A Dori Pastor le brillan los ojos cuando habla de Paco «el del Cinet», quien, trasladando un proyector en su moto, iba por las pedanías pasando películas a los vecinos con una sábana como pantalla y las propias sillas de los vecinos como sala de cine. «Y el día que pusieron Currito de la Cruz la gente corría al ver los toros», recuerda su marido Ángel, riendo. De aquellos tiempos de mediados del siglo pasado, cuando había cine en la casa de Paco, poco queda, aunque no pasa día en que su hijo Paco Galiana, que se fue a vivir a San Vicente, no se pase por la pedanía para echar un vistazo a sus tomates y a sus gallinas o para tomar un café en El Pintat, en único bar de la zona, «porque esto me gusta mucho».

Esto que tanto atrae a Paco Galiana es La Cañada del Fenollar, una partida de 11 kilómetros cuadrados de campo en los que se encuentran preciosos chalés con piscina, viejas casas rurales hechas polvo, viviendas de una planta en pequeños núcleos, y caminos, ramblas, boqueras y barrancos. Se trata de una partida alicantina marcada por su abrupta orografía, con sinuosos caminos, que fue ruta trashumante de ganado en el pasado y cuya economía, además de a la ganadería y a la agricultura de almendros, olivos y algarrobos, siempre se ha vinculado a las canteras y a la fabricación de yesos. De hecho, una de las construcciones más características de La Cañada es la enorme mole blanca de la fábrica de yeso Algiss, actualmente cerrada.

Ésta es de las pocas pedanías alicantinas que dispone de colegio, centro médico, farmacia y centro social, además de dos tiendas de ultramarinos. Muchos servicios en apariencia pero insuficientes a juicio de los residentes cuyas reivindicaciones se gestionan a través de cuatro asociaciones de vecinos nada menos.

Dori Pastor es la presidenta de la Asociación Santiago Apóstol, creada hace 38 años. Considera que el ambulatorio, que abre hasta mediodía se queda pequeño. «Hay un médico y un ATS, y nos gustaría que hubiera un pediatra pero pusieron uno y al mes lo quitaron porque la gente no iba», indica, para añadir que, al igual que en la mayoría de partidas rurales, uno de los mayores problemas es el del transporte «Hay gente que tiene que andar hasta dos kilómetros para llegar a la parada del autobús. La solución puede ser el taxi a demanda» que prometió el nuevo equipo de gobierno a las partidas.

Dada la accidentada orografía de La Cañada del Fenollar y el continuo trasiego de camiones por la cercanía de las canteras, el estado de los caminos y las ramblas lleva de cabeza a los vecinos tal como señala Manuela Carretero, presidenta de la Asociación de Vecinos Alabastre-La Meca. «Por el camino de La Meca pasan constantemente camiones llenos de tierra y el polvo es insoportable. Estamos desesperados. Pedimos que rieguen los caminos para que no se levante tanto polvo, pero ni caso. Las casas por esta zona siempre están llenas de polvo. Limpias y a la hora está todo hecho un asco», señala la representante vecinal, quien además denuncia el mal estado de muchos caminos agravado por el peso de los camiones en unos casos, y por la falta de asfaltado y de cuidados, por otro. Así, por ejemplo, alude al camino del Gato para denunciar la falta de desbroce con matojos que cubren los laterales de los caminos de la zona «sin que nadie haga nada».

Por si fuera poco, las lluvias torrenciales de esta primavera han dejado intransitables muchos accesos. Especialmente reivindicativo ante el mal estado de ramblas y boqueras en la pedanía es José Vicente Toledo, presidente de la Asociación de Vecinos Sant Jaume de la Cañada, a quien su ceguera no le impide acudir de una administración a otra para intentar que se reparen estas infraestructuras. «La mayoría de caminos están abandonados, sin visibilidad, con el asfalto roto, montones de escombros... es un desastre».

A su juicio, muchos de los problemas de La Cañada se originan porque se ha permitido construir en zonas de rambla. «Por ejemplo, en el camino del Parral en 2010 permitieron hacer una obra reduciendo la rambla a 1,5 metros en vez de los 5 que tenía. Al poco se hizo un tapón y, con la lluvia, reventó todo». Efectivamente, no parece haber un vecino en La Cañada satisfecho con los viales. Muy indignados están también los vecinos de la calle Lirio, que esperan desde la última lluvia torrencial a que se adecente la zona, que quedó destrozada, sin resultados.

María Victoria Ruiz, presidenta de la Asociación de Vecinos Las Dos Calles del Muro, se ocupa de los problemas del Barrio Granada, un nucleo urbano de la Cañada del Fenollar formado por apenas dos calles y cuyo pequeño tamaño y cercanía a San Vicente del Raspeig, la hacen prácticamente invisible para Alicante, según denuncia la presidenta.

En el barrio Granada, al igual que en toda la pedanía de La Cañada del Fenollar, se está detectando en los últimos años un cambio poblacional. Tal como señala Victoria Ruiz «la gente mayor se va y los jóvenes están volviendo», una tendencia que ratifica Manuela Carretero: «En seis meses han comprado viviendas aquí cinco parejas jóvenes, muchas con niños».

Estos niños, con algo de suerte, ya no estudiarán en el actual colegio de La Cañada situado en la carretera de La Alcoraya y en el que hay ocho barracones donde unos 180 niños de cinco pedanías reciben clases en aulas pequeñas y abarrotadas y para más despropósitos, en una zona inundable.

Está prevista la construcción de un nuevo colegio en La Cañada que en teoría estará acabado en enero de 2019 aunque se tienen que subsanar algunos problemas como la falta de un colector. La Asociación de Padres espera que las obras no se retrasen aunque temen que el centro nazca ya pequeño porque el anuncio de su construcción está provocando un repunte en las matrículas, tal como han señalado Diana Vidal y Aitana miembros del AMPA.

Los padres y madres consideran además que el nuevo colegio tiene que tener doble línea y han pedido también un instituto en la zona hasta cuarto de la ESO «pero a todo nos han dicho que no». También piden que en el nuevo centro se creen espacios comunitarios como gimnasio, biblioteca o salón de actos que también puedan utilizar los vecinos de las partidas.

Ermita y lavadero

Uno de los puntos neurálgicos de la pedanía es la Ermita de San Jaime, construida sobre 1778 y reconstruida en 1950. Situada en una replaceta, aquí se celebran las fiestas patronales de San Jaime y la Virgen del Carmen en julio con una cena de sobaquillo, ofrenda de flores, procesión y verbenas. También aquí celebra sus fiestas a finales de agosto la Asociación de Vecinos de Santiago Apóstol en las que se mantienen tradiciones como el baile del farol, «en el que las parejas bailan con un farol en las manos hasta que se apaga y las tres últimas reciben premios», tal como cuenta Dori Pastor, quien destaca que los juegos más tradicionales de la pedanía son la brisca y el caliche al que vecinos de la zona suelen jugar por las mañanas frente a la ermita.

En La Cañada, llamada del Fenollar por el hinojo (fenoll) de la zona, quedan vestigios de su pasado como varias casas rurales, un horno árabe y un viejo lavadero, hoy prácticamente destruido, pero que durante un tiempo contribuyó notablemente a sostener la economía de las familias de la pedanía, ya que a él acudían muchas mujeres de la partida a lavar la ropa que recogían de hoteles y casas pudientes de Alicante.