En el Nuevo Testamento se recoge que los malos administradores irán a un lugar donde «habrá llanto y rechinar de dientes». Aunque los más hacendados sufran menos penurias, lo cierto es que ni ricos ni pobres se libran de la ansiedad y la tensión mandibular que provoca la pandemia. Siete meses después del decreto de alarma, la falta de certezas ya se expresa de forma muy simbólica en las consultas de los dentistas: los casos de bruxismo y de dientes rotos o fracturados se han multiplicado «por dos e incluso por tres» en algunos centros, según sostiene el Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de Alicante (COEA). «La prevalencia de estas patologías se ha incrementado en los últimos meses y una de sus causas es el estrés que causa la incertidumbre», asegura el presidente del COEA, José Luis Rocamora.

No hay estadísticas, pero lo que detectan los dentistas alicantinos es visible también en el resto del país. Juan Carlos Pérez Varela, presidente de la Sociedad Española de Ortodoncia (SEDO), asegura que «está habiendo más casos de bruxismo estos meses, muy probablemente debido al estrés provocado por la pandemia y toda la incertidumbre que estamos viviendo».

Este trastorno consiste en deslizar o frotar los dientes de ambas mandíbulas. En algunos casos, produce fractura vertical o rotura de piezas dentales si el movimiento es muy intenso o la salud de las piezas es débil. El bruxismo puede darse de forma inconsciente tanto durante el día como por la noche, pero cuando dormimos puede ser más problemático.

La SEDO asegura en este sentido que «cuando las líneas medias dentarias no están correctamente alineadas, la mordida no es buena, y al mover la mandíbula se van a sobrecargar más unos dientes que otros», sobrecarga que es más difícil de controlar durante el sueño y que por tanto tiene mayores consecuencias en forma de jaquecas, dolor muscular, especialmente en la articulación temporomandibular (ATM) y fracturas dentales.

Lo padece, con mayor o menor intensidad, «el 80% de la población», como recuerda Begoña Maseda, odontóloga y propietaria de una clínica en Alicante, y está provocado por un estado de inquietud que afecta a la calidad del sueño, por lo que el aumento de su prevalencia durante estos meses es un reflejo del estado psicológico de la población. «El estrés diario puede ser el desencadenante para la mayoría de los que lo padecen, aunque algunas personas realizan este apretamiento dental pero nunca experimentan síntomas», aclaran desde la SODE, mientras que fuentes del colegio alicantino recuerdan que las fracturas dentales por bruxismo son «bastante raras».

«La gente está mal»

«Cuando llevaba hechos seis implantes por rotura desde el desconfinamiento me dije que esto no era normal. Normalmente hago dos o tres al mes», asegura la dentista. Ubicada en un barrio de rentas medias, no tiene dudas sobre por qué sus pacientes acuden con grietas en el esmalte o directamente trozos de muela en la mano tras una noche especialmente desapacible. «Muchas veces vienen porque se les ha partido o astillado un diente o tienen dolor en el músculo masetero. La gente está perdiendo los trabajos, hay situaciones complicadas, depresiones y en algún lugar se tiene que notar», sostiene.

«SIEMPRE QUE HAY BRUXISMO HAY ESTRÉS»


Una neurofisióloga explica la conexión entre el malestar emocional y la contracción muscular durante el sueño


¿Qué mecanismo nos lleva a convertir ese pavor a acabar en la UCI o la tristeza por no ver a nuestros amigos y familiares en una presión continuada sobre los dientes mientras dormimos? Sheila Picorelli, neurofisióloga del Hospital General de Alicante, afirma que la ciencia no puede explicar ese vínculo concreto, pero aclara que sí se ha demostrado que la ansiedad reduce la fase de sueño profundo, donde no hay movimiento muscular, y aumenta los periodos en los que el descanso es de menor calidad, donde sí movemos los músculos inconscientemente.

«El bruxismo es una manifestación simple de contracción muscular y el masetero es uno de los músculos más potentes del cuerpo. En las fases no REM del sueño es cuando se producen los movimientos sencillos como morder o sacudir las piernas», explica la médico alicantina.

«Todas las parasomnias se acentúan en épocas de estrés. Toda la ansiedad que reprimimos se manifiesta durante el sueño y se acentúa el insomnio o el bruxismo. Ahora es cuando surgen los casos no diagnosticados y los que lo tenían sólo ligeramente», añade Picorelli, quien recuerda que es un trastorno muy común pero poco diagnosticado. «Detrás del bruxismo siempre hay estrés y ansiedad», sostiene.

De esta manera, se puede dibujar una cadena de eventos que conectan la inquietud con las visitas al dentista, en la que la incertidumbre juega el papel de facilitador de estados de sueño de baja calidad donde la atonía muscular da paso a la hipertrofia de algunos grupos. «Un sueño reparador debería tener al menos un 25% de su duración en fase REM, sueño profundo. Cuando tenemos épocas de estrés esta franja disminuye y queda más tiempo para las fases no REM», explica la doctora. Así, el estrés facilita que pasemos más tiempo de lo habitual en fases donde se produce mucha actividad de músculos simples.