«Las calas se están deteriorando y no hay ningún tipo de mantenimiento. Está todo hecho polvo. Llevamos 30 años viviendo aquí y ya no quedan calas, sólo apenas tres y también se están echando a perder. Hay un muro de contención y se está derrumbando, todo está lleno de piedras. Están sucias, y no recogen todas las algas. Los espigones están deshechos, el mar se lo está llevando, no queda arena. La gente hace barbacoas al lado de los arbustos y de los pinos hasta las seis de la madrugada, con el consiguiente riesgo de incendio, y la Policía ni siquiera viene».

Es el desolador panorama que describen vecinos de la Finca Adoc y usuarios que frecuentan las calitas vírgenes desde Rocafel hasta la playa de la Albufereta, preocupados por el estado y el futuro de estos espacios naturales. Recuerdan cómo, hasta hace varios lustros, había una decena en condiciones aceptables, pero en la actualidad quedan un tercio, «y en pésimas condiciones», explican. Tal es la situación que creen que en cinco años no quedará ni una si las administraciones, a las que acusan de desidia, no hacen algo para remediarlo.

«Es un compendio de cosas. Dejadez, desidia, dejar que esto que era una zona natural y virgen muy bonita se estropee. Apenas quedan calas. Acabará siendo una zona rocosa, y no habrá playa ni zona de baño. Es una catástrofe medioambiental. Con todo lo construido de por sí ya quedaba poco y no lo cuidan». Una de las más afectadas es la Cala del Francés, la única con nombre propio, que es la última que hay entre Rocafel y Adoc antes de enfilar un sendero peatonal. Antes tenía arena, no había tanta roca en la playa, y el muro que la limita no estaba desprendido, como ahora. Un deterioro que se ha producido de diez años para acá.

«No entendemos cómo una cosa tan bonita no tiene ningún cuidado. Simplemente con unos rastrillos nivelarían la arena, porque se ha hecho una especie de escalón y es muy incómodo a la hora de disfrutar un poco del mar». Las calas aparecen en plena temporada alta repletas de algas y eso que en julio y agosto entra un pequeño camioncito a recogerlas, explican los vecinos, pero no el resto del año. «Nos dicen los servicios de limpieza que no pueden entrar la máquina, y que sólo pueden llevarse un máximo de ocho bolsas de algas». Por ello, los usuarios hace un par de veranos recogieron ellos las algas y las acumularon en un lado.

Estas calas son la asignatura pendiente de Costas y del Ayuntamiento de Alicante. Los espigones están destrozados por la erosión de los temporales, y en muchos puntos las olas rompen ya directamente contra los muros de contención que protegen las viviendas de la zona, construidas en los años 60 en terrenos ganados al mar.

Mientras el Ayuntamiento afirma que la presencia de algas en estas playas naturales demuestra la buena calidad del agua, los vecinos urgen la reparación de los espigones. La asociación Playa Blanca expuso la situación al concejal de Medio Ambiente, Víctor Domínguez, y al de Coordinación de Proyectos, Natxo Bellido. Se habló de un proyecto para reforzar los diques y que los vientos que se llevan la arena no entren tanto.

Los vecinos denuncian que no recogen las papeleras, plagas de mosquitos, la falta de iluminación en el paseo de la playa, en la calle Sol Naciente; y que las escaleras para bajar con los carritos a la playa están rotas. «Existe una gran dejadez en toda la zona. Es como si no pagáramos impuestos y no tuviéramos derecho a servicios». Les falta aparcamiento y el estado del túnel de la torre Vistamar es deplorable, «lleno de orines y de cacas» y cortado a la circulación sin previo aviso, por lo que se crean graves problemas cuando entra algún conductor despistado buscando la playa. Los vecinos pagan el mantenimiento de los jardines.