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180 Anys de Festa al Raval Roig

Las fiestas del barrio, desde 1839, han venido siendo un referente del calendario festivo de Alicante

Los primeros datos que existen sobre las fiestas de nuestra ciudad, nos remontan a principios del siglo XIX, cuando se celebraban por motivos como los de bodas, alumbramientos o visitas reales, celebración del carnaval o como en 1820 para solemnizar la restauración del sistema Constitucional.

Tras la desamortización de 1836 crecen el número de fiestas en los barrios donde los vecinos de forma particular organizan los festejos.

En un escrito con fecha 4 de Septiembre de 1839 , Los Mayordomos de la Cofradía de Nuestra Señora del Socorro ( por lo cual esta Cofradía ya llevaría cierto tiempo fundada) exponen «que habiendo llegado la época para la celebración de las fiestas que tienen determinadas ejecutar en el Arraval Roig extramuros de esta Ciudad y se reducen a celebrar en el día 8 de los corrientes función de Iglesia en el 9, 10 y 11 por sus noches fuegos artificiales de Castillo y cuerdas, en las tardes de 12, 13 y 14 toros de cuerda y por la noche danzas».

En el margen de la petición hay una anotación donde «se concede permiso a los Mayordomos de Nuestra Señora del Socorro para que celebren en las noches del 8, 9 y 10 de los corrientes fuegos artificiales en el ámbito que media desde la Hermita del Socorro a la de Santa Ana y otras tres tardes de toros de cuerda con danzas por la noches, quedando responsables a la tranquilidad pública los firmantes de la solicitud actual».

Los toros de cuerda perduraron mucho tiempo en nuestra ciudad hasta mediados del siglo XIX. Uno de los barrios donde «els Bous de corda» tuvieron continuidad fue el Raval Roig.

Joaquín Collía, que fue cronista municipal, en su libro Fiestas de Toros en Alicante 1605-1900, relata que el modismo «Faz Divina qu'ixca el bou», que era una exclamación de muchos alicantinos que se veían atribulados y que con esta frase pretendían acabara el desaguisado, tenía su origen en una reyerta entre vecinos del Raval Roig. Resulta que momentos antes de la salida de un toro, se inició una discusión entre varios vecinos, hombres y mujeres, que iba adquiriendo carácter violento. Ante el temor de que se llegase a las manos, una vecina, creyendo que la aparición del toro pondría fin a tan lamentable situación, invocó a la Santa Faz con las palabras citadas, con tal éxito que cesó la riña cuando ya se atisbaba la batalla.

Un apartado muy importante de estas fiestas han sido las danzas, encontrando numerosas referencias literarias, como la de Vila i Blanco, a raíz de las celebraciones que se llevaron a cabo en 1858 con motivo de la visita de la reina Isabel II y que decía lo siguiente: «Si veis bailar a las mujeres del Raval Roig y Santa Ana, os inspirarán piadoso respeto aquellas hijas o esposas de honrados pescadores que piensan más en el mar que en el baile, y en la desgracia que en los placeres».

Han destacado a lo largo del tiempo, danzadoras ilustres como la hija del tío Porris, Manolico «El carnicer», la mujer del tío Merino, «El Moreno de L'illa» y Xima «La Ballaora» que junto con su padre Ximo fueron durante mucho tiempo «caps» de danza en el Raval.

Situado extramuros de la ciudad, el Raval Roig contaba con 943 habitantes a finales de 1840, siendo las profesiones más comunes las de jornaleros y pescadores entre los hombres y las de cigarreras entre las mujeres, además de llevar las tareas de casa.

Las viviendas eran en su mayoría de planta baja y de dimensiones muy reducidas, no alcanzaban los veinte metros superficiales y carecían de patios.

La calle de Virgen del Socorro era la más poblada y allí se encontraba la Ermita donde el 28 de Junio de 1585 se establecieron los padres Agustinos. Cerca de allí estaba el pozo de agua comúnmente conocido por el Drac, al que se refieren viejas fabulas. Dicho pozo, desaparecido en la actualidad, distaba solo seis o siete pasos de la orilla del mar. El primer prelado de la Ermita fue fray Baltasar Llopis, que tomó posesión el 10 de Julio de 1585. Esta Ermita, con anterioridad a esta fecha, tenía el título de la Virgen de San Lucas y en otros tiempos fue casa de recreo de los Caballeros Templarios.

A pesar de que los padres Agustinos fueron los que le pusieron el título de Nuestra Señora del Socorro, durante algún tiempo permaneció su primitiva invocación en lengua materna de la Mare de Deu del Lluc, por la imagen que allí se veneraba, que traía su nombre del Santuario de Nuestra Señora del Lluc de Mallorca. En la actualidad todavía se conserva el lienzo de la Virgen del Lluc, que está pintada en un cuadro de 44 centímetros de alto por 56 de ancho, dentro de un relicario de bronce. Viste una túnica blanca con rayas oscuras, adornando su cuello con una gorguera, la cabeza está ceñida por una corona y tiene en sus brazos a un Niño-Dios. La primera Virgen del Socorro fue una talla que trajeron los Agustinos, vestía túnica blanca y capa azul, coronada con una diadema. En su brazo izquierdo mostraba un Niño Jesús y en el derecho una flecha que apuntaba a un monstruo (conocido popularmente como «El puto del Socós», que se retorcía a sus pies y que dirigía sus garras a otro niño vestido de marinero, que la Virgen cobijaba bajo su manto.

Los frailes Agustinos, al pasar el tiempo y comprobar lo desierto del lugar, que estaban fuera de los muros de la ciudad y que además por estar a la orilla del mar era algo peligroso, se adentraron en la ciudad, y construyeron un convento dejando allí solo un religioso. En la Ermita se realizaron obras de reparación en 1867 por suscripción popular que iniciaron Ramón Samper y Joaquín García Baillo, curas de Santa María.

Pero en los años setenta del pasado siglo, los intereses inmobiliarios, la docilidad de las Corporaciones Municipales y la desidia de los responsables eclesiásticos, hicieron que la Ermita fuera derruida para construir un garaje.

Volviendo a las Fiestas, el diario El Graduador, en agosto de 1876, realiza una referencia muy importante de los actos festivos y religiosos que se celebraron. Seis días de fiestas, desde el 8 al 13 de Septiembre, en los que el diario destaca varios actos; la «solemne misa cantada a grande orquesta» y el sermón del presbítero Antonio García Caparros, canónigo de la Iglesia Colegial de San Nicolás, el día 8 por la mañana y, por la tarde, la solemne y pública procesión, con una salve cantada a la entrada del santuario. El día 9, por la tarde, corridas de gallos, cucañas y otras diversiones. Para el día 10, la Mayordomía dedica las fiestas religiosas a la Santa Faz con una misa solemne. Durante el resto de días se suceden las cucañas, las danzas, la música de dolçaina, las regatas de llauts (embarcaciones utilizadas por los pescadores) y los castillos de fuegos artificiales.

El mismo diario, con antelación a la celebración de las fiestas, aludía al mal estado de las calles: «Ahora sólo falta que se limpien y aseen las inmediaciones del barrio, y que se barran diariamente sus calles, pues de lo contrario, no habrá cristiano que lo resista».

De 1902 se conserva el primer programa de Fiesta, editado por la imprenta Viuda de M. García de Alicante y que es el precursor de lo que hoy conocemos en la mayoría de las fiestas como «llibret». En él se anuncian los actos religiosos y festivos, entre los que destacan las corridas de pollos, que no era otra cosa que diversiones y carreras de jóvenes, a cuyos ganadores se les premiaba con esas aves de corral.

En 1911 aparece por primera vez en la programación una exhibición de Cinematógrafo Público y elevación de globos aerostáticos. Para facilitar la elevación de estos globos se mezclaba alcohol y petróleo, siendo necesarias tres personas (dos ayudantes y un encargado) para ponerlos en funcionamiento, con un coste de once pesetas al día. Posteriormente, se incorporan a la fiesta, entre otros, los concursos de mantones de Manila, los de natación, los bailes de disfraces y los desfiles de bandas de música.

Este ha sido un breve resumen de las Fiestas centenarias del Raval Roig que desde 1839, y posiblemente con anterioridad, han venido siendo uno de los referentes dentro del importante calendario festivo de nuestra ciudad y que a pesar del paso del tiempo, los hombres y mujeres que han trabajado por su mantenimiento, han conseguido que muchas tradiciones festivas como los juegos populares y la música tradicional, hayan perdurado hasta nuestros días.

Historia de la Ciudad de Alicante (Tomo IV). La ciudad entre 1800 y 1860 de Glicerio Sánchez Recio

Cajas de Fiestas 1 al 8 del Archivo Municipal de Alicante.

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