El aeropuerto de Alicante-Elche cierra el verano con un caída del tráfico del 70% en relación al mismo periodo de 2010 y un total, a falta de los datos oficiales de Aena, de apenas 1,2 millones de pasajeros entre julio y septiembre, lo que le ha hecho caer al sexto puesto en el listado de aeropuertos de España y verse superado por el de Ibiza. Entre enero y agosto han pasado por la terminal tres millones de pasajeros y no hay esperanza de recuperación en este otoño, con lo cual el aeropuerto se prepara para cerrar el año con un nivel de tráfico de hace 25 años y, según compañías y expertos, no recuperará los niveles de 2019 –quince millones de pasajeros- hasta 2024, debido a la factura turística que está pasando la crisis del covid. En el aire, los empleos de cerca de las 3.000 personas que trabajan en la terminal y que, ahora mismo, están en diferentes tipos de ERTE, o al borde de la extinción total de sus empleos.

Paradójicamente, la diferencia entre el porcentaje de reducción de vuelos y pasajeros es muy significativa. En agosto, la terminal atendió a un total de 480.710 pasajeros, un 71% menos que en el mismo mes de 2019, en el que se movieron en 5.810 aviones, «solo» un 40% menos, lo que da una ocupación media del 53%, unos 85 pasajeros por vuelo. De momento, por lo tanto, y a falta de ver cómo termina septiembre, las compañías han seguido apostando por el aeropuerto pese a las restricciones en los vuelos impuestas en los países emisores de turistas a la Costa Blanca. Aerolíneas que vuelan a la mitad de ocupación pero siguen operando, por ejemplo, con el Reino Unido, que mantiene la cuarentena desde finales de julio.

El aeropuerto de Alicante-Elche tiene programadas hasta final de año -cifras que pueden variar semana a semana- cerca de dos millones de plazas con países europeos que han impuesto diferentes medidas restrictivas a los pasajeros que crucen sus fronteras. Dos millones de potenciales turistas para la Costa Blanca, que ya representan entre un 15% y un 20% menos ya que el año pasado, y que pueden perderse en función de la evolución de los rebrotes del covid-19, de momento imparables y, lo que es peor, sin sensación de control. Rusia tiene la frontera cerrada, Reino Unido, Suiza, Finlandia e Irlanda han impuesto cuarentenas de entre diez y catorce días, y Alemania, Austria y Hungría e Italia exigen un test realizado entre 48 y 72 horas antes de entrar que garantice que los viajeros entran libres del coronavirus. La falta de esos dos millones de turistas hasta final de año -800.000 británicos- supondría unas pérdidas de 2.000 millones de euros, a razón de un coste medio por viaje de mil euros. Y todo pese a que hay demanda, como lo demuestra el que haya hoteles que tienen ya reservas para Navidad y la última semana del año, así como para marzo de 2021, cuando los hoteleros esperan poder abrir con cierta normalidad si es que la crisis no ha acabado con parte del sector.

Lo curioso es que, de momento, nadie sabe a ciencia cierta cuál será la evolución de las próximas semanas porque todo varía día a día. La Costa Blanca ya perdió cien mil turistas británicos este agosto por las cancelaciones de los programas de los touroperadores Jetholidays y TUI. Mayoristas que, teóricamente, iban a volver a operar el próximo lunes, aunque en la práctica nadie confía en el que el gobierno del Reino Unido, sometido eso sí a presiones de sus propias empresas, vaya a levantar, o siquiera suavizar, la cuarenta. No obstante, la Costa Blanca no tiene cortadas las comunicaciones aéreas con el Reino Unido, ya que Ryanair y Easyjet mantienen sus conexiones (recortadas en asientos un 40% sobre 2019) y siguen llegando turistas británicos, aunque ligados sobretodo a las segundas residencias.

Con todo, los hoteleros confían en que la campaña puesta en marcha «Benidormisland» pueda tener un efecto dinamizador de cara los últimos meses del año.