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«Teníamos género comprado para abrir ya las terrazas y el perjuicio es enorme»

Los propietarios de bares y restaurantes de la provincia que no han podido pasar a la fase 1 se sienten «engañados» por el Gobierno y tienen claro que volverán a acumular «más pérdidas»

Uno de los bares de El Altet que ha optado por congelar gran parte del género. SERGIO FERRÁNDEZ

El sector hostelero de la provincia que no ha podido pasar a la fase 1 muestra su indignación después de que el Gobierno central no le permita avanzar en la desescalada a partir de mañana. Denuncian grandes pérdidas económicas tras haber preparado las instalaciones y parte del personal para la que iba a ser una reapertura inminente tras un cierre de dos meses debido a la crisis sanitaria por el coronavirus.

En Elche no se han hecho esperar las críticas al Gobierno por parte del sector. El Círculo Empresarial de la ciudad y comarca (Cedelco) pide explicaciones a Sanidad porque entienden que la ciudad está preparada y muestra uno de los niveles más bajos de contagios y fallecidos por Covid-19. Los hosteleros, sin embargo, se sienten engañados por las autoridades ya que la mayoría creen que no se ha analizado la situación local y ya habían hecho acopio de productos frescos como marisco o verduras que ahora tendrán que reducir su valor en el congelador. Miguel Ángel Casanova, propietario de la tapería Izarón en El Altet, asegura que ha invertido una buena parte de su dinero en comprar alimentos para empezar a servir mañana. Apunta que esta nueva parálisis mina además al personal, ya que tenía previsto empezar a «verlas venir» él solo como autónomo a cargo del negocio en las primeras semanas para ir reintroduciendo a sus cuatro trabajadores, que se han acogido a un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE). «Una de mis empleadas lleva dos meses sin cobrar la prestación y lo está pasando mal, nadie nos dice nada, se hace todo a última hora y de forma ilógica», explica este ilicitano que como muchos piensa que es preferible ganar poco antes que nada para afrontar pagos, aunque hayan tenido que reducir a un tercio las mesas del bar para cumplir las medidas de distancia.

José Pomares y Carmen Hernández, del restaurante Maruja de La Marina, han perdido también la ilusión, ya que ayer tuvieron que retirar con pesar el cartel de la fachada que anunciaba la reapertura después de unos días convencidos de que podrían volver a la actividad. «La Policía nos decía que podíamos abrir, lo teníamos todo previsto, vinieron profesionales a desinfectar a fondo y no entendemos por qué el gobierno hizo este anuncio un viernes a las 20 horas» , aseguran ambos hosteleros. Otros negocios de la ciudad han decidido directamente atrasar la apertura hasta que estén más avanzadas las implantaciones de las fases de desescalada «por una cuestión de prudencia y números», explica Diego Marco Valentín, uno de los cuatro socios que gestiona la cooperativa de Columpio Bar, en la zona centro. Indican que aún no tienen garantías suficientes a nivel sanitario para recuperar una cierta normalidad, y prefieren esperar a una normativa oficial «para no ir dando tumbos a ciegas, ya que el esfuerzo económico de apertura y puesta en marcha no es mínimo», explica.

Por su parte, Isa y Juanjo, de la Cervecería El Socarrat del alicantino barrio de San Gabriel, se sienten «muy molestos» con la decisión del Gobierno, ya que lo tenían todo preparado para reabrir la terraza a partir del lunes. «Habíamos comprado mucho género porque teníamos reservas para toda la semana y ahora buena parte se va a echar a perder», lamentan los propietarios de la cervecería, que además han invertido mucho tiempo y dinero para dejarlo todo a punto para una reapertura que ahora deberá esperar, al menos, una semana. «Hemos desinfectado todo el local para dejarlo todo preparado. Esto no lo esperaba nadie», afirma Isa, que lamenta la difícil situación en la que se encuentran los autónomos por la pandemia y los dos meses que han tenido que cerrar las puertas. «Damo servicio a los clientes que vienen a recoger la comida bajo pedido pero no compensa el gasto que hemos tenido que hacer para abrir la terraza», señala la propietaria de El Socarrat, un local que esperaba al lunes como agua de mayo con siete mesas perfectamente acondicionadas. «No cabe otra que esperar. No podemos hacer otra cosa», afirma con resignación.

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