La pasión y muerte de Cristo que se conmemora el Viernes Santo tiene su inicio en una mesa, la de la última cena. Un episodio que en Alicante recrea año a año la salesiana cofradía de la Santa Cena con un paso enorme, el más grande de España de su hermandad, con más de 3.000 kilos sobre las espaldas de 220 costaleros. Ellos mecen por las calles el Jueves Santo una representación, con todo lujo de detalles, de este episodio evangélico en el que Jesús comparte alimentos con sus doce apóstoles.

Unas viandas que en el paso alicantino son naturales, desde las frutas hasta el cordero pascual, que después donan al Cottolengo. Salvo las fresas, que por tradición se quedan en la comunidad salesiana. La mesa la preparan los cofrades con mimo, en las horas que preceden a la procesión. Este Jueves Santo el trono estrenaba canastilla en plata repujada, recién remodelada por un orfebre de Ciudad Real, con nuevo dibujo pero igual de grande que antes, y realzada por un lecho de flores moradas, naranjas, amarillas.

La hermandad fue fundada en 1851 pero desapareció. Los Salesianos la rescataron en 1962 comprando las imágenes, las andas y el material en la Casa Santa Rufina de Madrid. Los tambores propios de la Cena abrieron la procesión, que estrenaba cruz de guía, incensario en plata y libro de reglas.

Después de salir de su templo, la Santa Cena se «encontró» en la avenida de la Estación con los otros tres pasos de la hermandad: el Cristo de la Caída, con su trono de madera labrado sobre el que caían ramilletes de calas rojas; el Cristo Esperanza de los Jóvenes, imagen anónima del siglo XIX adornada de flor rosa y blanca; y María Auxiliadora del Pueblo Cristiano, con su rostro paciente realzado por la luz de los cirios y bajo palio azul y oro. Se narraron allí, a sus pies, los episodios de la Pasión que refleja cada paso.

Sus vestas y penitentes se dejaron ver poco antes que los nazarenos de la Santa Redención en un cortejo iniciado por música de viento y percusión anunciando una riada de penitentes de grana y negro. La Cruz Redentora, el primer trono de la Semana Santa alicantina portado íntegramente por mujeres, estrenaba faldones en terciopelo negro con bordados en plata en un trono que sobrecoge con su calavera. Tras ella, María Santísima del Mayor Dolor, con manto berenjena y flores blancas.

A su ritmo fue desfilando esta procesión en dirección a la Carrera Oficial hasta cruzarse, ya de vuelta a su templo, con la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad y Caridad, y Cristo de la Paz, procedente de Benalúa, dispuesta a pedir la venia. A la altura del Teatro Principal celebraron su ya tradicional Encuentro en un momento esperado por muchos alicantinos.

El paso del Cristo de la Paz estrenaba en esta ocasión el nuevo arco de campana y la Virgen un sudario recién bordado para realzar la escena de la Piedad. De origen cartagenero, en sus primeros años los hermanos de fila iban unidos por un cable que suministraba electricidad a los hachones.

El brillo y la música rompiendo la tarde alicantina se apagaron cuando las calles más próximas a la Concatedral de San Nicolás de quedaron a oscuras. Era noche cerrada y de acercaba la hora de la salida de las procesiones más austeras de Alicante, El Perdón y el Cristo de la Buena Muerte.

Los hermanos de fila vestidos con sacos y capirotes negros rezando el rosario sorprendieron a los que acudían por primera vez. Las cruces de madera y las antorchas se fueron alejando hasta el Casco Antiguo mientras asomaban por el templo las imágenes del Cristo junto a los dos ladrones, y María Medianera de Todas las Gracias, imagen anónima, antes Virgen de la Corona de Espinas. Estos pasos van con la banda de tambores de la hermandad como único acompañamiento.

Si El Perdón celebraba este Jueves Santo el 60 aniversario de su primera salida procesional, la hermandad del Cristo de la Buena Muerte cumplía 90 años desde su fundación. Fue en 1927 cuando un grupo de jóvenes pidieron al cabildo sacar en procesión a un Cristo crucificado, joya de la escultura religiosa. Es el Cristo de la Buena Muerte, una de las más antiguas y veneradas, de autor desconocido, y del siglo XVII. Llegó a Alicante con la orden dominica.

Denominada procesión del Silencio porque sólo lleva tambores de varas y timbales, se completa con Nuestra Señora de las Angustias, única imagen de Salzillo que queda en Alicante, de 1762. Detrás, gran cantidad de penitentes haciendo promesas, descalzos, rezando, mientras un coro cantaba misereres a los pasos.

La Semana Santa entra en su recta final con las cuatro procesiones del Viernes Santo -la Sentencia, Mater Desolata, el Sepulcro y la Soledad- y con el Encuentro bajo aleluyas del domingo entre el Resucitado y la Virgen de la Alegría.