Solo tres matrimonios sustentan la barraca «Festa i Trons» y no con pocas dificultades. Al sacrificio económico y el esfuerzo personal se suma la lucha titánica contra las modas. Esta barraca es el fiel reflejo de lo que ha ocurrido en las Hogueras de los últimas décadas. Si en los 90 llenaban las calles de Alicante más de un centenar de barracas, treinta años después su número se ha reducido a más de la mitad y solo 48 subsisten, muchas de ellas con apenas un puñado de socios.

Para el delegado de Barracas de la Federación de Hogueras, Javier Claver, en los últimos años se ha producido un cambio de costumbres. «En los años 80 y 90 la única diversión que había por las noches en Hogueras eran las barracas. Hoy en día existen racós montados por comisiones de hogueras que mueven a mucha gente y varios racós "populares" que atraen a los jóvenes y contra los que es muy difícil competir». Claver también cree que la crisis económica de los últimos años ha hecho mucho daño.

Los racós comenzaron a implantarse en los años 90 de la mano de las comisiones, algo muy diferente al caso de las barracas, que no tienen por qué estar vinculadas a las hogueras, son entidades propias. Pero las diferencias no se quedan ahí. Por lo general en la barraca la gente pasa más tiempo, come, cena y hasta se juegan partidas de dominó o cartas. Son espacios que cuentan con servicio de restauración. Los socios llegan con lo puesto y allí piden la comida y la bebida. Durante todo el año, estos socios pagan su cuota y organizan actividades, como cenas y comidas por San Valentín o Navidad. Sin embargo en los racós se funciona de otra manera. Los socios solo van a comer o cenar. Por lo general se llevan la comida y la bebida de casa, aunque los grandes racós ya cuentan con sus barras propias en las que se sirve comida y bebida. Los racós atraen sobre todo a familias ajenas a las Hogueras, que durante las fiestas alquilan una mesa para juntarse con la familia y los amigos. De media, pertenecer a una barraca puede suponer un desembolso anual de 600 euros, mientras que por 200 euros se puede tener una mesa en un racó los días de Hogueras.

A pie de barraca, los socios de algunas de las más pequeñas también creen que es muy difícil competir con los racós. «Estos espacios nos han hecho hacen daño, porque a fin de cuentas salen más baratos, sobre todo para la gente que no está vinculada a la Fiesta y que solo quiere alquilar una mesa para las Hogueras», señala José Rodríguez, de la barraca «Tot es fum», que con 35 años de historia tiene en la actualidad 15 miembros.

Teresa Jerez, presidenta de «Festa i trons», critica que los estatutos de las Hogueras «impiden que las barracas hagamos publicidad durante el año por el barrio, mientras que en mayo las hogueras ya están ofertando sus mesas de los racós». Jerez ha puesto este año toda la carne en el asador para que su barraca no desaparezca. «Me puse en contacto con el Hércules y con el alcalde y me han dicho que estas fiestas nos visitarán en muestra de apoyo».

En la barraca «Cent i la mare», con ocho socios, están tratando de captar matrimonios mayores, ya que los jóvenes «se han acostumbrado a vivir la fiesta de otra forma y prefieren irse al centro», explica su presidente, Efraín García. Con 30 años a sus espaldas y cerca de 40 socios en sus buenos tiempos esta barraca trata de subsistir para mantener una forma muy particular de vivir las Hogueras. «Aquí conviven los abuelos, los padres y los nietos en fiestas y durante todo el año mantenemos un contacto muy estrecho. En los racós todo es diferente, la gente come y se marcha».