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¿Nos quedamos?

Cientos de turistas residenciales deciden permanecer en Alicante, donde el riesgo sanitario es menor y la calidad de vida mayor que en sus lugares de origen

¿Nos quedamos?

La ocupación de las residencias de veraneo se estira varios meses más para muchas familias este año covid. La complicada situación sanitaria que se vive con la proliferación de rebrotes de coronavirus presenta en los municipios turísticos alicantinos una inesperada consecuencia: el ocasional cambio de residencia de turistas vacacionales desde sus domicilios habituales en ciudades del interior peninsular, en especial Madrid y su periferia, hacia sus viviendas en la playa.

Parejas que teletrabajan con (o sin) niños de corta edad sin obligación de escolarización, jubilados o incluso personas que han perdido su empleo en sus lugares de origen pero cuentan con vivienda vacacional en propiedad han decidido cambiar temporalmente su residencia alargando la estancia en sus apartamentos de la playa.

La exponencial multiplicación de contagios que se suceden en comunidades autónomas meseteñas como Madrid, Castilla-La Mancha o Castilla-León, tradicionales bastiones del turismo residencial que llena municipios como Torrevieja, Dénia, Xàbia, Orihuela Costa, La Vila Joiosa, Pilar de la Horadada, Santa Pola o Guardamar del Segura cada verano, es el germen de este nuevo movimiento de población que bascula desde el centro hacia los municipios turísticos del litoral alicantino con enormes plantas de viviendas turísticas.

«Realmente nuestras razones para quedarnos son sanitarias. La situación aquí, por muy mal que se ponga, no está como en Madrid y cómo puede evolucionar allí», señala Tomás Moreno, residente en Orihuela Costa junto a su mujer María Jesús. «En Madrid los supermercados están llenos, tienes que ir en metro a todo, el autobús y si te pasa algo el riesgo de colapso sanitario es siempre mucho mayor», señala. Todo son ventajas para quien se pueda permitir pasar los meses de otoño e invierno junto al mar. Mejores covid-indicadores sanitarios que en sus zonas de origen, disponibilidad de vivienda y la posibilidad de prolongar sin límite la vida al aire libre (uno de los antídotos más efectivos frente al coronavirus) por la bonanza climática mediterránea, son los factores que más pesan en el momento de tomar la decisión de «quedarse en la playa». Lejos de la masificación turística estival las ciudades costeras ofrecen 100% servicios para menos población en «temporada baja». «Siempre decimos que esto es el paraíso. Es cierto que muchas veces nos quejamos de falta de limpieza, escombreras, montones de podas...» -el abandono de los ayuntamientos a la hora de prestar servicios públicos básicos es uno de los caballos de batalla del turismo residencial-, pero en situación de pandemia la queja es menor.

Un lujo

«Con este mar y el cielo azul te olvidas de eso. Es la tranquilidad de salir a cualquier sitio sin problemas de aparcamiento, a un restaurante... en definitiva la vida es fácil desde el punto de vista sanitario y lúdico. En otros sitios no es así. Aquí no tienes sensación de peligro», concreta Moreno, que conoce a muchos jubilados y prejubilados que piensan igual.Es el ejemplo más generalizado entre quienes deciden quedarse. Llegaron a esta zona al borde del estado de alarma en marzo, y solo han regresado de forma muy puntual a sus zonas de origen en las dos mesetas, el País Vasco o Asturias. Otros, con el compromiso de cuidar a los nietos en periodo escolar porque los padres trabajan, se lo están pensando .Una auténtica bomba de relojería esta de abuelos junto a nietos que ya tuvo consecuencias en la primera oleada de la pandemia. En muchos casos además, los apartamentos o bungalows que compraron en pleno boom inmobiliario turístico residencial tienen mayor calidad ambiental y espacial que sus viviendas habituales. Disponer de balcones, terrazas o pequeñas zonas de exterior (jardincillos o porchadas) donde proyectar fuera la estancia de la familia se aprecia ahora más que nunca, como «un lujo» del que la mayoría no dispone en el hacinamiento urbanístico de capitales como Madrid y sus ciudades satélites. Cuando nuevos confinamientos penden de un hilo cualquier espacio al aire libre es sinónimo de calidad. Primando la salud incluso sobre la economía, los hay también que se deciden a probar suerte en el mercado laboral alicantino mientras se va despejando el poco alentador panorama covid. Prefieren quedarse en sus casas de vacaciones prolongando su estancia el tiempo que haga falta. Incluso hay familias que están especulando con la posibilidad del retraso del inicio del curso escolar o que la situación termine por obligar a una enseñanza exclusivamente telemática a cientos de kilómetros de los colegios.

Y ¿cuál es la percepción de la población local? Frente al alivio por la bajada de presión poblacional que supone la marcha de los veraneantes cada 31 de agosto (que convirtió en motivo de celebración «oficiosa» San Ramón, santo del día, por ejemplo, para los torrevejenses), se ve con esperanza la presencia prolongada de forasteros. Esperan que estimule la economía en temporada baja después de que la rentabilidad no haya sido la de todos los años con este verano atípico. Aunque peor lo han llevado los hoteleros. El siempre cuestionado turismo nacional residencial ha sido esta vez el que ha salvado los muebles durante unas pocas semanas de este 2020.

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