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¿Dónde se esconde la Administración cuando más se la necesita?

Imagen del cerrado centro nuevo Doctor Esquerdo. PILAR CORTÉS

Pérdida de la noción de la realidad, del autocontrol, comportamientos absurdos sin motivo, demencia. En definitiva, la locura y la peor de sus consecuencias: la muerte de dos niños a manos de una madre sin control, en una tragedia que el sistema no supo detectar. ¿Qué se les puede pasar por la cabeza a unos padres que son capaces de acabar con una de las cosas más bellas que te puedes encontrar en la vida como es tener hijos, verlos crecer, e ir apagándote junto a ellos disfrutando con su crecimiento y, si hay suerte, su éxito en la vida.

Repasando la tragedia protagonizada por esos padres de Godella, muertos en vida si algún día son capaces de asumir la barbarie, que de la noche a la mañana decidieron acabar con la vida de sus hijos, víctimas de las alucinaciones, demuestra dos cosas: el horror de la locura y el fracaso del sistema que diseñamos y pagamos para que nos proteja detectando situaciones como las de Godella. No hay justificación posible para que la Administración les hubiera abandonado y dejado llegar a esa situación.

Desgraciadamente, tras haber vivido muy de cerca como unos padres modelo acababan muertos en vida tras perder a una hija, a la que un maldito linfoma arrebató en 15 días y sin darle tiempo ni a luchar; pensando en ellos, me vienen a la cabeza las imágenes de esa madre joven valenciana que, en un ataque de supuesta sobreprotección, pero alentado por la esquizofrenia, fue capaz de matar a golpes a sus dos pequeños. ¿Qué será de ella cuando recupere la noción de la realidad?

Criaturas a las que, según revelan las investigaciones policiales , su madre veía amenazadas por una secta pederasta que solo estaba en su imaginación. ¿Dónde estaban los que deben controlar estas situaciones?

Un desenlace absurdo, macabro y delirante que se fue fabricando en su cerebro enfermo y acabó degenerando en un drama. La pregunta que nos debiéramos hacer ahora es el porqué suceden estas cosas en pleno siglo XXI, si se pudieran y debieran haber evitado. Las señales eran evidentes. Los padres se habían ido alejando de sus amigos, de la familia, uno de los pequeños había abandonado el colegio en los días cercanos al horrible desenlace, pero nadie reaccionó.

Como siempre, ahora parece que todos lo sabían, pero solo la abuela y madre de la presunta asesina había avisado donde cría que tenía que avisar para encontrar ayuda: Servicios Sociales y Policía. La respuesta inicial, para vomitar. Un supuesto desencuentro anterior entre la abuela con la pareja disuadió a la Policía que visitó la casa, los Servicios Sociales se limitaron a levantar acta y avisar a la pareja de que se pusiera las pilas. ¿Qué profesionales? ¡Qué difícil de creer que psicólogos y trabajadores no pudieran detectar que a la madre estaba en situación límite! A no ser que, como suele ser habitual, los ayuntamientos prefieran desviar los medios económicos a otras partidas más golosas de cara a la vista de los vecinos como jardines, parques y dotaciones varias.

La esquizofrenia es una enfermedad mental grave que afecta a algunas funciones cerebrales como el pensamiento, la percepción, las emociones y la conducta. ¿En qué manos estamos cuando las personas que tienen que detectar los riesgos y problemas dejan seguir con sus vidas a dos enfermos que se creían protagonistas del Código Da Vinci pero con la gravedad que supone el que estaban a cargo de dos niños que han visto truncarse su futuro al convertirse en protagonistas de un macabro guión alucinógeno escrito por su madre?

Ideas delirantes, alucinaciones, lenguaje y comportamiento sin control componían el día a día de la pareja. ¿Qué más señales tienen que recibir los Servicios Sociales de los ayuntamientos y la Generalitat para gestionar dramas como el de Godella? El último caso ha sido el de la localidad valenciana, pero diariamente tenemos que convivir en la provincia con fallos de un sistema que fracasa.

Profesionales sin medios, sin ganas, mal pagados, que deben atender y decidir sobre una población a atender que supera con creces las ratios admisibles. Luego pasa lo de siempre. Llega la tragedia, minutos de silencio, banderas a media asta y hasta la próxima. Duele más quizá por el espanto y la impotencia que se te apodera cuando ves morir a dos niños inocentes, por lo que hay que exigir a la Administración y a todos a aquellos a los que pagamos su soldada pública es que se impliquen y no se quede todo, como siempre, en palabras que se las lleva el viento.

Hoy ha sido en Godella pero dramas como los de esta pareja sin control pueden producirse, desgraciadamente, en cualquier rincón de la Comunidad Valenciana. Y ahí va un ejemplo. ¿Alguien sabe cuántos pacientes puede haber con esquizofrenia diagnosticada en la provincia de Alicante que viven el día a día sin que nadie les controle si toman la medicación?

Resulta escalofriante, por ejemplo, conocer ahora que en 2016 los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Godella abrieron un expediente por la situación del mayor de los dos hermanos -mayor con tres años-, que se archivó porque los padres habían abandonado el municipio y nadie les siguió la pista. Escalofriante.

Durante mucho tiempo, a las personas con problemas de adicción se las ha catalogado como débiles y se las ha llamado drogadictos, palabras muy estigmatizantes cuando realmente una persona con adicción es un enfermo que no tiene mucha salida si no recibe el tratamiento adecuado.

En España se calcula que unas 400.000 personas con esquizofrenia, una de las enfermedades mentales con mayores rechazo social, no recibe el tratamiento adecuado o, simplemente, no lo recibe. Porque el tratamiento, señores dirigentes, no consiste en recetar y extender el papelito al paciente. Hay que hacer seguimientos y, en situaciones, límite, no andarse con contemplaciones. En Godella hemos fracasado todos, pero solo lo han pagado dos pobres inocentes que murieron por la supuesta sobreprotección ejercida por dos personas sin control.

En 2012, la Generalitat, entonces gestionada por el PP, eliminó la red de enfermeros que supervisaba, puerta a puerta, si los pacientes con esquizofrenia tomaban la medicación y, por lo tanto, controlaban su evolución. Siete años después, quién sabe cuantas personas pueden estar ahora mismo al borde del colapso como sucedió en Godella.

La Policía Local intervino el miércoles en un barrio de Alicante para rescatar a dos niños que vivían en la miseria con su joven madre en una situación desesperada. Es el camino a seguir pero, desgraciadamente, parece una excepción. Recordando el suceso de Godella, y aunque no tenga nada que ver, me he acordado de Felisín, el vecino del cuarto. Un hombre con problemas mentales en la España de los años 70. Cuidado por su madre, ya mayor, tocaba la acordeón como los ángeles, pero cuando sufría el brote me daba terror a mis ocho años. Nunca vi a un enfermo subir al cuarto donde vivía secuestrado. Cincuenta años después no se pueden consentir situaciones como la Felisín.

Seis años llevan ya esperando pacientes con enfermedad mental el nuevo centro Doctor Esquerdo, un complejo que costó 12 millones de euros, con capacidad para 124 personas. que va pudriéndose con el paso de los años por la falta de acuerdo entre la Diputación y la Conselleria de Sanidad. Nadie quiere dejar a estos pacientes en centros por eso es grave, gravísimo que en estos últimos siete años, ni el PP primero, ni el «Botànic» que salva personas, hayan recuperado esa red de profesionales que velaba por los enfermos visitándoles en sus casas. Seguro que nos lo volverán a prometer en la campaña electoral.

¿Y después?

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