La crisis del coronavirus ha reforzado el papel de referente sanitario básico de las farmacias rurales, al convertirse en el único servicio de salud que mantiene estos días la actividad presencial en los centros de atención primaria se realizan por teléfono y, además, los consultorios auxiliares se encuentran cerrados y la atención telemática se concentra en los centros de salud. Así, la botica se ha quedado como toda conexión con el sistema sanitario para los vecinos de las localidades más pequeñas, muchos de ellos de edad avanzada y que no están familiarizados con la tecnología hasta el punto de no aclararse a veces para hacer las consultas por teléfono.

Lo explican farmacéuticos rurales de diversas comarcas de la provincia, que coinciden en señalar cómo la situación actual ha acrecentado la labor de atención y asesoramiento a los pacientes que ya de por sí realizan habitualmente, en ocasiones incluso para cuestiones no relacionadas con la salud. Si explicar de manera detenida a muchas personas de qué forma deben tomar los medicamentos que les han prescrito u ofrecer consejo farmacéutico ya es algo cotidiano, ahora es frecuente que hagan de interlocutores entre los usuarios y los médicos del centro de salud correspondiente a la hora de hacer una consulta o renovar tratamientos. Además, estos días les toca hacer de «agente de la tranquilidad», como dice el boticario de Almudaina, Rafael Pérez, de una población que se sabe especialmente vulnerable. «No hay otra persona en el pueblo que pueda dar un punto de salud», señala. Por ello, todos insisten en la necesidad de tomar todas las precauciones como salir de casa únicamente a lo imprescindible y guardar la distancia de seguridad con otras personas.

Una labor que se lleva a cabo, cuentan, con la inquietud que les produce el estar en primera línea de exposición al riesgo de contagio del virus, y en las consecuencias que eso podría tener sobre el servicio que prestan, al ser la suya la única farmacia existente en estas localidades, y atendida únicamente por ellos mismos salvo alguna excepción muy puntual. En este sentido, el farmacéutico de Benimassot, Manuel Olivert, señala que «la gente ante cualquier problema viene a la farmacia», pero que en esta situación «no tenemos protección, y es un gran problema». Un riesgo para los boticarios, pero también para los vecinos. «Si caigo yo, cae el pueblo», expresa. En la misma línea, el titular de la farmacia de Confrides, José Manuel Zaragoza, afirma que «si cae una persona pueden caer muchas», lo que obliga a extremar la prevención. «Hay que tener en cuenta que tenemos muchas personas de más de 85 o 90 años, polimedicadas y que, además, viven solas», remarca también la boticaria de Benigembla, Elena Garrido, «y que también nosotros tenemos familiares mayores», que igualmente podrían contagiarse. «¿Y si caemos nosotros, qué pasa?», apostilla. Además, en caso de contraer el virus un farmacéutico rural, la botica tendría que cerrar y la localidad se quedaría sin servicio durante bastante tiempo.

En esta situación, los boticarios ejercen también de filtro de pacientes, tal y como explican. «Es un triaje», cuenta Manuel Olivert. «Si vemos que alguien tiene síntomas llamamos al médico», añade. La farmacéutica de Benidoleig, Mariana Salvà, cuenta por su parte que «normalmente derivamos a los pacientes al teléfono del centro de salud, pero vemos que es algo importante les decimos que llamen al teléfono de urgencia» para el coronavirus. También José Manuel Zaragoza señala que «si veo algo grave aviso al médico», aunque lo habitual es que si se trata de una cuestión leve «actuemos nosotros» dando un tratamiento adecuado al paciente.

Desprotegidos

Los farmacéuticos rurales denuncian que están afrontando la crisis sanitaria sin la adecuada dotación de medios para protegerse en la medida de lo posible del riesgo de contagio. Hace ya semanas que «no hay mascarillas, ni guantes, ni alcohol», cuenta la vocal de Farmacia Rural del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Alicante y titular de la oficina de Penàguila, Ana Julia Quesada. En este aspecto, los boticarios han sido también beneficiarios de la solidaridad que se ha despertado en el medio rural ante la crisis sanitaria; Quesada cuenta que vecinas de Penàguila le han hecho una mascarilla de triple capa, y el titular de la oficina de Sanet i Negrals, Francisco José Sapena, explica que también en esta localidad se está elaborando material de este tipo.

Mariana Salvà, por su parte, comenta que ella misma se ha hecho mascarillas, y que «fui precavida y no vendí dos cajas de guantes», de las que se ha venido sirviendo. El Colegio de Farmacéuticos de Alicante anunció esta semana que había realizado un pedido de mascarillas para distribuirlas entre los profesionales de la provincia, «ante la inacción de algunas instituciones» al respecto. En este sentido, los boticarios critican que «parece que no nos cuentan como sanitarios» y que se exponen al riesgo como tales.

Conscientes de la circunstancia, han tomado medidas en las farmacias, como que los usuarios entren de uno en uno, teniendo en cuenta que casi todas estas oficinas son pequeñas. En localidades como Penàguila, Confrides o Almudaina, la gente espera pacientemente su turno en la calle, «guardando distancias», mientras que en Sanet i Negrals o en Benidoleig han instalado paneles para separar físicamente a farmacéutico y paciente, y en Benimassot se dispensan en la misma puerta.

También hay en todos estos municipios personas que acuden a por medicinas para vecinos que son muy mayores. Los colegios de farmacéuticos negocian con la Conselleria la opción de llevar medicamentos a los domicilios, algo que en los pueblos, aparte de práctico en esta situación, sería factible al haber una sola farmacia.

Fe Ballestero: «Si el farmacéutico enferma, tiene que ponerse en cuarentena y cerrar»

Presidenta del Colegio de Farmacéuticos de Alicante

La presidenta de los farmacéuticos de la provincia explicaba la semana pasada, en una entrevista en este periódico, la incertidumbre que existe ante la alerta sanitaria por encontrarse expuestos a un mayor riesgo de contagio, pero siendo conscientes de la obligación de cumplir con su trabajo. En el caso de las boticas rurales, Fe Ballestero hace hincapié en que, tal y como recuerdan los propios afectados, «si el farmacéuticos se pone enfermo tiene que ponerse en cuarentena y cerrar», por lo que si eso ocurriera en alguna localidad con una sola oficina se estaría dejando a una población entera sin acceso a medicamentos. Por ello insiste en la necesidad de dotar a la profesión de los medios de protección adecuados, y considera «indignante» que no se cuente con ellos.

En este sentido, Ballestero reprueba las declaraciones que hizo el pasado lunes el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, de que no estimaba necesario suministrar material de protección a los boticarios, algo que provocó la reacción del Consejo General de Farmacéuticos de España. La presidenta de la organización alicantina considera muy desafortunadas estas manifestaciones e insiste en que a la farmacia «es donde va el enfermo cuando tose» y que, en lo que respecta a la situación actual, «muchas consultas médicas se están tramitando» desde las propias oficinas, resolviendo los tratamientos de los pacientes por teléfono. Esto resulta especialmente práctico en las localidades de menor tamaño, donde ahora mismo la farmacia es «el único establecimiento sanitario en funcionamiento».

Las farmacias rurales afrontan la situación como «un añadido a la problemática de la falta de recursos», aunque, paradójicamente, por las circunstancias en algunas de ellas se esté facturando en estos momentos más de lo habitual. En cualquier caso, reitera Ballestero, la crisis sanitaria genera una gran inquietud entre los profesionales en general por el miedo a contagiarse del coronavirus, pero «tenemos el deber de seguir trabajando». Por ello, anima a los colegiados a continuar con su labor y, superada esta situación, «ya reivindicaremos lo que tengamos que reivindicar». Además, se felicita de que, al margen de las dificultades, por parte de la sociedad «hay solidaridad con nosotros».