Luis BerenguerDirector de Comunicación de la EUIPO

Hágase público con etiqueta: «BerenguerExit». Se nos va un clásico de los últimos tiempos o, mejor dicho, se traslada, ya veremos si con billete de vuelta. Para los no iniciados, se trata de Luis Berenguer Giménez -hijo de Luis Berenguer Fuster (otrora diputado, otrora conseller, otrora presidente de la Comisión Nacional de la Competencia)- que deja la EUIPO para unirse a la EPO, la Oficina de Patentes Europea, con 7.000 empleados, que preside Antonio Campinos en Munich.

Se despide en diciembre de esa EUIPO que conoció como OAMI, a donde llegó con la misión de tender puentes por San Gabriel, de esos que debían unir la mole de cemento construida en Agua Amarga con una ciudad que no acababa de entender qué se cocía y quién moraba en esa Torre de Babel levantada a la vera de la Fábrica de Aluminio. Fue Campinos quien, tras llegar a Alicante, tocó la tecla adecuada para facilitar la entrada de aire fresco en ese castillo con fosa que hasta entonces era la OAMI de un tal Wubbo De Boer, el primer presidente de la agencia europea radicada en Alicante, un holandés al que la mayoría de alicantinos nunca llegó a poner cara.

Y aquella tecla para alicantinizar la agencia europea señaló el nombre de Luis Berenguer, un joven abogado alicantino que aceptó aparcar sus responsabilidades al frente de su propio bufete , dedicado a la propiedad industrial e intelectual en la calle Canalejas, por un despacho europeo frente a las ruinas de La Gaviota, donde se destapó como un orfebre de las relaciones públicas y la comunicación. Buen conocedor de los rincones, cruces, familias, estirpes, fobias y filias de la sociedad alicantina, Berenguer resultó clave para acercar la EUIPO a una ciudad que por fin acabó entendiendo que aquellos pobladores que circulaban más allá de San Gabriel no entraban y salían cada día en un avión desde El Altet.

A esa misión le siguieron otras para apuntalar las campañas de sensibilización dotando de eco a los informes sobre falsificaciones que publica cada año la agencia o la organización de los Premios de Diseño «Design Europa», una gala que coloca a la EUIPO y a Alicante cada dos años en el escaparate del continente.

Su labor ha calado hasta tal punto que llegó a ser tentado por la derecha y por la izquierda para asumir el mando de SUMA y el Puerto. No hubo caso. Finalmente ha decidido cambiar Alicante por Munich -que se puede entender, aunque acabará echando de menos el solecito que asoma por el Postiguet cuando se vea rodeado de nieve- y la Segunda B del Hércules por la Champions del Bayern -que también es comprensible, si bien jamás Lewandowski le levantará del asiento como lo hacía Chechu-. Sí, perdemos a todo un clásico, pero ganamos un buen embajador por tierras bávaras. Mach es gut, mein freund.

Martín SanzDirector de Comunicación de Hidraqua

Me mantengo en la misma acequia de la comunicación, giro el portón y celebro que fluya el agua hacia Martín Sanz, de Hidraqua, otro que tal baila. Dotado del don de la ubicuidad, Martín se ha multiplicado en los últimos tiempos para cumplir con nota las funciones que le exige su cargo y, al mismo tiempo, desempeñar una labor altruista para devolver a la arena de la actualidad a personajes sublimes que dormitaban en el limbo del olvido. Puso color a la imagen en blanco y negro de la Albufereta, nuestro particular Montecarlo a medio hacer, devolviendo retratos y pasajes inolvidables a esas generaciones que disfrutaron sus días y sus noches de verano desde que comenzara a sembrar cemento.

Martín, además, volvió a encumbrar a varios ilustres que nunca debieron abandonar la cima. Con su pluma, sacó de nuevo lustre a la vida y obra de Juan Antonio García Solera, insigne arquitecto y autor de alguno de los edificios más emblemáticos de Alicante. Y cubrió de armonía y recuerdos la oronda figura de Ramón Riquelme, ese pedazo de humanidad bronceado a la lumbre de los fogones, con aroma a sarmiento y habano. Ahora Martín, madrileño de nacimiento y alicantino de adopción, anda enfrascado en ordenar y poner en valor el incalculable y extraordinario trabajo de Luis Colombo, camarógrafo y cineasta alicantino, que conserva un tesoro videográfico en sus archivos: Nada más y nada menos que la película de los últimos 60 años de una provincia captada durante millones de horas a través de su visor. Que los dioses te lo paguen, querido Martín.