Colores brillantes, trajes alegres y luminosos, toros que miran al espectador, que descansan o corren en el campo o que embisten a un capote. El mundo taurino es el eje de la obra de Jesús Molina, un albaceteño afincado en Alicante desde 1983 que, tras su jubilación de Campsa donde trabajaba como mecánico, optó por dedicarse a lo que en la actualidad es su «gran pasión»: la pintura taurina.
Consciente de la polémica que envuelve al mundo de los toros en la actualidad, y para no encrespar los ánimos de los antitaurinos, Molina en esta exposición -su cuarta muestra en solitario- ha evitado mostrar cuadros en los que haya sangre o se vea el sufrimiento del toro. «Aquí en el museo estoy más tranquilo porque esto está protegido, pero cuando expuse en Albacete sí tuve miedo de que alguien entrara a la sala de exposiciones y dañara los cuadros». Él prefiere no entrar en polémicas: «Yo lo que hago es pintar sobre un mundo que me apasiona y que me parece de lo más artístico» señala.
Cuenta Molina que sus inicios en la pintura fueron de lo más curiosos ya que empezó a plasmar motivos y detalles taurinos en un viejo ordenador que le compró a su hijo por su comunión. Pero fue después, cuando la jubilación le dejó tiempo libre, cuando cambió el ratón del ordenador por los pinceles, y empezó a pintar al óleo. «Vi que me gustaba y no se me daba mal y empecé a tomar clases para perfeccionar mi técnica».
Desde finales de septiembre y hasta el día 16 de este mes, Jesús Molina presenta el fruto de ese trabajo en el Museo Taurino de la Plaza de Toros de Alicante, en una muestra que antes incluso de la inauguración, ya suscitó la curiosidad de los visitantes al museo, turistas extranjeros en su mayoría, que quisieron conocer al pintor de esos cuadros tan coloristas y realistas en los que el pintor refleja su amor y respeto por el mundo de los toros.
