Quedan pocos ritos de paso tan intensos como el extinto servicio militar o la muy vigente residencia de los médicos en formación. Llegan en la adolescencia tardía que es la veintena y se marchan habiendo madurado a golpe de realidad y con una mochila de experiencias y relaciones que les acompañará toda la vida.

Durante ese tiempo, son la infantería rasa del escalafón médico, una fuerza de trabajo numerosa y concebida para ser auxiliar pero que, de facto, es parte fundamental de la estructura que sostiene la mayoría de los hospitales del país desde mucho antes de la irrupción de la pandemia. Son cerca de un millar en la provincia.

Siempre han dormido poco, cobrado aún menos y estudiado la especialidad en el poco tiempo libre que les dejaba su ejercicio, muchas veces sin la supervisión que desearían. Pero, entre los embates del coronavirus y tras aplausos y promesas, algunos han decidido que es hora de mostrar los pies de barro del gigantesco sistema público y pedir cambios en la institución.

Estudia en tu casa

Los licenciados en Medicina que han superado el examen mir pueden acceder al programa de especialización, coordinado en la Comunidad por la Conselleria de Sanidad. El residente firma con el organismo un contrato laboral, con algunas características especiales, de entre cuatro y cinco años de duración, a través del cual va aumentando su remuneración y autonomía de forma progresiva hasta que al concluir reúne los requisitos para ejercer, ya con plenos derechos profesionales y salariales, una de las 47 especialidades del sistema público.

Este proceso, regulado en un real decreto de 2006, lo supervisa la comisión de docencia de cada hospital, que valora si los residentes han adquirido los conocimientos y la experiencia suficientes para pasar de año.

«Te van haciendo una evaluación a través de un portfolio, una memoria de guardias, cursos, másteres, congresos y publicaciones. En el contrato va implícita toda esa actividad», explica Cristian Herrera, residente de cuarto año -o R4, en jerga- de Medicina Interna en el Hospital Universitario de Sant Joan.

El problema surge cuando no hay espacio para la parte académica en una semana de 37 horas - de 8 a 15 horas, normalmente- sobre el que se añade la obligación, recogida en el programa formativo, de hacer entre tres y siete guardias al mes que duran entre 17 y 24 horas. «A pesar de ser un contrato laboral y formativo no tenemos horas reconocidas para formarnos. Trabajamos 60 horas a la semana y no hay tiempo para estudiar», añade Cristian.

Ana Rosa Álvarez, R3 de Medicina Familiar en el Hospital Virgen de los Lirios de Alcoy, asegura que la comisión no se ablanda si el trabajo no ha dejado tiempo al estudio. «Te piden que lo cumplas todo igual. Tienes que hacer tantas horas de guardia y tantas de cursos y no les importa si los has hecho en tu tiempo libre. Al final hacemos los cursos pero a costa de nuestro tiempo libre y de nuestro dinero», sostiene esta joven de 27 años.

Solos en la guardia

Un día normal, ven pacientes, atienden consultas o asisten a cirugías y cursos, en función del plan diseñado por la comisión. Si no toca guardia, pasan la tarde en casa, que muchas veces es la de sus padres, centrados en la parte formativa. El trabajo y el salario deja muy poco espacio para algo que no sea el centro sanitario. « La vida que tenemos es el hospital y los compañeros. Hacemos mucha piña y nuestros círculos se quedan ahí porque no hay margen para conocer a otras personas. El ocio está siempre programado», cuenta el residente del Hospital General de Alicante.

Si toca guardia, empalman la salida a las 15 horas con 17 horas extraordinarias que transcurren, al menos los dos primeros años, en la puerta de Urgencias.

Gran parte de los abusos del sistema sanitario se producen aquí. Los residentes que respaldan la huelga indefinida en la provincia señalan que aunque deben hacer «entre tres y siete guardias al mes», «hacemos un mínimo de cinco o seis y en algunos hospitales han llegado hasta ocho y nueve», según explica Ana Rosa. Los adjuntos, el escalafón superior, sólo tienen obligación de hacer tres.

Rechazar los excesos en jornada ordinaria o extraordinaria es infrecuente por temor a represalias o consecuencias en la evaluación, según cuentan. «Si lo haces te advierten de que tu compañero saldrá más preparado, o que van a tener que suspender las consultas si no las atiendes tú. Te crea presión psicológica, te hacen chantaje formativo», explica Jesús Cegarra, R2 de Medicina Nuclear en Elda.

En Urgencias, entre casos de vida o muerte e hipocondrias, descubren que están más solos de lo que dice el programa. Según su versión, el número de supervisores de residentes, normalmente bajo en todos los hospitales, cae al mínimo en las guardias y la carga asistencial puede volverlos inaccesibles durante horas. Deben tomar decisiones en ocasiones críticas y muchos no se sienten preparados.

«Una compañera tenía un paciente con una patología grave. El supervisor no estaba y el adjunto le dio la responsabilidad total. Firmó el alta, cuando tenía que haberle ingresado», recuerda Juanma Molina, mir de primer año de Oftalmología en el Hospital General de Elche y de 27 años. «A veces tienes que decidir qué haces consultando un manual en internet porque no hay nadie a quien preguntar», añade Ana Rosa.

Por esta razón, una de las reivindicaciones del colectivo es que se fije una ratio de residentes por adjuntos para que las actividades que requieran supervisión estén claramente delimitadas y atendidas.

En esas tardes y madrugadas, cuando baja la presión en la puerta o la actividad en planta, descansan un máximo de cuatro horas repartidas por la guardia. Las insolaciones para hacerlo son a menudo «camas calientes» en las que la rotación de cuerpos cansados impide que se enfríen las sábanas. «Eso ha sido siempre una guarrada, pero ahora con la pandemia es una situación de alto riesgo», sostiene Víctor Pedrera, secretario del Sindicato Médico de Alicante, impulsor de la huelga indefinida.

Poco sueldo

«La situación que tienen se puede calificar de tercermundista y no se ha modificado en 30 años», zanja Pedrera. Entre un R5 y un facultativo en plantilla hay una diferencia salarial que ronda los 15.000 euros. Los R1 no llegan a cobra mil euros netos si no hacen guardias, que se pagan en esta categoría a 11,5 euros la hora. «Sueldo de becario sin límite horario», corea la interna del Virgen de los Lirios. «Hablamos de gente que esta altamente cualificada que cobra lo mismo que cobraba yo en pesetas, no se ha tocado el sueldo», añade el médico del sindicato. En algunos casos, se les han retirado las dietas mientras que al personal en plantilla no.

La sensación de ser la muleta de la sanidad y contar sólo para los deberes y no para los derechos es histórica en los mir. Muchos compañeros les apoyan, hartos de que se perpetúen los abusos a los novatos y que legitiman prácticas que siguen sufriendo. Otros ven su protesta sin fundamento, como si fuera otra reivindicación de milenials que descubren el agua caliente. Quizá olvidan que fue la generación de los pasotas y los objetores -seguramente, la suya-, la que cambió el servicio militar para siempre.

Huelgas mir. Hacer ruido, aunque haya que meterse en política

Huelgas mir. Hacer ruido, aunque haya que meterse en políticaJesús Cegarra, en su segundo año de residencia de Medicina Nuclear -cuarto de mir si se cuentan los dos que hizo en Familiar- ya no hace guardias nocturnas, pero se solidariza con los compañeros que están de huelga indefinida en toda la Comunidad. «Esto va mucho de solidaridad porque la situación varía mucho entre hospitales. Un médico de familia en San Juan tiene más calidad de vida que en Alcoy, pero sabemos que en otros hospitales no», explica. Secunda los dos días, sábado y lunes, en que se han comprimido los paros generales de los primeros días. «Perdemos sprint para ganar fondo», ilustra.

Las huelgas se han extendido por todo el país y muchos comités han conseguido sentar a los consejeros autonómicos y arrancarles algunas mejoras. Respaldados en la Comunidad por Sindicato Médico, lamentan que Ana Barceló alegue que los huelguistas no usen el foro autonómico de negociación para plantear sus demandas. «La ley establece que el interlocutor es el comité de huelga», esgrime Víctor Pedrera, secretario del Sindicato en Alicante. «Sabemos que detrás de esto hay una guerra de partidos, pero hasta que no metimos a los políticos nadie nos hizo ningún caso», reconoce Jesús.