Toni Ródenas es un vecino de Benidorm que lleva casi 7 años viviendo en Roma donde trabaja como guía turístico para una empresa española. Desde el pasado martes se encuentra confinado en su casa después de que el gobierno italiano decretara la prohibición de que los ciudadanos salieran a la calle excepto en casos excepcionales y de primera necesidad hasta el 3 de abril. El benidormense asume que las medidas son por el «bien de todos» y se muestra tranquilo dentro del «caos organizado» del país.

«Es como en una película. El país está paralizado pero hay que quedarse en casa», afirmó a este diario por teléfono desde su casa en Roma. Ni siquiera pueden acudir al hospital: «si no te encuentras bien, tienes que llamar y vienen a tu casa». Ayer, después de tres días encerrado en su piso del barrio de Esquilino, en la zona de la estación de Termini, salió a la 8.00 horas a hacer la compra, un trámite sencillo que en el país italiano ya no lo es tanto. «Tienes que rellenar un documento que está en internet o tiene la misma política en el que pongas la razón de salir a la calle», explicó a este diario. No cumplir las medidas tomadas por el gobierno suponen hasta «multas de cerca de 200 euros».

Pero también al llegar a hacer la compra hay que seguir unas reglas: «colas en las que hay un metro de separación para entrar y sólo entran grupos reducidos porque no te puedes tocar. A la hora de pagar, hay marcas en el suelo para que no te acerques al de delante». Las medidas se notan mucho en la calle: «No hay gente. Sólo están abiertos los supermercados, las farmacias, los estancos o los quioscos... ni cafeterías ni restaurantes ni nada parecido». Pero sobre todo Ródenas destaca el ánimo de los vecinos: «A la gente se le nota en la cara... ni hablan ni nada».

Aunque asegura que la «psicosis» no es mucha y que «tampoco hay desabastecimiento», el joven sí aprovechó ayer para hacer una «buena compra» para no volver a salir. «No sé si los españoles aguantaríamos», apuntó en un momento de la conversación.

Ródenas trabajó el pasado lunes como cada día y llevó a su grupo de 30 personas a ver el Vaticano o la plaza de España. «No había casi turistas y los restaurantes estaban vacíos» además de que conocidos monumentos estaban ya cerrados. Un día después, se decretaron las prohibiciones. Ahora ha dejado de trabajar hasta que todo pase: «hablé con mi empresa para que no contaran conmigo. No voy a salir con un grupo de 30 personas y ponerles en peligro». Con todo, el joven asegura que «no confío ni en trabajar en Semana Santa».

Ródenas afirmó que «es cierto que no nos creíamos que llegara aquí desde Lombardía» cuando comenzó la crisis del coronavirus en Italia y que ahora «no tengo posibilidad de volver a Benidorm. Te puedes buscar la vida como hacen algunos pero te arriesgas a que te multen o te arresten si no está justificado». Así que ahora sólo le queda resignarse e intentar pasar el tiempo lo mejor posible encerrado en su casa.