No lo puede remediar y, fruto de la indignación, el tuitero cae en el insulto. Pero la pregunta es si los descalificativos no son, objetivamente, más que merecidos adjetivos.

Porque la dantesca imagen de la Rambla a la conclusión de la celebración del Carnaval que muestra el vídeo que este usuario publicó en Twitter evidencia que en Alicante existe, más allá de la falta de eficiencia del servicio de limpieza (aunque en el caso de este fin de semana se resolvió favorablemente), un problema claro de civismo.

Por parte de quienes aquí vivimos y también de quienes nos visitan.

Por más que los operarios dejaran horas después las calles limpias, no hay derecho a que se convierta el centro de la ciudad en un vertedero tras un macrobotellón generalizado.

Está claro que al Ayuntamiento se le puede exigir una mejor gestión del ocio nocturno y las fiestas populares, pero mientras los alicantinos, jóvenes y no tanto, no tomemos conciencia de que la ciudad es nuestra casa y de que resulta impresentable ampararse en fechas señaladas para dejarla hecha unos zorros, seguiremos apareciendo en las primeras posiciones de las urbes más sucias.

Y lo que es peor, siendo tan cínicos de andar luego quejándonos de tan vergonzoso liderazgo.