Lleva sus 101 años con la alegría de una joven de 20. Tanto que no perdona su maquillaje diario ni sus joyas. Teresa Navarro es una de las 400 centenarias que residen en la provincia. Ella en concreto vive en Alicante, con su hija, en una soleada casa junto al Teatro Principal. Cuando se le pregunta por el secreto para alcanzar tan longeva vida, ella lo tiene claro. «Comer, beber y ser muy feliz». Máximas que aplica día a día. «Come de todo y bebe a diario una copita de vino», señala Ana Lucía Gómez, quien cuida de Teresa desde hace diez años.

Respecto a lo de ser feliz, salta a la vista. Porque esta anciana centenaria no se quita la sonrisa de la boca y su apariencia también transmite alegría. El día de esta entrevista con un colorido jersey rosa, melena de peluquería y zapatos estilo «sabrina». «Odia el negro, jamás consiente en ponerse nada de este color y tampoco deja que los demás nos lo pongamos cuando estamos con ella», señala su nieta, Encarnita Fabregat, quien acumula mil anécdotas sobre Teresa. «Hace poco fuimos con ella a comprarle una enagua. La dueña de la tienda le sacó una negra y ella le preguntó si no tendría de otro color. ¿De cuál?, le preguntó. Pues rosa, o violeta... cualquiera, menos negro, contestó».

Su estado de salud es muy bueno en general y sólo toma una pastilla al día para la tensión. También su memoria es buena, «sobre todo para las cosas del pasado, lo de diario se le olvida un poco», señala Ana Lucía.

Pese a la época tan dura que te tocó vivir, con una Guerra Civil por medio y una difícil posguerra, Teresa no duda en decir que ha sido muy feliz. «Mi marido me adoraba, mis hijos me han querido con delirio y mis nueras también, ¿qué más se puede pedir?». De sus años de juventud atesora sobre todo los recuerdos de su marido. «Los domingos íbamos a comer al Capitol, después a ver el Hércules y luego al teatro o al cine». Para conmemorar aquellos años, sus hijos y nietos le ponen de vez en cuando piezas de zarzuela, un género que a esta centenaria le encanta.

Aunque de una manera mucho más sosegada, a Teresa ahora la casa tampoco se le cae encima. «Salimos a pasear todas las mañanas, y llegamos hasta el puerto. La calle le gusta mucho», explica su cuidadora. El resto del tiempo lo pasa viendo la tele y leyendo el periódico, «algo que no perdona ni un solo día».

Teresa tuvo dos hijas y un hijo, aunque una de ellas falleció. Con 8 nietos y 13 bisnietos, esta gran familia celebra por todo lo alto cada uno de sus cumpleaños, desde que sopló la tarta de los 100 años. «Entonces le hicimos un pastel decorado con un bolso de Chanel y un pintalabios en alusión a lo coqueta que es», explica Encarnita Fabregat.