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La pobreza es vegetariana

Más de 50.000 personas en la provincia no pueden permitirse comer carne o pescado cada dos días

Más de 50.000 personas en la provincia no pueden permitirse comer carne o pescado cada dos días

Más de 50.000 personas en la provincia no pueden permitirse comer carne o pescado cada dos días

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Más de 50.000 personas en la provincia no pueden permitirse comer carne o pescado cada dos días Pino Alberola

Más de 50.000 personas en la provincia de Alicante no pueden permitirse comer carne o pescado cada dos días. Así lo pone de manifiesto el Instituto Nacional de Estadística y lo sufren quienes a diario hacen cola a las puertas de las instituciones benéficas para conseguir algo de comida. «En ningún sitio reparten alimentos frescos, únicamente el companaje que te dan en el bocadillo en la cola de Cáritas», señalaba estos días Ramón Galbis mientras esperaba a espaldas de Nuestra Señora de Gracia par recoger una bolsa con alimentos.

Y es que después de tantos años de crisis, comienza a resentirse el riñón de algunas asociaciones que nacieron con mucha voluntad de ayuda, pero con pocos medios. «No podemos dar todo lo que quisiéramos», señala Antonio Moya, presidente de la asociación de vecinos La Prosperidad de San Gabriel. Esta entidad gestiona un comedor social que a diario da de comer a un centenar de personas. «El Banco de Alimentos y algunos supermercados nos dan comida, pero siempre verduras y hortalizas y productos no perecederos». Moya lamenta, irónico, que «nos estamos convirtiendo en vegetarianos». Con un poco de suerte, «de vez en cuando un supermercado nos da paquetes de sepia congelada y con eso nos montamos una paella, pero lo normal es que siempre demos de segundo huevos con patatas fritas y así día tras día».

Este comedor abrió hace dos años para dar de comer a 30 personas. Hoy son más de cien y con lista de espera. «Con todo el dolor de nuestro corazón a diario tenemos que dejar fuera a 50 personas porque no damos abasto, no tenemos recursos propios y dependemos de la solidaridad de vecinos, empresas y de las aportaciones Banco de Alimentos». Para poder recibir un plato de comida en el comedor de la asociación, muchas personas caminan kilómetros acompañados de sus hijos pequeños o familiares mayores. «Vienen de Virgen del Remedio, de Colonia Requena... yo me hago cruces cuando me cuentan lo que hacen para venir hasta aquí». Para paliar esta situación, afirma Moya, «el Ayuntamiento se ha comprometido a darnos unas cuantas tarjetas de autobús, para que la gente de las zonas más alejadas pueda venir a comer».

Ramón Galbis es una de estas personas que ha diario recorre hasta 5 kilómetros para poder sentarse a la mesa en el comedor de San Gabriel, «la única institución en la que te dan de comer de una manera digna». Este vecino de Alicante, que desde hace unos años vive de la beneficencia, critica la dispersión de recursos para las familias pobres y las exigencia que imponen en algunas instituciones. «Hay sitios en los que para poder ducharte y tomar un café tienes que ser toxicómano, es absurdo». El día a día de personas como Galbis se va en buscar qué comer. «A primera hora me ducho en el albergue, luego bajo hasta el centro para que me den un bocadillo en Cáritas de San Nicolás y después a Cáritas de Nuestra Señora de Gracia, donde reparten bolsas de alimentos. De ahí al comedor social de San Gabriel... y ya he echado toda la mañana». «¿Así quién busca empleo?», se pregunta

Desde otras entidades de mayor tamaño, como Cáritas, alertan de que las grandes cifras de la pobreza en Alicante están aún lejos de ser un mal recuerdo.

«En el último año se ha producido una leve bajada en el número de personas que atendemos, pero sus necesidades se han incrementado», sostiene Jaime Pérez, presidente de Cáritas en Alicante. Tras muchos años de crisis económica, la gente necesitada los es desde muchos más ángulos. No sólo necesitan de alimentos, también de otros recursos como productos de higiene, ayudas al alquiler, dinero para pagar el gas, la luz...«La pobreza se ha cronificado, mientras las redes familiares están cada vez más debilitadas, los subsidios se acaban y el dinero de las indemnizaciones que en su día se dieron por los despidos ya no existe».

Aunque en el último año Cáritas ha hecho un esfuerzo para incrementar los fondos dirigidos a atender a estas personas, Pérez confiesa que los mensajes que se dan en los medios de comunicación a veces no ayudan.«Continuamente se lanzan mensajes de que estamos saliendo de la crisis y eso hace que la gente se relaje, que piense que ya no es necesario ayudar, cuando la situación está lejos de solucionarse».

Desde Cruz Roja también constatan este aumento de las necesidades. «Hay una estabilidad en el número de personas en situación de pobreza, pero la respuesta es cada vez más diversificada porque las personas cada vez tienen más dificultades», señala Miguel Ángel Rodríguez, coordinador provincial de Cruz Roja. Al principio de la crisis, recuerda, «era sobre todo reparto de alimentos, ahora pagamos suministros, material escolar, productos de higiene y hemos incrementado las ayudas que que damos para pagar becas y estudios». Una respuesta más diversa, «unida a la vocación de Cruz Roja de trabajar en la globalidad de las necesidades de las personas para su inserción plena».

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