidas en la población de 15 a 34 años que en el resto de edades: Beber con el único objetivo de emborracharse es una realidad en el 22% de los chicos y en el 17% de las chicas entre 15 y 19 años.

Las encuesta dicen que el 36% de los jóvenes de 14 a 18 años reconoce haberse emborrachado alguna vez en el último mes, mientras que en 2006 era el 25%, con lo que en los últimos cinco años ha subido un 30%.

Aunque la media de inicio de consumo de alcohol a nivel nacional está en 16,7 años, en las Unidades de Conductas Adictivas (UCA) de la provincia sitúan el primer contacto entre los 13 y los 18 años, comenzando con el consumo ocasional los fines de semana y de ahí al regular, el abuso hasta alcanzar la intoxicación etílica, el inicio de trastornos adictivos y el paso a otras drogas.

Esa progresión la recorren los jóvenes cada vez antes, y cada vez asusta más a los expertos. No se traduce en solicitudes de ayuda hasta unos diez o quince años después, señalan desde al UCA de Elche, cuando aparecen otros problemas derivados del consumo como depresiones, ansiedad, divorcios y conflictos familiares, despidos en el trabajo, multas de tráfico...

Los adultos no están siendo tampoco un ejemplo. De hecho, se calcula que con la crisis el abuso de alcohol se ha desbocado. Se han multiplicado por doce las atenciones por este motivo en los centros de salud de la provincia en cinco años. Y una de las cuestiones que complican el abordaje de este problema de salud de primer orden es la normalización del consumo en la sociedad, lo difícil que resulta para los jóvenes ir contra corriente y lo fácil que es después, a lo largo de la vida, aferrarse al alcohol sin estar del todo mal visto.

Desfase

El psiquiatra experto en alcohología Bartolomé Pérez Gálvez (del Hospital de Sant Joan y exdirector general de Salud Pública) explica que «el porcentaje de población que tiene problemas con el alcohol se calculaba antes preguntando cuánto se bebe cada día, pero el sistema quedó desfasado porque desde hace años la gente no suele beber entre semana y practica un consumo de atracón los fines de semana». Desde 2009 y mediante encuestas domiciliarias, el Plan Nacional Sobre Drogas estima que, de media, una de cada diez personas tiene problemas con el alcohol.

Los bebedores de riesgo según los criterios tradicionales de la Organización Mundial de la Salud (quienes beben a diario más de 50 cm3 en el caso de los hombres y 30 en el de las mujeres -una cerveza son unos diez o doce cm3) son un 4,4% de los ciudadanos, con el matiz de que en la franja de edad de los 15 a los 24 años el porcentaje es del 5,5% (el 6,1% en las mujeres).

El otro criterio es del consumo «de atracón», que alcanza al 14,9% de la población entre 15 y 64 años y que es mucho más llamativo en los hombres (un 21%). Es este segundo grupo el que va en aumento, y «desde la perspectiva clínica me parece el más problemático», opina Pérez Gálvez.

La media entre las dos modalidades es ese 10% que, extrapolado a la población de la provincia de Alicante, supone la friolera de 190.000 personas. «Es difícil decir cuántos están en riesgo de ser alcohólicos, pero sí está claro que su consumo es de riesgo; Casi el 5%, en todo caso, tienen una dependencia clara», explica el psiquiatra.

Recursos

Recursos hay muchos, en el circuito sanitario y a nivel social. Uno de ellos, quizás un modelo más tradicional, es el de Alcohólicos Anónimos (teléfono de coordinación en Alicante, 679212535). En la provincia están 29 de las 550 agrupaciones que hay en España, diez integradas por castellanohablantes y 19 de colectivos ingleses, alemanes, noruegos, holandeses... Toni, delegado provincial, explica que se reúnen «para compartir experiencias sobre nuestro programa de curación e intentar ayudar a la persona que está sufriendo por su manera de beber», sin olvidar que no se dedican a «captar» ni convencer.

«Alcohólicos Anónimos no es la panacea, es una alternativa más y para la mayoría de nosotros un recurso complementario a la atención del médico de cabecera o el psiquiatra», señala. «Nosotros no somos médicos ni terapeutas y recomendamos que se acuda al médico, a una UCA o a un ingreso de desintoxicación si es necesario; lo que nosotros aportamos es ese apoyo emocional».

Terapia

En este sentido, también Pérez Gálvez rechaza que un grupo de apoyo por sí mismo sea suficiente terapia: «No es serio plantear que integrarse en Alcohólicos Anónimos sea una curación, aunque todo lo que le venga bien a un paciente bienvenido sea». Y es que, a veces, con el mejor médico el enfermo no tiene motivación y a veces quien le atiende no es especialista, pero sí se observa que si antes lo común era el bebedor social, ahora aparecen asociados trastornos psiquiátricos que aconsejan la intervención médica.

Toni señala que por ese carácter anónimo que les define «no llevamos ningún recuento, pero diría que de media recibimos a unas diez o doce personas mensuales en cada una de las 29 sedes». La multiplicación marea: Trescientas personas en la provincia pidiendo información o ayuda cada mes. Para saber si es el caso, ¿cuál es la línea roja?: «Cuando uno mismo empieza a darse cuenta de que anoche hizo algo que no controló, aunque lo justifique de cara al exterior».