Cerrado el verano más cruel que se recuerda en la Costa Blanca y, sobre todo, en Benidorm, desde que el recordado alcalde Pedro Zaragoza cogiera la «vespa» hasta Madrid para convencer a Franco de que el bikini debía ser un elemento más de la playa de Levante, cuesta entender, y muchos menos comprender, que el Gobierno siga mirando hacia otro lado a la hora de buscar soluciones a la ruina que amenaza al sector turístico provincial. La penúltima ha sido cancelar el programa del Imserso sin ningún tipo de alternativa. Parece que solo interesa salvar la temporada alta de Canarias, y en ello están la vicepresidenta Nadia Calviño –uno de los pocos activos de valor en el Ejecutivo central, pero más preocupada ahora de que culmine bien la fusión Caixabank/Bankia- y la ministra de Turismo, Reyes Maroto, negociando corredores aéreos libres de covid entre Europa y las islas. A ambas, y a los que deben recordárselo, parece que se les ha olvidado que la provincia de Alicante recibe, por ejemplo, todos los años tres millones de turistas británicos y 700.000 alemanes, que prefieren Benidorm y la costa de la Marina Alta y la Vega Baja, a la idílica y ventosa Fuerteventura. Pues no, Benidorm, quizá el municipio más castigado por la crisis económica provocada por el covid, sigue fuera de las agendas y, sin nadie lo remedia, se prepara para un otoño/invierno sin apenas turistas, lo que puede poner en juego el futuro de 200.000 familias. Porque el «efecto Benidorm» no se circunscribe al municipio de la Marina Baixa, sino que salpica, para bien, a toda la provincia. ¿O es que, por ejemplo, el aeropuerto y sus 3.000 trabajadores, la mayoría siguen en ERTE, tendría sentido sin la que en su día se bautizara como la ociourbe.

Lo que está claro es que este año ha fallado hasta el supuesto empujón icónico de los reyes Don Felipe y Doña Letizia posando en Benidorm el pasado julio, cuando muchos pensábamos que aún se podía salvar la temporada alta. Hoteleros que veían perdido el año mejoraron el ánimo hasta que llegó agosto y el gran mazazo. La cuarentena –entre económica y sanitaria- impuesta por Boris Johnson en el Reino Unido y el descontrol en la desescalada hundieron el que debía ser el mejor mes del año al prolongarse el cierre hotelero y dejando los establecimientos abiertos con una ocupación del 25%. Un desastre.

Empresarios y trabajadores del sector (muchos en el paro desde marzo) han visto, una vez más, que el turismo sigue considerado la Cenicienta del cuento para todo aquel que llega al Gobierno en Madrid. El problema de los ERTE no termina de arreglarse pese a la tirita que supuso su prolongación hasta final de este mes y las promesas de que continuarán hasta final de año (quién pagará la prestación es otra historia). La patronal turística nacional, la autonómica y la provincial, que en este caso son la misma pues para ello el 80% de la actividad se desarrolla en la provincia de Alicante, lo vienen advirtiendo desde marzo. Todo lo que no sea prolongar los ERTE hasta la primavera de 2021 puede quedarse en nada. Porque en la Costa Blanca, ministras Maroto y Calviño, la temporada se alarga todo el año y el invierno también es estratégico, aunque solo sea para mantener los puestos de trabajo. Este invierno no habrá Imserso los turistas extranjeros que ocupan las plazas abiertas entre noviembre y abril también son personas mayores y, por lo tanto, más expuestas al covid-19, de ahí que nadie sabe qué puede ocurrir. Bueno, muchos empresarios si lo han advertido en privado. Si no hay cobertura, el otoño puede llegar con una sangría laboral sin precedentes.

En julio la «nueva normalidad» nos trajo los primeros rebrotes, casi todos importados y Sanidad relajó las medidas profilácticas –hay hospitales en la provincia en los que se dejaron de hacer test a los pacientes que acudían a realizarse una operación convencional tras reanudarse la actividad por la falta de reactivos-. Un rebrote importante era letal para la economía de la provincia, y éste llegó y espantó a los pocos turistas que se habían atrevido a hacer una reserva. No hablemos de la mala prensa que ha recibido Benidorm en los telediarios de las cadenas nacionales, aun vacío, en contraposición con las abarrotadas y prestigiadas playas del norte. Por supuesto que con la salud no se juega, pero cerrar el turismo en plena temporada ha representado el colapso para una provincia que, nos guste o no, tiene al turismo como motor del PIB al que contribuye en un 24%.

Pero aquí tampoco hemos cumplido. Vergonzoso fue que tras detectarse en enero la fuga de hidrocarburos en la playa del Postiguet de Alicante, las labores de descontaminación de la playa, la que sale en televisión todas las semanas, se extendieran durante julio y llenó de olores inaguantables, incluso vómitos, la fachada marítima de la ciudad. Negligencia de unos gestores locales y centrales –Costas, siempre Costas- que, una vez más, se cubrieron de gloria. El covid-19 ha destrozado a muchos empresarios, muchos negocios no volverán a abrir, y la Administración ha fallado. Dejar que los soldados de la Unidad Militar de Emergencias tomaran las calles de Benidorm como si se tratara de la Belfast de los años 70, y el aeropuerto de Alicante-Elche fue también un error garrafal. Por supuesto que había que desinfectar, pero para ello no hacían falta «boinas verdes». Que conste que la culpa no la tienen los militares, pero Benidorm no era la Vega Baja de septiembre de 2019 tras la Dana. Resultado: el golpe a la imagen de la primera ciudad turística de la península fue brutal y ahí están las consecuencias. El peor verano de la historia y un otoño fantasmagórico. Sin ingleses, a no ser que el Gobierno de Sánchez reaccione, y sin jubilados, el desastre puede tener unas consecuencias letales desde el punto de vista económico. Tantos puestos de trabajo en juego obligan a que Reyes Maroto y Nadia Calviño miren un poco más allá de la playa de las Teresitas. Si Pedro Zaragoza levantara la cabeza… ¿Sabían que en la Costa Brava hay hoteles ya reconvertidos en colegios? Que esto no se nos vaya de las manos.

El final de septiembre ha traído los cierres de temporada de muchos hoteles que, salvo cataclismo y ya todo es posible, volverán a abrir a mediados de marzo de 2021 cuando todos esperamos que la pesadilla del covid se vaya pasando. La Costa Blanca tiene tirón como lo demuestra que en pleno desastre hay hoteles de Benidorm que tienen ya casi el cartel de completo para Navidad y Fin de Año. Ahora, con un otoño más que incierto, haría falta un milagro y que se produzca depende de que cuaje el proyecto «Benidormisland». En la provincia no hay fisuras a la hora de reclamar el corredor aéreo seguro con Gran Bretaña (los hoteles están a prueba de covid). En la mesa donde se gestó estaban Francesc Colomer y Herick Campos, peones del presidente Puig en la administración turística autonómica. Solo falta ahora que los tres demuestren que en Madrid sus compañeros les tienen en cuenta y de ahí a Down Street. Complicado. El presidente Ximo Puig ha anunciado esta semana un cheque de hasta 600 euros para fomentar los viajes internos en la Comunidad Valenciana este otoño. Que se cumpla.