Uno de los centros de control del Mando de Operaciones Especiales (MOE) de Rabasa bulle de actividad estos días. No supervisa misiones quirúrgicas en el extranjero: ahora, el enemigo está en casa y la Sanidad es la fortaleza desde la que se defiende el asedio del coronavirus. Los 60 cabos y soldados que ocupan la sala han cambiado los fusiles por portátiles y teléfonos para mantener a raya al invasor en una misión de apoyo a Salud Pública: rastrear brotes y aislar contagiados en casa para aliviar la presión en hospitales y centros de salud. Por esa razón, el Ministerio de Defensa ha bautizado como Misión Baluarte este despliegue de 2.000 militares en las diez comunidades autónomas que, de momento, han aceptado el refuerzo.

Los militares rastreadores alicantinos se reparten en dos secciones de 30 personas que trabajan en turnos de seis horas. La media de positivos localizados en las diez jornadas que llevan operativos es de 120 contagios diarios, según informan fuentes del MOE. «Ahora nos están entrando casi todo casos de Alicante, pero normalmente cubrimos toda la Comunidad», explica uno de los oficiales al mando.

Junto a otras tres estructuras iguales que operan desde Valencia, las cinco secciones forman la Unidad de Vigilancia Epidemiológica (UVE) de la Comunidad Valenciana, que depende directamente de la Conselleria de Sanidad.

Funcionamiento de los rastreadores del coronavirus en Alicante

Dos oficiales coordinan el trabajo de los rastreadores, una tarea de seguimiento caso a caso que depende por completo de la información que suministra Sanidad a través de una plataforma con datos, ficheros y formularios. El objetivo es avisar a las personas con las que cada contagiado ha declarado haber estado para prevenirles y recomendarles hacerse una PCR -si no se la han hecho ya- y guardar una cuarentena de diez días en todos los casos, salvo a personal esencial. «Nos llegan las fichas de positivos, normalmente completas. Contienen información médica de su contagio y los contactos recientes. Si Sanidad va muy saturada, nos la manda sin completar para que le llamemos nosotros y hagamos esa lista de personas», explica el teniente A.N.V., quien dirige una de las secciones.

En la primera fila del graderío del centro de control, la soldado M.J.N.B. muestra la interfaz del sistema AVE (Análisis de Vigilancia Epidemiológica). La ficha de un contagiado incluye sus datos personales y de contacto, información de su positivo -centro de salud, nombre del médico de cabecera, tipo de prueba, síntomas, temperatura en caso de fiebre y otra información- y las fechas de cada ítem relevante. Un cuadrante muestra otros nombres y números de móvil. «Son los contactos estrechos, la gente con quien ha estado sin mascarilla más de quince minutos y a menos de dos metros en los últimos días», apunta la militar adscrita al cuartel general del MOE.

Los rastreadores reciben cada jornada entre 40 y 70 nuevos positivos a través del sistema. «Suelen haber estado con entre cinco y doce personas, normalmente convivientes. Un 50% de estos contactos da positivo cuando se hacen la PCR», añade el teniente. Las secciones hablan diariamente con entre 200 y 350 personas.

Baluarte da continuidad a la Operación Balmis de apoyo a las autoridades civiles en la gestión de la pandemia. «Nuestro trabajo es hacer de España un lugar más seguro. Si esta vez hay que hacerlo con un teléfono en la mano, no tenemos ningún problema», sostiene el citado oficial.

Una soldado entrevista a un posible positivo. INFORMACIÓN

«HAY GENTE QUE CREE QUE LA LLAMADA ES UNA BROMA O QUE LE QUIEREN ESTAFAR»


Los militares que localizan posibles contagios deben ser empáticos y tener nociones básicas de salud e informática


La soldado de Transmisiones pregunta por Soledad y se presenta. Se intuye la extrañeza de su interlocutora, que ha cogido una llamada de una centralita para encontrarse a una militar que le informa de que ha estado cerca de un positivo de covid-19. Ella le habla con suavidad y para cuando ya ha apuntado su edad, la de su marido y el domicilio, la situación se destensa con una pequeña broma. Le recomienda hacerse la prueba y permanecer en casa hasta que los médicos digan. Una nueva ficha de «contacto» está completa y lista para seguir tirando del hilo si Soledad y su pareja se confirman positivos, momento en que serán considerados «casos» en el sistema informático.

Junto a ella, un compañero tiene menos suerte. «Al principio iba bien, pero luego ha empezado a darme números raros. Ha puesto el manos libres y de fondo se oían risas. Y ha colgado», cuenta el boina verde, adscrito a un grupo de combate. «Mucha gente ve el número largo y se cree que es una broma o una estafa. A quien no suele informarse en medios de comunicación, le choca que le llame un militar para un tema de salud», explica después su superior.

La tropa que forma el grupo de rastreadores ha sido elegida por reunir tres características: habilidades sociales y comunicativas, conocimientos sanitarios y nociones de ofimática. Aproximadamente, la mitad de quienes siguen los contagios suelen hacer tareas administrativas en el cuartel del Mando y la otra mitad sale en misiones de combate.