En los años 80, José Manuel Reverte era el experto en anatomía patológica más conocido de España, decían de él que podía hacer "hablar" a los huesos de un cadáver hasta que proporcionaran las pistas para detener al asesino. Ahora ha puesto en su microscopio al virus del Ébola y ha encontrado culpables.

"!Son los ácaros! -afirma con rotundidad- los transmisores del Ébola. Reverte, que además fuera alcalde de Benidorm entre 1971 y 1973, pide a los investigadores que examinen a los pacientes para buscar ácaros. Seguro que encontrarán cantidad. Y quizás podría atajarse la epidemia con elementos de limpieza tan simples como el bicarbonato sódico, el alcanfor y tabletas antiácaros", sostiene.

Reverte tiene 92 años y reconoce que sus afirmaciones se basan en una "intuición". Podría pensarse que culpar a los ácaros de algo tan grave como el ébola es demasiado sencillo para ser verdad, pero hay que valorar la experiencia de quien lo dice.

Doctorado en Medicina en la especialidad de histopatología, un centenar de libros publicados, decenas de idiomas -vivos y muertos- en su cabeza, precursor en españa del CSI, investigador en anatomía forense al servicio de la Guardia Civil y la Policía en decenas de casos "sonados" y 24 años de experiencia en Panamá abriendo centros de Salud para atajar la Tularemia, la Enfermedad de Chagas, la Fiebre de las Montañas Rocosas o la Leishmaniasis. En muchas de ellas el vector de transmisión, dice, "era un ácaro".

Según la OMS, "los pacientes son contagiosos mientras el virus esté presente en la sangre y las secreciones". "Se considera que los murciélagos frugívoros son posiblemente los huéspedes naturales del virus del Ebola en África". También se considera huéspedes naturales a primates (monos y macacos), y cerdos, entre otras especies.

"No es la sangre ni los fluidos. ¡Son los ácaros los transmisores!", enfatiza.

"Hay cerca de un millón de especies de ácaros y solo 30.000 están estudiadas. Los ácaros son responsables de muchas de las enfermedades contagiosas conocidas, incluso se ha demostrado que pueden transmitir el sida", agrega.

Los ácaros, del griego "akares", que significa diminuto, son en su mayoría microscópicos y muy pocos se nutren de sangre humana (la garrapata por ejemplo, que además es de los pocos claramente visibles). La mayoría se alimentan de restos de piel, pelos y detritus de los animales que parasitan, incluidas las personas.

José Manuel Reverte cuenta como, en su larga etapa como promotor de los sistemas de salud en Panamá, en colaboración con el Instituto Gorgas y el Smithsonian, a los que sigue vinculado, pudo comprobar al microscopio la presencia de ácaros en las muestras (tinciones) que se recogían de pacientes con enfermedades contagiosas.

"Yo, modestamente, me gustaría decirles a mis compañeros de la OMS 'estáis buscando mal' en el caso del ébola. ¡Nadie ha hablado de ácaros y son peores que los microbios!", subraya.

El virus del Ébola, que toma este nombre del pequeño río de la República Democrática del Congo junto al que aparecieron en 1976 los primeros casos, es letal entre un 50 y un 90 por ciento, no hay por el momento una vacuna que lo controle y ha matado a más de 700 personas en el último brote detectado.

Desde su residencia en una zona tranquila del barrio universitario de Moncloa, en Madrid, Reverte rememora sus clases en la universidad como discípulo de Severo Ochoa y otros 'grandes' de la ciencia española, y sus primeras visitas como ayudante a los quirófanos, con poco mas de 15 años, durante la Guerra Civil.

También los casos "sonados" en los que los investigadores de la Guardia Civil le llevaban los restos de algún esqueleto para ayudarles en la identificación. De ahí salió su libro "Los huesos hablan" y el famoso caso de los asesinatos del mesón del Lobo Feroz, en el que dos prostitutas habían sido asesinadas y emparedadas en el sótano de un mesón del centro de Madrid.

Las investigaciones de José Manuel Reverte ayudaron a desentrañar este caso y a detener al asesino.

En su trabajo analizaba cualquier marca de los huesos para saber si el arma homicida era una pistola o un cuchillo y calculaba el tiempo transcurrido desde la muerte por los insectos, gusanos y bacterias que acompañaban al cadáver.

Los ácaros, dice, han estado presentes en sus pesquisas para hallar a los responsables de una muerte a lo largo de toda su dilatada carrera profesional.