P ¿Qué siente al ser el primer catedrático de Sociología de la UA en el siglo XXI?

R Es sin duda un honor y también una responsabilidad. Consolidar la presencia de la Sociología en áreas de enorme relevancia para la sociedad alicantina como son el turismo, los riesgos naturales o la implantación de nuevas tecnologías que cuenten con el factor humano, entiendo que es mi tarea principal como catedrático.

P ¿Por qué se ha dilatado tanto el nombramiento?

R La crisis económica que padecimos afectó a la tasa de reposición, y la dureza y dificultad de la nueva normativa para la acreditación a catedrático por parte de la Aneca han sido factores que explican este largo periodo sin nuevos catedráticos. No obstante, tengo la certeza que pronto aparecerán más debido al excelente currículum que están desarrollando colegas más jóvenes.

P Es usted un experto en los aspectos sociales del riesgo. ¿En qué consiste esta disciplina?

R Desde la Sociología entendemos que el riesgo está formado por una amenaza –que puede ser una lluvia torrencial o una pared de una represa sin el adecuado mantenimiento- pero que en la producción del riesgo intervienen factores sociales relacionados con la capacidad de las poblaciones e instituciones de hacer frente a esa amenaza. Dicho de otra manera, el sociólogo estudia por qué se construye en zonas inundables, por qué no se advierte de la peligrosidad de ese muro de contención o cómo podemos transmitir a la población la información sobre riesgos de forma que llegue a todos a pesar de la heterogeneidad de la sociedad alicantina.

P ¿Se ha perdido la sensación de riesgo en la actual sociedad?

R La sociedad del siglo XX tenía como valor la seguridad: un trabajo para toda la vida, una familia para toda la vida, una identidad sexual clara, definida y para toda la vida, un estado de bienestar que proporcionaba seguridad. Todo eso se ha ido, y para siempre. Vivimos en tiempos de riesgo y, como decía Giddens, de permanente inseguridad ontológica. No queda otra que prepararnos y aprender a convivir con el riesgo. La otra opción es el negacionismo y la cesión de nuestras libertades ante el riesgo a un sistema autoritario y personalista, que va a proteger a los suyos y a los de su clase, y no a quienes borregamente le votan.

P ¿Qué va a suponer el coronavirus en nuestro futuro?

R Lamentablemente, en mi opinión, cuando se descubra una vacuna o un tratamiento adecuado, poco va a cambiar, y si cambia será para empeorar las condiciones de los grupos vulnerables y de los trabajadores. Así ocurrió con la crisis económica de 2008-2016 y entiendo que volverá a ocurrir pero, de forma más aguda, tras esta crisis. La única esperanza es que desde la UE y desde el Gobierno se tomen las medidas necesarias para articular unas políticas de cambio radical en temas como el modelo energético, el transporte y la defensa de los sistemas públicos de salud, protección social y de educación. Pero estas políticas se enfrentarán a enormes fuerzas contrarias que, a medio plazo, intentarán reforzar la desigualdad social –porque eso les da beneficios- y nos debilitarán como sociedad ante las nuevas amenazas a las que nos enfrentaremos.

P ¿Somos obedientes con las normas sanitarias anti-covid?

R El comportamiento de la sociedad española ha sido ejemplar en los tiempos más duros de la pandemia. Sin duda ha habido casos de irresponsabilidad que además han sido exagerados a través de las redes sociales y los medios de comunicación. Pero nadie puede ni debe olvidar las calles desiertas de Alicante. La sociedad española y la alicantina siguió las normas sin ninguna oposición relevante.

P ¿Por qué nos resistimos a guardar la cuarentena?

R No creo que nos hayamos resistido, todo lo contrario. Ahora bien, tras el confinamiento ha habido un acuerdo tácito de la sociedad española –políticos, empresarios y ciudadanía- en salvar la temporada estival. Yo al menos lo tengo clarísimo. La sociedad en su conjunto era consciente de la importancia socioeconómica del sector turístico y de que, al menos, el mercado nacional no podía perderse. Me parece necesario una reflexión sobre este acuerdo y aceptar que esa decisión acarreaba unos riesgos.

P ¿Qué le parece criticable?

R Pues que los gobiernos autonómicos no estuvieran preparados para las consecuencias de esa decisión de abrir el flujo inter-autonómico y que ahora no quieran asumir las consecuencias de haber exigido el control sobre la gestión de la pandemia. Tampoco estoy de acuerdo con que los empresarios critiquen ahora la toma de medidas imprescindibles dado el ascenso de la curva de contagios y que pidan financiación para salvar sus negocios y, al mismo tiempo, una reducción de los impuestos. Y me parece irresponsable que los ciudadanos nos echemos las manos a la cabeza por el aumento de la tasa de contagio cuando habíamos llenado playas, ríos, espacios rurales y naturales, cervecerías y restaurantes. No critico esa decisión de salvar la temporada estival pero sí la falta de preparación a lo que se venía encima y a la exculpación individual pasando nuestra responsabilidad al gobierno o a los jóvenes.

P ¿La sociedad española «is different» ante la pandemia?

R Los países no están dando una respuesta homogénea a la pandemia. Ni siquiera la misma respuesta a lo largo de su evolución. Algunos países asiáticos, por su cultura y desarrollo tecnológico han dado un tipo de respuesta, muy diferente a la del Reino Unido o Brasil. El sistema sanitario español ha fallado en lo que se lleva denunciando desde hace 20 años: prevención y atención primaria. Si a eso se le suma el inexplicable escaso número de rastreadores en las áreas-foco de expansión del virus -Madrid y Barcelona- y el indefendible uso político de esta crisis por parte de partidos nacionalistas y el PP, tenemos razones para comprender mejor la situación crítica a la que nos enfrentamos de nuevo.

P ¿Los jóvenes son más indisciplinados que los mayores?

R Mis alumnos están siendo tan o más responsables que yo y también son jóvenes. Si analizamos las noticias, los eventos sociales como bodas o bautizos y las reuniones familiares son focos principales de contagio y no participan en ellas jóvenes exclusivamente. Además, estamos en una sociedad donde el ocio y el placer se han convertido en valores sociales más importantes que el trabajo y el deber. Si hemos educado a la juventud en estos valores, exigirles otro comportamiento es un oxímoron.