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Análisis

Un AVE regional al ritmo del «trenet», surrealista

Van pasando los años y, todavía, Alicante sigue lejos de estar a 55 minutos de viaje en tren con València

El tramo del corredor entre Alicante y València no está todavía preparado para trenes de alta velocidad. EUROPA PRESS

Diecinueve años se cumplieron el pasado enero, apenas hace dos semanas, de la cumbre celebrada en Murcia con todos los presidentes de la comunidades autónomas y el entonces ministro de Fomento, Francisco Álvarez Cascos, en la que el entonces mejor surfer de la política autonómica, Eduardo Zaplana, jefe del Consell popular con mayoría absoluta, imponía su criterio y lograba que el Gobierno incluyera Alicante en el conjunto de las ciudades españolas que entraban en la red de alta velocidad ferroviaria. Uno de los grandes éxitos del hoy cercado político cartagenero-benidormí que lograba que el AVE no solo llegara a València.

En aquella reunión también se habló del Corredor Mediterráneo, de la necesidad de vertebrar España de sur a norte por el Mediterráneo para buscar una vía cómoda y rápida para llevar mercancías a Europa desde las comunidades donde se genera el 50% del PIB nacional y donde reside el 45% de la población. Recuerdo las palabras del presidente de la patronal alicantina, la extinta Coepa, Joaquín Rocamora, que al valorar el asunto subrayó que para Alicante el corredor era incluso más importante que el propio AVE con Madrid. Diecinueve años, después, el viaje en tren a Barcelona sigue por encima de las cinco horas, no está terminado el carril para las mercancías (la carretera se impone a puertos y trenes) y, mucho me temo, la provincia en su conjunto está a punto de perder una nueva carrera, como empieza a perder la del agua e, incluso, la condición de ser el primer destino turístico de la península.

La última prueba la tuvimos el lunes con la advertencia de la Asociación Valenciana de Empresarios alertando de que el proyecto del AVE regional que debe vertebrar el eje Orihuela/Vinaroz, el tren que reducirá el tiempo de viaje entre Alicante y València a los 55 minutos, y a los 75 entre Elche y la capital del Turia, no estará operativo hasta 2021. Año en el, ahora mismo, nadie puede decir, incluso, ni donde estará. Un proyecto clave para mejorar la economía y esa vertebración, palabra mágica de todos los políticos, tan necesaria como complicada de conseguir.

Del AVE regional se viene hablando ya ni se sabe desde cuándo. Hasta cuatro fechas oficiales se han ido diluyendo en el tiempo: 2015, 2017, 2018 y 2020, que tampoco parece se vaya a cumplir a tenor del informe de los empresarios. Ahora, el tapón está en los 60 kilómetros que separan Xàtiva de La Encina, en Villena. Algo que arrastra, además, a la propia València (en este tema la discriminación no va por barrios) que aunque tiene hecha la plataforma AVE hasta Xátiva no podría disfrutar del AVE hasta que termine la obra en Alicante. O sea, ni se sabe. Lo próximos seis meses van a ser convulsos políticamente con la sucesión de elecciones y, si a la historia nos remitimos, en estos periodos no se suele mover ni un papel. Y, al fondo, esa crisis que los gurús han comenzado a anunciar y que puede pararlo todo.

La historia de siempre

El retraso del AVE regional se convierte, una vez más, en un ejemplo claro de que la provincia y, en este caso, la Comunidad Valenciana en general, sigue en el furgón de cola en el desarrollo de las infraestructuras de transportes. Alicante lleva junto a la vecina València, décadas ya reclamando un soterramiento ferroviario que en el caso de la capital de la provincia se metió en el cajón en 2010 y de allí no ha salido. Algo que tuvo, además, una derivada dramática, como es haber convertido el aeropuerto, uno de los más modernos del Mediterráneo, en una isla aislada de su entorno geográfico más inmediato porque ni el PP primero ni el PSOE ahora lo tienen en su agenda de proyectos prioritarios. En la Comunidad no hay votos que decidan gobiernos en Madrid y eso se nota, desgraciadamente, cada día más.

Y, como ejemplo, el AVE vasco. Comenzó a construirse en 2006 tras el acuerdo de financiación firmado entre Fomento y el gobierno vasco, con un presupuesto de 4.200 millones de euros, del que el ejecutivo del PNV asumió el 40%. Con la crisis, el proyecto también se atascó, pero el año pasado recibió un gran impulso del PP (de nada le serviría meses después cuando se planteó la moción de censura a Rajoy), mientras las vías siguen sin soterrarse en Alicante. El AVE vasco tiene ya trece tramos finalizados, diecinueve en ejecución, cinco adjudicados y siete pendientes, entre ellos los accesos soterrados a las tres capitales.

En Alicante, el soterramiento y la estación intermodal, sobre todo esta infraestructura, están pendientes de una operación urbanística de la que se viene hablando desde los tiempos de Díaz Alperi en la Alcaldía, cuando el anterior primer edil quería, incluso, construir un hotel de cinco estrellas en la plaza de la Estrella.

Alicante continúa en el furgón de cola de las infraestructuras ferroviarias y, por mucho que el exministro Íñigo de la Serna demostrara formas exquisitas y voluntad de diálogo, y su sucesor, José Luis Ábalos lo intente, ya casi sin tiempo, día a día se demuestra que la provincia sigue sin aparecer en las agendas de los diferentes gobiernos centrales, sean del color que sean. Los proyectos pendientes lo confirman.

El AVE llegó en el verano de 2013 y es cierto, incluso, que estuvo a punto de pararse, pero también es cierto que lo hizo como lo hizo, a una especie de apeadero de latón que sigue sin terminar, como lo demuestra la falta de la estación intermodal y su conexión con el resto de la provincia. Seguimos sin un enlace ferroviario rápido con el aeropuerto, tampoco con Benidorm y las Marinas (tren de la costa) ni la electrificación de la red de trenes que conectan Alicante con Murcia.

Hoy, en Alicante no solo se sufre que el viaje en tren a Barcelona dure cinco horas. La estación intermodal es una quimera, la ciudad sigue semipartida por unas vías de servicio por las que pasa una vagoneta cada tres semanas, el parque central continúa siendo un sueño, no hay enlace entre el Puerto y el Corredor Mediterráneo y ni siquiera se sabe cómo quedarán la red de cercanías con Murcia cuando el AVE llegue a Elche. De eso quizá no se hable mucho en Barcelona, pero Alicante también es Corredor Mediterráneo. Y, ojo, estamos ya a las puertas de una nueva desaceleración económica. Y nosotros a ritmo del «trenet».

Hoy, el comisionado del Ministerio de Fomento para el Corredor Mediterráneo, Josep Vicent Boira, tiene previsto subirse a un automotor para supervisar el tramo de ancho ibérico Moixent-Alcudia donde ya han acabado las obras y desde 2010 los pasajeros hcen el trayecto en autobús. Nueve años ya. Esperemos que sea el primer paso para acometer el Xátiva-Villena. Boira es un técnico serio y preparado. Habrá que ver si acompaña el presupuesto.

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