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Más de 400 pequeños comercios de Alicante echan el cierre en los últimos cinco años

Más de 400 establecimientos de toda la vida cierran en los últimos cinco años por la pérdida de rentabilidad

La destrucción del comercio tradicional que se había detectado en el Centro Tradicional se extiende también a los barrios de Alicante con una mayor tradición en este tipo de negocios de toda la vida, donde en los últimos cinco años han cerrado más de 400 establecimientos. La pérdida de rentabilidad económica, los elevados alquileres y los impuestos a los que tienen que hacer frente así como la falta de aparcamiento que empuja al cliente a los centros comerciales, las deficiencias en seguridad, limpieza e iluminación son las principales causas de este bajón en una actividad que da trabajo en toda la ciudad a más de 15.000 personas. Solo en concepto de IBI el Ayuntamiento ingresa al año 10 millones de euros del pequeño comercio.

Las asociaciones de comerciantes de los barrios coinciden en diagnosticar al comercio tradicional como un enfermo de difícil cura: reclaman al Ayuntamiento inversiones, más dinamización y actividades de animación para intentar salir a flote.

En Alicante sobreviven unos 4.000 establecimientos, frente a los alrededor de 6.000 que había antes de que se iniciara la crisis. La mayoría echó la persiana en los primeros años de la recesión pero en el último lustro la pérdida de tejido comercial no cesa. Solo en el Centro Tradicional han desaparecido más de cien. Se destruye comercio de calidad hasta en zonas menos castigadas por los cierres como el Pla, donde por contra han aumentado los denominados negocios «low cost» de cosmética, fruterías, y comercio asiático.

La Florida y Benalúa son dos de los barrios con un mayor número de cierres, más de un centenar en cada uno desde 2014. Solo en diciembre cesaron en su actividad cuatro comercios en el primero de ellos: una carnicería, un ultramarinos, una tienda para bebés y una peluquería. «Hace un año perdimos una panadería que llevaba más de cuatro décadas, uno de los hornos más antiguos del barrio, que al final no se pudo mantener», explica Vanesa Cárdenas, presidenta de los comerciantes de La Florida.

En la cuerda floja

«La situación es complicada. La responsabilidad es de cada comerciante pero echamos de menos un poco más de inversión y de apoyo por parte del Ayuntamiento. El hecho de que seamos un barrio hace que estemos económicamente un poco tocados. El comercio ha bajado y los que estaban en la cuerda floja han decidido cerrar».

La Florida, donde aún sobreviven unos 400 establecimientos, pide mejoras en iluminación, limpieza (hay quejas por las cacas de perro sin recoger) y más policía. «Tengo un centro de estética y al lado había un comercio abandonado. Daba miedo. Me abrieron el local», explicó Diana Pérez sobre la falta de vigilancia.

En Benalúa, donde se ha perdido otro centenar de tiendas de toda la vida, también hay calles tristes desprovistas de comercio tras los últimos cierres y mucho «low cost». «Han desaparecido los más tradicionales y muy familiares, como las dos tiendas de muebles de toda la vida que había en la plaza de Navarro Rodrigo», señala Víctor Pelluch, secretario de la asociación de comerciantes. En este barrio ahora la moda son las franquicias y también se produce una «fluctuación tremenda» con gran cantidad de cierres y nuevas aperturas. «También ha habido una evolución del comercio. Es otro concepto. Se ha perdido capacidad emprendedora y hoy es muy difícil que la gente se sacrifique como las familias de antes». Pelluch afirma que la especialización y la exclusividad son el camino si un comercio tradicional quiere perdurar.

Francisco José Campillo, presidente de la asociación, añadió que al pequeño comercio de Benalúa le perjudica la proximidad con el centro de Alicante y el área comercial de Maisonnave. «Necesitamos un poco de colaboración vecinal».

Este mismo problema lo tiene San Blas, que ha perdido más de medio centenar de tiendas de toda la vida, indica María Teresa Uriarte, presidenta de la asociación de comerciantes. Otros factores son los elevados alquileres, entre 600 euros y 800 euros un local medio; las jubilaciones de comerciantes cuyos hijos no han seguido con el negocio; y el envejecimiento del barrio. «Los jóvenes se van a los PAUs o a la Playa de San Juan a vivir y viene gente de fuera que no compra tanto». «El comercio ha decaído en San Blas. Ha cerrado gente por jubilación y por la crisis, y han abierto muchos establecimientos de uñas y belleza, y de tatuajes».

La falta de aparcamiento y la gran cantidad de calles de carga y descarga dificulta la actividad comercial en Campoamor-Carolinas Bajas. Allí han desaparecido otro medio centenar de tiendas de proximidad, sobre todo en las avenidas de Alcoy y Xixona, «donde se ha venido abajo el comercio», y en las calles Sevilla y Poeta Zorrilla. «También nos falta iluminación y limpieza pese a que somos un barrio muy céntrico», se queja Adela Quereda, presidenta de los comerciantes.

Crisis general

«La crisis es general. En Los Ángeles apenas queda comercio tradicional. No dejan de abrir supermercados», afirma Mari Ángeles Cinos, presidenta de la asociación Copibad. «Es un despropósito. Cuando reabre alguno de los locales que tenemos cerrado, en el 90% de los casos no dura nada». Aquí han sufrido otro medio centenar largo de cierres.

El Pla está algo mejor. Se mantienen unos 600 establecimientos de proximidad, aunque fueron muchos más. También ha habido cierres por jubilación.

La Zona Norte está asimismo muy castigada por la pérdida de comercio de toda la vida. Como ejemplo Colonia Requena, que llegó a tener hace unos años hasta medio centenar de tiendas. Pescaderías, carnicerías, mercerías, fruterías y hasta una joyería y una carpintería? «No hacía falta moverte del barrio para comprar cualquier cosa que necesitases», recuerda Antonio Colomina, presidente de la asociación de vecinos. Hoy los locales comerciales languidecen con la persiana bajada y con carteles de «Se vende» o «Se alquila». Sólo quedan 17 comercios abiertos, siete de ellos bares o cafeterías y dos tiendas de segunda mano.

Colomina achaca la situación al éxodo de los jóvenes, «que prefieren marcharse a vivir a otras zonas como San Vicente del Raspeig». Otra de las causas, destacan desde la asociación de vecinos, hay que buscarlas en el progresivo empobrecimiento de los vecinos y en otros problemas específicos del barrio, como la ocupación irregular de viviendas.

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