El profesor no tiene mesa, ni silla, ni pizarra, ni mucho menos una tarima desde la que dirigirse a los alumnos, entre otras cosas porque no se da la lección.

Son los estudiantes, sin pupitre asignado tampoco y agrupados en mesas circulares, quienes aprenden de forma autónoma con la ayuda de su grupo de compañeros, distintos cada día, y como mucho, el apoyo del profesor.

La enseñanza del siglo XXI se abre paso desde este curso en el colegio concertado Jesuitas de Alicante con el firme propósito de la dirección de generalizarla en todos los niveles en el plazo de cuatro años, hasta completar toda la enseñanza obligatoria.

Basada en proyectos educativos diseñados por los profesores, a partir de relacionar distintas asignaturas para cumplir, aunque de forma muy distinta, con los mismos contenidos que establece el currículo oficial, en apenas un mes de curso los más pequeños de tres años y los de 9 años en cuarto de Primaria, -con los que arranca este modelo de enseñanza este año-, se mueven ya por el aula como peces en el agua.

«La escuela de antes era lingüística, mucho leer y escribir, pero hay niños más kinestésicos que necesitan movimiento, música, y todo tipo de actividades que fomentan su aprendizaje, y no siempre las mismas», explica Ignacio Aracama, tutor de cuarto de Primaria, mientras se acerca a uno de los grupos que busca en internet quién era Darwing y quieren saber qué más posits incluir en el «muro» de su pantalla.

En su ambiente

Resulta increíble ver a los 60 alumnos de esta clase enfrascados en sus ordenadores y compartiendo con el de al lado sus dudas, o el interés sobre lo que encuentran.

Ni gritos ni voces, aunque todos ellos hablan, y atentos por si el profesor levanta la mano, porque eso quiere decir que hay que guardar silencio puntualmente.

Jorge, Nacho y Rodrigo han elegido a George Patton entre los personajes históricos y ya saben que fue «general del equipo de EE UU en la Segunda Guerra Mundial», y que «tenía dislexia», explican entusiasmados.

«Sin libros», «ahorrando papel sin cortar árboles», y «trabajando juntos», demuestran estar encantados con el cambio que experimentan en las clases este año: «Está chulo».

«Parece que lleven así toda la via, están en su ambiente, es lo que más nos ha sorprendido. A nosotros nos cuesta mucho más porque estamos más encorsetados», afirma el tutor, y lo corrobora Laura Calpena, profesora con la que comparte el aula.

En el otro extremo del centro Magdalena Cerdán con la tutora de Infantil, Aida, y Pepi, educadora de apoyo, dan la bienvenida a los pequeños de 3 años al castillo, el cole, del que van a conocer las estancias, el papel de cada uno y actividades sin fin con las que desarrollar el habla y evitar dislalias relacionadas, en ocasiones, con malos hábitos en la alimentación o exceso de chupetes y biberones, añade el coordinador del proyecto, Pablo Miñano. «Aprenden el doble y la atención es más individualizada», afirma la maestra.