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César Azorín Molina: «El aumento de la velocidad del viento es una gran noticia en la apuesta por la energía eólica»

Doctor en Geografía. Investigador del CSIC

César Azorín, en lo alto de un sensor de la velocidad del viento.

César Azorín Molina (Villena, 1980) es científico en el Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE-CSIC) donde dirige una línea de investigación centrada en el análisis de los cambios observados en la velocidad del viento en el marco del cambio climático. Doctor en Geografía por la Universidad de Alicante, ha publicado un centenar de trabajos científicos en revistas especializadas en Meteorología y Climatología, y ha dirigido y participado en numerosos proyectos de investigación de ámbito nacional e internacional. A lo largo de su trayectoria científica, también ha trabajado en varios centros de investigación, desde sus inicios en el Laboratorio de Climatología de la UA, pasando por centros especializados en clima en Suecia, EEUU, Holanda y Australia.

¿En qué consiste el artículo?

El artículo aborda los cambios observados en la velocidad del viento sobre los continentes desde finales de los años 70. Representa un trabajo novedoso, puesto que se ha detectado un cambio en la tendencia de descenso de la velocidad del viento observada en los últimos 40/50 años sobre latitudes medias de nuestro hemisferio norte y sobre superficies terrestres continentales. A este descenso de la velocidad del viento se le conoce con el término anglosajón de «stilling», que podríamos traducir como debilitamiento de los vientos. La disminución de la velocidad del viento sobre las superficies continentales se ha interrumpido desde 2010, detectando a partir de entonces un reforzamiento de los vientos a escala planetaria.

¿Qué está pasando?

Durante los últimos años han sido varias las hipótesis que la comunidad científica se ha planteado. Una de ellas estaría asociada al efecto de frenado que ejerce el crecimiento de la vegetación, el aumento de las superficies urbanas, e incluso también los problemas con los instrumentos de medición de la velocidad del viento. Sin embargo, en el presente estudio planteamos que los ciclos de descenso y ascenso de la velocidad del viento se deben a causas naturales, en concreto a cambios en los patrones de circulación atmosférica por la interacción entre la atmósfera y los océanos. Este sería el motor principal de estos ciclos en la velocidad del viento. También es importante indicar que la relación entre estas oscilaciones atmósfera-océano y el calentamiento global de origen antropogénico son todavía inciertas para la comunidad científica.

¿La predicción es importante?

Predecir con antelación estos ciclos climáticos de debilitamiento y reforzamiento de los vientos es clave por sus implicaciones socioeconómicas y medio ambientales, como lo es la producción de energía eólica, el transporte aéreo, o las sequías, ya que el viento afecta directamente a la evaporación. Es importante también analizar el viento por el riesgo que suponen los episodios de viento fuerte, por su efecto beneficioso en la calidad del aire de nuestras ciudades al dispersar la contaminación atmosférica, por su impacto en la propagación de incendios forestales, o incluso en las rutas migratorias de las aves, entre otros muchos. Probablemente, el actual incremento de la velocidad del viento debería durar al menos otra década. Es una gran noticia en la apuesta por la eanergía eólica.

¿Qué datos se han utilizado en este estudio científico?

El estudio se ha basado en datos de estaciones meteorológicas a escala global, que miden la velocidad del viento desde finales de 1970 a 2017. Se trata de estaciones meteorológicas sobre superficies continentales, principalmente del hemisferio norte, a partir de las cuales podemos obtener cómo el viento ha cambiado en estas últimas cuatro décadas. A estos datos de velocidad del viento hemos incorporado estadísticas de producción de energía eólica, con énfasis en Estados Unidos, y también hemos utilizado índices climáticos para caracterizar los cambios en la circulación atmosférica y oceánica.

¿Considera que la energía eólica es una alternativa en la lucha contra la crisis climática?

Partiendo que el potencial de energía eólica varía en proporción al cubo de la velocidad del viento, este reciente descubrimiento de recuperación de la velocidad del viento tras décadas dominadas por un debilitamiento es una noticia muy positiva para la industria eólica en particular, y lo es mucho más desde un punto de vista medioambiental en la apuesta por el uso de energía limpias y alternativas a la quema de combustibles fósiles (principalmente CO2). Sobre todo en aras de frenar este calentamiento global muy por debajo del umbral de los dos grados establecido en el Acuerdo de París de 2015.

¿Hay ya consecuencias?

En nuestro trabajo hemos evidenciado que este ascenso de la velocidad del viento, que ha sido tres veces superior al descenso observado de 1978 a 2010, ha tenido repercusiones muy positivas en el incremento de producción de energía eólica en los Estados Unidos, China y Europa. En el caso de Estados Unidos, hemos comprobado que el potencial de energía eólica se ha incrementado en aproximadamente un 17% de 2010 a 2017, en un 22% en Europa, y se espera que se incremente hasta un 37% en 2024 si continuamos con la misma tasa de incremento en la velocidad del viento. Lo más complicado ahora es analizar mejor las causas que están detrás de estos cambios en la circulación atmosférica y en los vientos. Nuestros resultados son muy positivos para la energía eólica, pero es esperable que nuevos descensos en la velocidad del viento ocurran en el futuro. Lo difícil es predecir cuándo.

¿Y en Alicante?

No me puedo pronunciar respecto al estado de la energía eólica en la provincia de Alicante, ni las zonas donde sería más favorable la instalación de parques eólicos, porque requeriría de estudios regionales del viento junto a la valoración del impacto medioambiental. Lo que sí me gustaría remarcar es que es clave que la sociedad esté concienciada en utilizar los recursos energéticos de forma sostenible, y que las políticas territoriales apuesten por facilitar la inversión en energías limpias (eólica, solar, hidráulica) para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. El cambio climático que se traduce principalmente en un calentamiento global es sin duda efecto de la acción antrópica, y debemos actuar todos ya.

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