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Salga de Orán, pero no vuelva

Argelia permite la salida de extranjeros pero solo deja regresar a diplomáticos - Un centenar de españoles, pendientes de la reapertura de fronteras

Amanda Cascales, con su hijo en la fachada marítima de la ciudad vecina del norte de África. información

La nueva normalidad no ha llegado para los españoles que viven en Argelia. Con las fronteras cerradas y los transportes comerciales suspendidos sin fecha, la pandemia ha convertido lo que ayer era una relación casi íntima en un saludo con el codo: solo se puede salir del país africano vía Francia y solo pueden regresar los diplomáticos y con compromiso de hacer cuarentena. Aunque la mayoría de los residentes españoles en Orán ha elegido coger un avión y asumir la incertidumbre de no tener fecha de regreso, otro grupo siente que es más arriesgado irse y perder el arraigo. «El problema es que si sales no tienes garantizado el retorno al puesto de trabajo. Hay gente que salió antes del 15 de marzo por trabajo y todavía no ha podido volver» explica Inmaculada Jiménez, directora del Instituto Cervantes de Orán.

Oficialmente, en Argelia viven de forma estable 880 españoles, según el INE. En Orán, segunda ciudad del país e importante núcleo comercial, educativo y de servicios, hay una colonia de algo más de un centenar de emigrantes nacionales. Gran parte de ellos son directivos y técnicos o personal funcionario y laboral de Exteriores. La mayoría ha regresado a España desde que se reactivó la repatriación por Francia en junio.

Lo han hecho porque el coste en recursos del viaje de repatriación -una jornada de entre 12 y 48 horas para llegar a España vía París y unos 500 euros en aviones y trenes- es elevado, pero no inasumible. Además, los empleados pueden negociar el trabajo en remoto con sus empresas hasta la reapertura. Quienes tienen visado diplomático o de servicio, esperan poder volver antes desde Francia, ya que Argelia sí permite su entrada aún con la frontera cerrada.

Por ambas razones «la mayoría de los que están en el grupo de WhatsApp del consulado han vuelto a España» asegura la profesora de español alicantina Amanda Cascales. En esta lista informal hay unas 110 personas, la mayoría trabajadores y algunos funcionarios.

Hidroclorexidina diplomática

Sin embargo, quienes tienen vínculos familiares o dependen económicamente de entidades argelinas permanecen en Argelia. Pese a que la situación es tranquila, afrontan la pandemia en un país con una sanidad y una economía mucho más precarias.

Amanda es alteana, tiene 37 años y da clases en la Universidad Orán 2 Mohammed Ben Ahmed. Vive con su marido, argelino y también profesor, y su hijo de un año y medio en esa ciudad desde 2015. La alicantina es uno de los españoles que ha decidido quedarse pese a que lleva medio año sin ver a su familia y tiene una enfermedad crónica que solía tratar semestralmente en el hospital de La Vila.

La repatriación la alejaría indefinidamente de su trabajo y de su pareja. «El viaje es caro y solo podría ir con mi hijo. Aunque me paga la Agencia de Cooperación Internacional, si no trabajo no cobro. Además, podrían confiscarme el coche porque si sales del país sin él se lo queda la aduana. Estas son las razones por las que no me he marchado», cuenta por llamada de WhatsApp.

La ponderación de pros y contras le ha llevado también a buscar a un nuevo dermatólogo, local esta vez, para poder tratar su enfermedad. Padece lupus cutáneo, una enfermedad autoinmune que se trata con la misma hidroxicloroquina que durante semanas fue objeto de pugna internacional por su supuesta eficacia para tratar la covid-19. «Ha sido un sufrimiento, la verdad. Ha habido un momento en que no había existencias porque la usaban para el coronavirus en los hospitales. Eso me estresó un poquito, pero intenté que no lo hiciera porque si te estresas, va a más», cuenta Amanda, que despliega por otro lado un estado de ánimo excelente.

Los españoles parecen satisfechos con la asistencia del servicio exterior. La inmensa mayoría de los no residentes pudo abandonar el país al principio de la pandemia y los residentes han sido informados de las medidas del Gobierno argelino directamente por la embajada y el consulado.

De hecho, ha sido gracias al ininterrumpido servicio postal de valija diplomática que Amanda ha podido recibir sus medicinas desde España en medio de la escasez y la especulación. «Mis padres la compraron en Altea y la mandaron a Madrid. Desde allí vinieron por valija hasta Argel y luego a Orán. Me lo pusieron todo muy fácil», asegura la alicantina emigrada, quien ya tiene reservas del medicamento hasta diciembre.

«Lo que me da más miedo es la sanidad. Es más precaria que la de España y por mi enfermedad soy una persona de riesgo», explica por teléfono desde su casa, de la que solo sale los viernes para comer con su suegra.

Argelia, con 32.500 casos activos de covid-19, mantiene un régimen de severas medidas desde marzo centrado en limitar contactos sin perjudicar demasiado una economía en crisis por los bajos precios del petróleo y el gas. Jiménez considera que las cifras son fiables, aunque sin olvidar que, como ha ocurrido en nuestro país, «no se han hecho muchos tests».

Jiménez cuenta que «el 90% del personal español» del Instituto Cervantes de Orán entra en algún grupo de riesgo, por lo que la mayoría ha viajado a España durante el cierre de actividades estival. Podrán volver a Orán, en principio, a través de los vuelos vacíos que gestiona la embajada desde esta ciudad y Argel, siempre que no tengan síntomas y cumplan la cuarentena de 15 días en el hotel oranés que designe el Gobierno.

Anonimato

Al ser trabajadores de empresas participadas por capital argelino o de instituciones sujetas a diplomacia, son pocos los españoles que quieren hablar sobre la gestión que ha hecho el régimen de la pandemia. A condición de anonimato, algunos emigrantes -«expatriados», en el idioma de la globalización-, aseguran que el cierre de fronteras con España está perjudicando sus perspectivas de negocio y la relación con sus familiares. «Yo uso mucho el ferry a Alicante para visitar empresas de Novelda y ver a mi familia en Murcia, pero no sé cuándo podré volver a hacerlo. Aquí las cosas van muy lentas, el papeleo es horrible y hay que esperar sin más», lamenta un empresario afincado en el país. Un directivo que trabaja en remoto y que no quiere ser identificado señala que el sistema sanitario argelino es mucho más precario que el español y que el clima político del país es «tenso» tras la salida del poder del presidente Bouteflika hace algo más de un año. «Mucha gente vive de lo que gana en la calle, así que han intentado levantar la mano con el confinamiento para no ahogar más a la gente», explica la profesora alteana.

Los residentes con más arraigo, como ella, no sienten que la situación exija marcharse y exponerse a perder el trabajo. Prefieren asumir que no volverán a pasar unos días en su país hasta dentro de mucho. «Si me marcho, tendría que volver a casa de mis padres por tiempo indefinido. Aquí tengo mi casa y estoy arraigado», explica un malagueño de 35 años empleado en una desaladora cercana a Orán. Al final, la elección depende de lo que cada uno entienda por normalidad.

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