El protocolo que exige la extrema protección tanto personal como la del paciente afectado de coronavirus le lleva a una continua situación de alerta que resulta de lo más estresante. Sin embargo, el doctor Alejandro González concede que los médicos, como tales, han sido entrenados para eso, que viene dado con la profesión, por lo que no cabe errar en momentos tan críticos.

¿Cómo ha cambiado su trabajo en el centro de Atención Primaria de La Torre de les Maçanes?

Los directivos están valorando cerrar este centro dada la situación actual, pero de momento sigo aquí además de las guardias en Urgencias en el Hospital de Sant Joan y en el centro de salud en Xixona.

No da abasto, ¿y como médico rural en concreto?

En el centro rural hemos atendido precisamente a la primera paciente de la provincia que ha estado en cuarentena por el coronavirus. Se trabaja, como en los demás sitios, de los casos leves. Se hace un seguimiento telefónico diario en sus casas sobre la evolución, y damos las pautas de higiene y recomendaciones de aislamiento por si conviven con alguien, porque en los pueblos de montaña es muy común el hacinamiento entre hijos, padres y abuelos. En el caso de que empeoren, se activa el protocolo y en el 112 deciden si envían una ambulancia Covid para hospitalizarlos.

¿Qué es lo más complicado ante un posible positivo?

Los casos en que piden valoración en domicilio por la edad del paciente, abuelitos que no se pueden desplazar por sus patologías. Nos hemos encontrado ante algún caso sospechoso que hemos tenido que enviar directamente al hospital. Y nos pasa que avisan de que un paciente se encuentra mal, pero no advierten ni de la fiebre ni de la dificultad respiratoria con secreciones que puede acabar siendo un Covid positivo. No llegamos preparados con el equipo de protección y en ese sentido estamos muy expuestos.

¿Por qué no van de entrada con el equipo de protección?

El problema es que no hay suficientes equipos. Si faltan en Atención Primaria, en el hospital ni le cuento. Y si un paciente dice que se encuentra mal, con diarrea y se siente débil y es diabético, pues igual se trata de una bajada de azúcar y no te preparas para un positivo, vas con mascarilla quirúrgica y guantes, pero no con el equipo completo. Ya cuando lo ves, tomas distancia, con la consiguiente evaluación precaria porque nuestra exploración exige no más de 30 a 40 centímetros del paciente. Estamos un poco desprotegidos pero intentamos hacerlo lo mejor posible.

¿En un pueblo se cumple más o menos la exigida distancia social?

Fuera del primer caso positivo que fue importado de Italia no ha habido ninguno más, solo tres sospechas. El problema será cuando haya un positivo, ahí veremos si hacen caso con el aislamiento. Al ser el pueblo más alejado del departamento del Hospital de Sant Joan estamos muy aislados y la gente, quizá por miedo, no baja a núcleos más grandes cercanos como Xixona o Alcoy. Les confiere seguridad estar alejados, pero también la población está muy envejecida y son pacientes de mucho riesgo. Si empieza a pasar sería muy preocupante.

Cuando está de Urgencias en el Hospital, ¿que se dice a sí mismo para seguir un día tras otro?

De inicio vas en tensión desde que sales de casa. Que no se te olvide ningún paso del protocolo, la puesta del equipo, mantener la distancia. Ahora hay mil protocolos para cada zona desde el pretriaje que hacemos en la calle. Es una cadena y no se puede fallar. Y cuando tienes un paciente positivo enfrente se respira tensión y en el ambiente con los compañeros también.

¿Cómo se enfrenta al paciente Covid-19?

Una de las grandes desventajas en Urgencias, la puerta de ingreso o de valoración de cada paciente, es que no sabemos si el paciente es positivo, jugamos con la incertidumbre. Es complicado y por eso hay que llevar los protocolos a rajatabla y no fallar en nada. Este pretriaje es de las funciones con mayor peso ahora mismo. Tenemos que valorarles en su coche o en la ambulancia y decidir si pasan a la zona de probable Covid o no.

¿Qué le pesa más, lo emocional o la tensión?

Los que trabajamos en Urgencias con los años adquirimos un escudo para no mezclar sentimientos que puedan contrarrestar tu rendimiento. Tienes que estar con mil ojos y después de tantas horas, el bajón en mi caso me da cuando acabo la jornada y me digo «un día menos». Entonces llega la incertidumbre de no contagiar a la familia, en mi caso que tengo hijos de 10, 8 y 5 años.

¿Así que no desconecta?

Hay gente que se lo puede permitir pero en mi caso entro directamente en el aseo y a la ducha. Vi un video que circula en redes en que el padre no se acerca al hijo, pero yo eso no lo puedo hacer.

¿Ve un fin a esto?

Hay que seguir en la brecha. Todos los que tratan de frenarlo cumplen con su papel. Los de mi generación nunca vimos nada igual, pero nos entrenaron para esto en mi profesión.